La Iglesia reclama la disolución de ETA

Los obispos vascos se ofrecen como “instrumentos de reconciliación”

FRAN OTERO | El pasado jueves 20 de octubre, la banda terrorista ETA irrumpió en medio del debate social, y electoral, monopolizado por la crisis y el desempleo (mayor preocupación de los españoles en estos momentos), para acaparar portadas y rivalizar con la muerte de Gadafi en repercusión social. Y lo hizo a su estilo: encapuchados, anunciaban el cese definitivo de la lucha armada, pero sin pedir perdón por el daño causado –más de 800 víctimas– ni mostrar intención de depositar las armas y entregarse a la justicia.

“ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada”, son las palabras a las que llegó uno de los responsables de la banda, el que leyó el comunicado en castellano, tras cinco párrafos de reivindicaciones en los había hablado de voluntad popular, de imposiciones, de lucha durante años, de violencia o represión, del reconocimiento de Euskal Herria, de responsabilidad y valentía. Un comunicado que no cambiaría mucho las cosas, si no es porque renuncia a la violencia.

Las respuestas políticas y mediáticas no se hicieron esperar, y fluctuaron entre los que daban por concluido el problema etarra y los que, valorando la noticia, reiteraban que el único camino era la disolución, la entrega de las armas y la justicia.

También la Iglesia respondió, por boca de obispos y de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Nada nuevo: se repitieron frases contenidas en las declaraciones de la CEE, aunque, como novedad, se haya considerado que el que se deje de matar es una buena y positiva noticia.

La posición de la Iglesia, hoy y durante estos años, se podría resumir en las palabras que el obispo de Bilbao, Mario Iceta, hizo públicas tras conocerse el cese de la violencia: “Todos esperamos la desaparición definitiva de ETA, que anhelamos llegue cuanto antes”.

Concentración de la coordinadora Gesto por la Paz en Bilbao, tras conocerse la decisión de ETA

De una forma o de otra, con estas u otras palabras, el Episcopado español ha venido reiterando esta petición en todas las condenas a los atentados etarras y con una instrucción pastoral específica. Han sido, además, muchas declaraciones de la Asamblea Plenaria, con otros tantos discursos inaugurales de los presidentes.

Precisamente, es clave la instrucción pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, de 2002, tras la negativa de la Iglesia a firmar, dos años antes –lo que tantas críticas le granjeó–, el Pacto por las libertades y contra el terrorismo, acordado por PP y PSOE, por tratarse de un acuerdo político.

En ese documento recogen, tras definirlo como una forma específica de violencia, que el terrorismo es “una realidad perversa en sí misma que no admite justificación” y que “obliga a todos a mostrar rechazo”. En el juicio moral que realiza, se refieren a este como perverso, como una estructura de pecado y como causante de la extensión del mal, del miedo y del odio. Y añaden que ETA debe ser considerada de esta forma, dándole el calificativo de “terrorista”.

PARA EL FUTURO

En los análisis eclesiales sobre el comunicado de la banda terrorista
se distinguen cuatro puntos clave:

– Disolución de ETA.
– Reconocimiento de las víctimas y acompañamiento de sus familiares.
– Implicación eclesial en la construcción de una sociedad
en paz y reconciliada.

– No reconocimiento de la banda como interlocutor
de un Estado o representante político de nadie.

Pero van más allá: recuerdan que “ETA no puede considerarse como interlocutor político de un Estado legítimo ni representante político de nadie” y ofrecen propuestas de futuro y colaboración. Piden que se fomente la educación para la paz, el diálogo –nunca con la banda terrorista– y reconocen que, entre “las primeras obligaciones de los cristianos y de sus comunidades, se encuentra el acompañamiento y atención pastoral de las víctimas del terrorismo. Es una exigencia de justicia y de caridad estar a su lado y atender las necesidades y justas reclamaciones de las personas y de las familias que han sufrido el zarpazo del terrorismo”.

Las víctimas, prioritarias

El viernes, en rueda de prensa tras la reunión de la Comisión Permanente de la CEE (que concluía el mismo día del anuncio de la banda), el portavoz del Episcopado dedicó a las víctimas sus primeras palabras, citando la instrucción pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España (2006): “Manifestamos nuestro afecto, respeto y sincera solidaridad con las víctimas, sus familiares, amigos y con todas las personas que han sufrido los golpes del terrorismo. Esto es necesario decirlo hoy: estar con las víctimas y no dejar nunca de hacerles justicia”.

Cuando se conoció la decisión, ya no había quórum para hacer ningún tipo de manifestación, aunque no es habitual que se haga, pero la noticia se recibió con una cauta alegría. “Ojalá que la declaración de ayer se avale como un paso definitivo en la desaparición de la banda. Los obispos se alegran de esta declaración de intenciones”, dijo el también secretario general.

Sí habían incluido, en la Nota ante las elecciones generales del próximo 20 de noviembre, cuestiones ya citadas, como el juicio moral del terrorismo o la exigencia de no reconocer a los terroristas como representantes políticos. A nivel particular, los obispos de cada una de las diócesis vascas dieron a conocer su postura ante la decisión de ETA a través de los medios o cartas a los fieles.

Mario Iceta reconoce que se trata de “un paso muy positivo” y se une “a la alegría de la sociedad”, mientras espera “la desaparición definitiva de ETA, que anhelamos llegue cuanto antes”. Las víctimas y sus familias ocupan también un espacio central en las palabras del obispo de Bilbao: “Es preciso guardar su memoria y acompañarles con nuestro afecto, ofreciéndoles toda la ayuda necesaria”.

Sanar las heridas

“Todos, personas, organismos, asociaciones, instituciones, estamos llamados a colaborar y aunar esfuerzos en la construcción de una sociedad en paz y reconciliada. (…) La paz es fruto de la verdad y de la justicia, de la capacidad de reconocer y reparar el mal causado, de la humildad y el coraje de pedir perdón, y de la magnanimidad y anchura de corazón para otorgarlo y acogerlo. El camino de la verdadera reconciliación, tarea prioritaria de la Iglesia para este tiempo, va mucho más allá del cese de toda violencia. En este largo recorrido, la comunidad cristiana quiere hacerse compañera de camino para sanar heridas personales y sociales, derribar los muros que separan y construir una sociedad justa y reconciliada, en libertad y en paz”, concluyó Iceta.

DOCUMENTOS RELEVANTES:

Para conocer la opinión de la CEE sobre el terrorismo,
son imprescindibles los siguientes textos episcopales:

Ante el terrorismo y la crisis del país (1981).
Constructores de la Paz (1986).
Impulsar una nueva evangelización (1990).
La Iglesia ante el pacto antiterrorista (2001).
– Instrucción pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias (2002).
– Instrucción pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España (2006).

En una carta que se leyó en las eucaristías de la diócesis, el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, agradece a Dios “poder ver más cerca la ineludible y urgente disolución de ETA” y recuerda a las víctimas, “cuyo dolor, que no ha cesado, no puede ser acallado por la comprensible ilusión social generada por la noticia”.

Tras reconocer el compromiso de tantas personas a favor de la paz, reconoció que el trabajo que ahora se presenta “sigue siendo grande”. “Como Iglesia del Señor, queremos ofrecernos a Dios y, con su ayuda, a la sociedad, como instrumentos de reconciliación, para que las heridas abiertas puedan llegar a sanarse”, concluye la carta.

En la misma línea habló a Radio Euskadi el obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi, que espera la “pronta disolución de ETA”, se muestra “profundamente unido a las víctimas” y ofrece la colaboración de la Iglesia en el camino de la pacificación.

En el nº 2.774 de Vida Nueva.

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