Editorial

Iglesia diocesana, un espacio para la comunión

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gente en misa en una iglesia

EDITORIAL VIDA NUEVA | Este próximo domingo 13 de noviembre se celebra el Día de la Iglesia Diocesana, que este año tiene como lema La Iglesia contigo, con todos. Participa. Una nueva ocasión para reflexionar sobre la importancia de la Iglesia local, en donde se concreta la Iglesia universal en toda su riqueza y variedad.

No es solo una campaña destinada a recabar fondos para las necesidades de las diócesis, algo sobre lo que habría mucho que hablar y en donde no se está dando la necesaria comunión de bienes, dada la gran diferencia que existe entre diócesis ricas y pobres, sino que, además, es una jornada de reflexión sobre lo que supone para el cristiano nacer, crecer, trabajar y morir en una Iglesia local.

La riqueza de esta se advierte en muchas y variadas actividades que van apareciendo en los calendarios, así como en las numerosos planes de pastoral que se realizan. Sin embargo, en donde más se aprecia es en la riqueza de sus miembros: laicos, religiosos, miembros de asociaciones y movimientos, clero y obispos. Cada uno tiene algo que enseñar y no debiera ser echado en saco roto. La comunión se enriquece en la variedad, y una crítica sana, en diálogo fraterno, desde la verdad y la caridad, ayudaría mucho a las Iglesias locales a crecer.

Las Iglesias locales no deben abandonar a la sociedad
a la que han de evangelizar.
Un diálogo abierto con el mundo,
alejándonos de una pastoral de sacristía,
vendrá muy bien a nuestras Iglesias.

Urge hoy en muchas de ellas la creación de esos espacios para el diálogo fraterno y enriquecedor. Los consejos diocesanos de pastoral, así como los consejos de presbiterio, se presentan como lugar especial para la sana comunión. Son laboratorios desde donde ir creando la Iglesia, aquí y ahora. No pueden ni deben convertirse en meros instrumentos a los que el obispo informe de lo que tiene previsto llevar a cabo. En ellos, el pastor ha de aprender, orar, discernir y poner en pie todo lo que ayude a que la Iglesia sea “sacramento universal de salvación”.

Otro aspecto importante que las Iglesias locales no deben abandonar es su diálogo con el mundo contemporáneo, con la sociedad a la que han de evangelizar. Un diálogo abierto con el mundo, alejándonos de una pastoral de sacristía, vendrá muy bien a nuestras Iglesias, que han de conocer bien los escenarios de la Nueva Evangelización. En muchas ocasiones, las diócesis organizan actos que contemplan esos escenarios, pero no entran en ellos por miedo o por falta de personas capacitadas para la labor. El ardor y la valentía evangelizadora faltan en muchas instituciones diocesanas, excesivamente pendientes del pasado.

Y siempre la caridad. En muchas de nuestras diócesis, la labor caritativa de la Iglesia, que nace de su misma esencia, está siendo muy valorada por la sociedad. Una Iglesia que no dedique sus recursos, muchos o pocos, para dar de comer al hambriento, no cumple con sus objetivos más primarios. Es ese el termómetro de nuestra comunión eclesial: la participación y colaboración con los más pobres, el termómetro más efectivo de nuestro ser Iglesia.

El Día de la Iglesia Diocesana es una llamada poderosa a una participación plena, consciente y activa, desde la pobreza de nuestra realidad, pero con un dibujo claro de lo que ha de ser, de lo que tiene que aspirar a ser. Si esto funciona, la Iglesia universal seguirá siendo una referencia para hombres y mujeres de buena voluntad.

En el nº 2.776 de Vida Nueva (del 12 al 18 de noviembre de 2011).