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La creación


Una obra de Medard Kehl (Sal Terrae, 2011). La recensión es de Martín Gelabert Ballester, O.P..

La creación

Autora: Medard Kehl

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander

Páginas: 184

MARTÍN GELABERT BALLESTER, O.P. | Estamos ante un libro bien presentado, de fácil manejo, de no complicada lectura, claro, ordenado y con buenos contenidos. Su autor, Medard Kehl, es garantía de buena teología. El subtítulo del original alemán (warum es uns gibt = ¿por qué existimos nosotros?) precisa el título que se ha conservado en la traducción castellana.

En efecto, se trata de una reflexión teológica sobre la creación, pero más exactamente sobre el porqué existimos los seres humanos y las cuestiones que se suscitan cuando creemos que la razón de nuestra existencia es el acto libre y amoroso de Dios.

Tras un primer capítulo introductorio, en el que se distingue la distinta mirada ante el mundo que tienen la ciencia (explicar), la filosofía (comprender) y la fe (agradecer), viene un segundo capítulo que establece un contraste entre las distintas explicaciones posibles de la relación entre Dios y el mundo: el panteísmo que confunde, el deísmo que separa y la fe cristiana que entiende que la correcta relación entre Dios y el mundo supone a la vez la diferencia y la relación.

El capítulo tercero aborda la problemática propiamente teológica sobre la creación. El autor realiza, en primer lugar, un sugerente análisis de los tres primeros capítulos del Génesis; subrayo dos aspectos: la cuestión del “caos” que precede a la obra creadora (podría ponerse en paralelo con la “serpiente” que precede al pecado) y el tema de los límites de lo creado: traspasarlos conduce al pecado.

En un segundo momento, basándose en el NT, trata del papel de Cristo en la creación: todo fue creado por la Palabra y, por eso, la meta de la creación es la salvación o, por decirlo con palabras de Kehl: “La creación está llamada a convertirse en la casa de Dios en medio de sus criaturas”.

Preguntas que suscita

El capítulo cuarto responde a distintas preguntas que suscita la fe en la creación: cómo se compatibiliza el sufrimiento con la bondad creadora de Dios (una clave: la libertad del hombre), el clásico y nunca resuelto tema del pecado original, la responsabilidad ecológica y, sobre todo, y quizá lo más interesante de este capítulo, la cuestión de la fe en la creación y las ciencias naturales.

Me ha gustado el tratamiento que hace de la importancia que hoy tiene el azar en la teoría de la evolución; por una parte, el azar lo entendemos en relación con leyes conocidas y, por tanto, no es necesariamente caprichoso; por otra parte, ¿qué impide pensar que Dios interviene a través de procesos casuales?

Un aspecto interesante de este libro es que, a lo largo de la exposición, se explicitan las repercusiones espirituales de la teología de la creación. De forma extensa se hace en las páginas finales del capítulo cuarto (¿para qué sirve rezar?) y en el capítulo quinto: espiritualidad cristiana de la creación.

En este breve capítulo final aparece un tema todavía en ciernes, que merece mayores desarrollos; tema importante, porque enlaza con un aspecto que va apareciendo con fuerza en los científicos teólogos que se ocupan y preocupan del diálogo fe-ciencia. Es el gran tema del “espacio” que Dios deja al crear. Deja espacio, pero no “a su lado”, sino “dentro de sí”. El mundo finito ha sido creado dentro del espacio infinito del amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

En el nº 2.774 de Vida Nueva.

Actualizado
28/10/2011 | 09:33
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