Carisma e inteligencia

Casi que acuñada en monedas de plata es la siguiente frase que se oye por doquiera en la Iglesia: “Benedicto XVI es inteligente, pero Juan Pablo II tenía más carisma”. Parece una de tantas cosas que se dicen inocentemente, pero realmente es una afirmación que corresponde exactamente a la forma de ser de las personas de nuestra época. Cuando se habla de carisma respecto al Papa se sostiene que es casi que adorable. Cuando se le atribuye inteligencia, en nuestro tiempo, equivale a una categoría no siempre apreciada en todo su valor. Y el mundo contemporáneo es más dado a seguir lo carismático que lo inteligente. No siempre es el camino más adecuado ni más pertinente.

A más de cinco años de la muerte del pontífice polaco está claro que detrás de semejante carisma y poder de convocatoria, había también muchos temas y situaciones sin resolver. Queda por momentos la impresión de que las multitudes que se congregaron alrededor de Juan Pablo II a lo largo y ancho del planeta fueron como un signo de una humanidad que sentía la necesidad de agruparse para darse fuerza a sí misma, para crear un sentido de autoprotección, pero no necesariamente de íntima comunión con el pastor ni con el Pastor, con mayúscula. Si tal comunión plena existiera, otras aguas estarían corriendo en el mundo y en la Iglesia. Sin embargo, el Pontífice sirvió muy bien a ese anhelo de la humanidad de sentirse familia, de sentirse capaz de unidad, de sentirse interesada por ciertos valores vitales. Fue el hombre del carisma.
En Benedicto la inteligencia es la herramienta, más aún, la inteligencia valiente. De ese carisma mediático tan caro al mundo de hoy, poco se le ve, aunque también sea capaz de convertir en multitudinarias sus labores pastorales. Pero su puesto de combate no es el balcón o la tarima. Es la mente, el pensamiento, el escritorio, la sala de estudio, el conocimiento a fondo de Jesucristo. Insiste, como lo enseña el Apóstol, a tiempo y a destiempo. Tiene casi que una vocación al martirio en una época que olvidó a los mártires y que prefiere a los seres capaces de cambiar de color según tiempo, modo y circunstancia. Y, quién lo creyera, con sus herramientas también ha convocado multitudes, no tanto en la plaza y la explanada, sino en las librerías, en las bibliotecas, en las facultades universitarias, en los centros de pensamiento donde se lee algo más que novelas del trópico. La inteligencia empleada a fondo.
¿Dos seres excluyentes? De ninguna manera. Ambos, sin duda, inteligentes, muy inteligentes y ambos, cada uno a su modo, con un estilo o carisma particular, como es apenas natural. Los dos, como signos visibles de la Iglesia, con tareas formidables sobre sus hombros. Profetas en el sentido más profundo de la palabra. Pastores resueltos a llevar a la humanidad, no solo a los bautizados, hacia donde creen que Dios quiere, no simplemente donde los hombres y mujeres desean. Representan óptimamente lo mejor de lo que debe ser la Iglesia de Cristo, comunidad de fe que cree y entiende, que se mueve y reflexiona y que, muy notablemente, está llamada a ser signo de contradicción en un planeta cuyos habitantes han optado por hacer de Dios un recuerdo y de sus sentimientos un absoluto.
No hay tal Papa solo carismático ni otro pura inteligencia. Hay en ambos pontífices hombres creyentes a fondo en la importancia capital de Dios en la vida del hombre. Pastores que conocen muy bien las fortalezas y los profundos vacíos del hombre y la mujer de estos tiempos. Hay en los dos una incesante preocupación por predicar la Palabra de Dios y por verla puesta en práctica. Hay sin duda en ambos un amor sin disimulo por la Iglesia en tanto cuerpo de Cristo y hogar de la humanidad. Hay sobre los dos, como sobre todos sus antecesores, una carga descomunal sobre los hombros de sus almas, a la par que una fuerza sobrenatural que les hace soportable el mayor de los ministerios en la Iglesia. En fin, carisma e inteligencia son apenas dos de las herramientas para llevar a cabo una misión que debe tener talla celestial y no simplemente humana y que, por lo visto, se ha hecho con juicio y dedicación. VNC

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