Ana Mª Janer, modelo de dedicación a los necesitados

La fundadora es la primera mujer beatificada en Cataluña en ocho siglos

Una treintena de obispos participaron en la ceremonia de beatificación de Ana Mª Janer

JORDI LLISTERRI. LA SEU D’URGELL | Ana Maria Janer, fundadora de las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, es la primera mujer beatificada en Cataluña desde hace ocho siglos. Un proceso abierto hace casi 60 años que culminó el pasado día 8 en La Seu d’Urgell, la población pirenaica en la que en 1854 fundó su instituto dedicado a la educación y a la atención a ancianos y a enfermos.

El prefecto para las Causas de los Santos, Angelo Amato, presidió la ceremonia y quiso subrayar tres dimensiones de la nueva beata: “Brújula viviente orientada hacia Dios”; modelo de dedicación a los necesitados, “no solo para ser contemplado, sino para ser imitado”; e “hija del pueblo catalán, con las virtudes propias de vuestra tierra”.

Amato utilizó el ejemplo de la fundadora para remarcar que “la Iglesia es amiga de los necesitados y sus brazos siempre están abiertos para acogerlos”. Unas palabras que fueron acogidas con aplausos por las más de 4.000 personas procedentes de los once países en los que se ha extendido la obra de la madre Janer.

Amato, alternando catalán y castellano, encuadró el perfil de la beata en “la gran virtud de la caridad, que iba acompañada por la humildad, virtud pequeña pero indispensable para la práctica de la caridad auténtica”.

El arzobispo de Urgell, Joan-Enric Vives, abrió la ceremonia junto con la postuladora de la causa para glosar la biografía de Ana Maria Janer. A principios del siglo XIX, se encontró un país azotado por las disputas entre carlistas y liberales, y su respuesta fue “consagrarse con total dedicación a la asistencia de las víctimas de la guerra”.

Aunque la celebración se desarrolló en una gran carpa en un descampado, hubo la emotividad y entusiasmo habitual, que culmina con el despliegue de la imagen de la nueva beata tras leer las letras pontificias. En esta ocasión, fue relevante el testimonio del médico que en 1951 certificó el milagro de la Madre Janer. Su intervención fue decisiva para que medio siglo más tarde se reconociera la curación de una enfermedad degenerativa.

El agradecimiento final corrió a cargo de la actual superiora, la argentina Irma Beretta. Destacó el arraigo de Janer en su tierra y la voluntad de “seguir hoy sus pasos hacia la persona de Jesús al servicio del mundo de hoy”.

La comunidad religiosa estuvo acompañada en la celebración por casi treinta prelados y 200 sacerdotes, entre ellos el cardenal Martínez Sistach, el nuncio Renzo Fratini, y el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez. Las autoridades civiles estaban encabezadas por la presidenta del Parlamento catalán, Núria de Gispert. Esta ya estuvo en la vigilia de oración del día anterior y en el festival de acogida a los peregrinos, e intervino para congratularse de que se reconociera la labor de una mujer en la Iglesia: “Igual que no ha sido fácil su proceso de beatificación, Ana Maria Janer quizá hubiera de haber sido beatificada mucho antes”.

La decisión de Benedicto XVI de devolver las beatificaciones a los lugares de origen se ha revelado como un acierto por la implicación local en la celebración. Además de participar los miembros de la comunidad religiosa, la fiesta se extendió a la ciudad con diversos actos. Y, para muchos, fue la ocasión de venerar los restos de la nueva beata, que reposan en la casa madre de La Seu d’Urgell. Durante el fin de semana, los peregrinos también visitaron otras localidades cercanas vinculadas a su figura.

Nueva basílica en Girona

El fin de semana del 8 y 9 de octubre fue generoso en presencia vaticana en Cataluña. El domingo, el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto, estuvo en Girona para presidir la proclamación como basílica de la iglesia de San Félix, a poca distancia de la catedral y muy apreciada y conocida en Girona por el esbelto campanario que marca el perfil de la ciudad.

El templo actual fue iniciado en el siglo XII, pero conserva los vestigios más antiguos de la presencia cristiana en la diócesis. Los responsables de la nueva basílica han asumido ese reconocimiento como un impulso para distinguir la celebración litúrgica. Cañizares remarcó precisamente la centralidad de la Eucaristía, que “expresa el profundo amor de Dios por toda la humanidad”. El cardenal también lamentó que en la crisis actual muchas veces “parezca que lo único que cuenta es el individualismo y el sálvese quien pueda”.

En el nº 2.772 de Vida Nueva.

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