Los frutos de veinticinco años

Andrea Riccardi fundador de la Comunidad SantEgidio

Basílica de San Francisco de Asís

ARMAND PUIG I TÀRRECH, decano de la Facultad de Teología de Cataluña (Barcelona) | La paz es un camino tan arduo como necesario. En los últimos veinticinco años, la Iglesia católica ha recorrido este camino bajo un nombre: el espíritu de Asís. Debemos remontarnos al 27 de octubre de 1986 cuando un Papa carismático, el beato Juan Pablo II, realizó un gesto profético de gran hondura: reunir a los líderes religiosos del mundo para orar por la paz.

Armand Puig

En aquel momento, la palabra “globalización” era desconocida, y en Europa, las religiones no cristianas tenían una presencia menor. ¿Por qué el Papa polaco convocó un encuentro como el de Asís e introdujo en la Iglesia una sensibilidad que ahora nos parece irreversible?

La respuesta está en manos del Espíritu que renueva la faz de la tierra. Lo cierto es que Asís marca un antes y un después en la Iglesia católica. En cualquier caso, Asís fue un fruto maduro del Concilio Vaticano II, que un Papa del Concilio, Juan Pablo II, se encargó de recoger. Y otro Papa del Concilio, Benedicto XVI, se encargará dentro de pocos días de actualizar aquella intuición profética de su predecesor.

Sin embargo, Asís hubiera podido ser un acontecimiento aislado si alguien no se hubiera preocupado de darle continuidad año tras año mediante lo que se ha venido en llamar la “Oración por la Paz”. Este alguien ha sido la Comunidad de Sant’Egidio, quien con el apoyo explícito e inequívoco de ambos Papas, ha tomado la antorcha de la paz y ha ido convocando cada año a múltiples operadores de paz.

Sant’Egidio han sembrado las semillas de Asís
y han promovido un espíritu de diálogo
que ha encontrado una respuesta extraordinaria.

Ya el papa Juan Pablo II afirmó que la paz necesita personas que trabajen por ella. Los hombres y mujeres de Sant’Egidio han sembrado las semillas de Asís y han promovido un espíritu de diálogo que ha encontrado una respuesta extraordinaria por parte de los líderes religiosos más clarividentes del mundo.

El espíritu de Asís ha traspasado fronteras, etnias, lenguas, credos y ha llegado más allá de las religiones, implicando a personas no creyentes, también convencidas del tesoro que es la paz. De esta forma, la Iglesia católica ha tendido puentes entre un sinfín de personas, muchas de las cuales pertenecientes a otras confesiones y religiones. ¡Ni el trágico 11 de setiembre de 2001 ha sido capaz de domeñar el espíritu de Asís!

Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant'Egidio

El secreto del diálogo ha sido la amistad. Dejemos que sea Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, quien defina el espíritu de Asís: “Se trata de un pacto de respeto y de paz, cuyas raíces se encuentran en la fe. No hay una religión universal para todos ni existe la esencia universal de las religiones. El espíritu de Asís es una forma de convivencia inspirada religiosamente” (del libro Convivir, p. 132).

Estar juntos uno al lado del otro, buscando lo que une y evitando lo que separa, intentando comprender las razones de los dos que dialogan, encontrando aquel espacio de densidad espiritual que cualquier hombre de religión identifica cuando se encuentra con otro hombre de religión.

La convicción común obtenida en estos años es que el nombre de Dios es paz y que es posible construir una paz basada sobre la justicia y el amor entre todos.

La Oración por la Paz ha desactivado fundamentalismos, que de hecho son traiciones a las respectivas tradiciones religiosas, y ha “demostrado” que la paz pertenece al ADN de todas ellas. Ha emergido una fuerza de paz que dice no a la violencia y a la confrontación, y que une y reúne a muchas personas.

El diálogo como método, la amistad como medio y la paz como fin: he ahí el fruto espléndido que nos legó un Papa carismático y que la Comunidad de Sant’Egidio, hija de la Iglesia católica, ha continuado cosechando en estos últimos veinticinco años. Deo gratias.

En el nº 2.773 de Vida Nueva.

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