Juan María Laboa: “La Iglesia es atractiva por su entrega, nunca por su grandeza”

El sacerdote e historiador publica ‘Por sus frutos los conoceréis’ (San Pablo)

JUAN RUBIO. Foto: JAVIER CALBET | El profesor Laboa nos regala una nueva investigación en la que acentúa lo que la Iglesia tiene de vital y fundamental: la caridad, la ternura, el amor apasionado a los pobres. Su libro Por sus frutos los conoceréis. Historia de la caridad en la Iglesia (San Pablo, 2011), es el ‘libro del mes’ de Vida Nueva.Esta obra está llamada a ser un necesario manual para conocer las entrañas de misericordia de una Iglesia que, pese a sus errores, también es samaritana.

“Durante mis 40 años de enseñanza de Historia de la Iglesia, he sido consciente de que dedicábamos demasiado espacio a los personajes, a los avatares circunstanciales, a las instituciones, y poco al alma, a la savia vital que recorre la vida de los cristianos y del cristianismo, es decir, la vida de la gracia, el amor de Dios y a Dios, la caridad viva entre los creyentes. Probablemente, porque es mucho más difícil de observar y de historiar. En este libro intento centrarme en ese espíritu vital del cristianismo. Hoy resulta imprescindible insistir en la ternura de Dios, en el amor que une a los cristianos y en su entrega al bien de los demás seres humanos. La historia de la Iglesia, a menudo, no nos entusiasma, pero el amor de tantos cristianos nos confirma y reconforta”.

“La historia nos muestra
que el amor a Dios ha sido vivido
silenciosa y eficazmente
en innumerables cristianos anónimos”.

'Por sus frutos los conoceréis', Juan María Laboa (San Pablo)

Si hay algo que haya construido con más fuerza y vigor a la misma Iglesia ha sido la pléyade de hombres y mujeres que desde el anonimato han sido el rostro cercano del Padre. “La historia nos muestra que el amor a Dios ha sido vivido silenciosa y eficazmente en innumerables cristianos anónimos que han conseguido que sus vecinos sintieran la cercanía de Dios y la generosidad de sus fieles”, dice Laboa, para quien “el prestigio y la atracción de la Iglesia nunca son fruto de su grandeza, sino de su entrega; nunca son fruto de sus palabras, sino de su capacidad de demostrar con su vida que Dios nos ama”.

Este libro sale a la luz tras largos años de docencia, investigación, lecturas y apasionado conocimiento del misterio eclesial desde la besana histórica. Hay veces que a la Iglesia la ha perdido ser solo un exponente de verdades, olvidando ser un exponente de ternura: “El clero, en general, predica permanentemente sobre la importancia del amor, pero resulta más difícil que nuestro pueblo se sienta amado por los sacerdotes. Son expertos en las palabras, pero, a menudo, nuestras comunidades constituyen espacios de intrigas, indiferencia y egoísmos varios. A veces nos convertimos en una escuela de verdades, pero no de amor vivido, aunque nunca han faltado los cuarenta justos, ni tantos seguidores de Jesús ocultos con él y en él”.

Insiste en el paradigma de Jesucristo y su paso por la Historia “haciendo el bien”. Lo dice con claridad: “Es difícil imaginarnos a Cristo como legislador y leguleyo de las minucias. Habló de un Padre que acoge a tantos pródigos, acogió a todos, dispensó la lluvia de sus gracias a todos, corrió tras las ovejas perdidas, sin tener en cuenta a tantos puros institucionales que lo criticaron hasta odiarlo. Jesús no fue nada clerical, sino que se convirtió en nuestro hermano universal y, por esto, sigue siendo el gran protagonista de nuestras vidas. Dios se debate en nuestra historia entre la justicia y la misericordia”.

La Iglesia necesita mirar a su historia y buscar entre sus mejores hijos para aprender de ellos el don de la fraternidad: “Cuando se da la fraternidad entre los cristianos y estos extienden su atención a todos los seres humanos, sobre todo, los más débiles, nos encontramos con el auténtico testimonio de la paternidad de Dios y con la alegría de sentirnos sus hijos. La realidad es la verdad, no las palabras”.

“Los laicos han sido los auténticos protagonistas
de una Iglesia
en la que ha abundado el pecado”.

No se puede vivir en una esquizofrenia pastoral. “Como bien sabemos, la dirección, la liturgia, el poder, están, aparentemente, en manos del clero, pero, a lo largo de los dos mil años, la caridad, la entrega silenciosa, el amor materno, el sacrificio filial, lo han ejercido fundamentalmente los laicos. Ellos han sido los auténticos protagonistas de una Iglesia en la que ha abundado el pecado, pero donde también ha sobreabundado la gracia. ¡Ha habido tantos Kolbe que han entregado su vida para salvar las de otros, conscientes de que, así, se convertían en otros Cristos!”, dice el profesor Laboa en este libro, que está llamado a convertirse en un hito para quienes deseen bucear en el insondable océano de la misericordia entrañable, del amor apasionado a los más pobres, la única manera de calibrar los quilates de nuestra entrega y seguimiento del Maestro.

En el nº 2.774 de Vida Nueva.

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