Savio Hon Tai-Fai: “La Santa Sede no puede ceder ante China en la ordenación de obispos”

Secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

DARIO MENOR. ROMA | China, poco respetuosa con la libertad religiosa, considera que su autoridad llega incluso a la ordenación de los obispos, lo que supone un desafío al Vaticano. Para intentar buscar una salida a esta situación, y en reconocimiento a sus méritos, el Papa ha elegido al salesiano chino Savio Hon Tai-Fai como secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Hon apuesta por la diplomacia, pero pide firmeza en la espinosa cuestión de los candidatos al episcopado: “Por el bien de la Iglesia en China, hay que elegir a los mejores pastores. Si llegas a demasiados compromisos, favoreces el oportunismo”. [Siga aquí si no es suscriptor]

– El Gobierno de Pekín ha pedido acciones concretas al Vaticano para mejorar la relación entre ambos. ¿A qué se refiere?

– El Gobierno chino, a través de la portavoz del Ministerio de Exteriores, tiene solo una tesis: dice siempre que la Iglesia china tiene su propio modo de vivir y que el nombramiento de los obispos forma parte de la praxis de esta Iglesia. Ni el Santo Padre ni la Santa Sede deben meter su nariz en estos asuntos. Las acciones concretas que pide el Gobierno chino son precisamente estas: no intervenir en el nombramiento de los obispos. El Gobierno muestra así un desconocimiento de nuestra doctrina y de cómo funciona la Iglesia católica.

– Cuando usted viaja a China, ¿sufre presiones? ¿Puede hablar con libertad?

– La situación es mejor en Hong Kong, aunque desde 1997 forme parte de China. Habla usted de libertad. Yo diría que hay que tener cuidado con tres puntos. El primero es que, cuando me movía por la China continental, debía avisar a dónde iba con anterioridad. El segundo es no hablar nunca mal del comunismo como sistema. Es un argumento que no se toca. Y el último punto es no visitar a las comunidades católicas clandestinas. Estos puntos debía respetarlos cuando enseñaba en varios seminarios de la China continental desde 1990 hasta 2003. Después, cuando dejé de enseñar, fui como turista gozando de bastante libertad. Por ejemplo, no puedo celebrar misa en una iglesia sin tener antes el consentimiento de las autoridades. Tras mi nombramiento como secretario no he ido a China, aunque tengo un documento válido para el viaje. Iré a China, pero lo avisaré con antelación, pues no quiero que mi visita sea vista como una provocación.

– ¿Por qué sostiene que todavía tiene sentido la existencia de comunidades clandestinas de católicos?

– Antes del comunismo no existían las comunidades clandestinas. Durante los años 50, la política china lanzó la idea de crear una Iglesia autónoma. Desde ese momento, algunos cristianos no quisieron someterse, por lo que nació esta tendencia a la clandestinidad. En 1956, algunos cristianos construyeron sus comunidades de forma clandestina. Es un fenómeno que sigue hasta ahora. Algunos sacerdotes y obispos se fueron a la Iglesia oficial, pero eran una minoría. De 1956 a 1958 se produjeron muchísimos arrestos de clérigos, entre ellos el de célebre cardenal Kung y muchos de nuestros hermanos religiosos. Fueron encarcelados porque no quisieron participar en la Iglesia oficial. Luego, desde 1966 hasta 1976, tuvo lugar la Revolución Cultural y no se podía ni hablar siquiera de ninguna religión.

En 1978, con la llegada de Den Xiaoping, se lanzó una apertura que, en los años 80, hará que el Gobierno restituya terrenos y propiedades a la Iglesia, pero siempre a la oficial, a través de la Asociación Patriótica, para que pudiera sustentarse por sí misma. En aquella época nadie tenía mucha confianza en los movimientos del Gobierno, por lo que la mayor parte de los fieles permanecieron en las comunidades clandestinas.

Iglesia en crecimiento

– ¿Y hoy, cómo es la situación?

– No existen cifras claras. Diría que alrededor de la mitad de los católicos siguen en la clandestinidad. La situación cambia según las zonas: hay lugares donde existe la Iglesia oficial pero no la Asociación Patriótica. Después de la Revolución Cultural, se vivió un período de miedo. Aunque en los años 80 se produjeron muchísimos bautizos, gran parte de los fieles seguía teniendo miedo de bautizarse en las parroquias. Según los datos de la Iglesia oficial, contaría con alrededor de seis millones de fieles en todo el país. Dentro de esta cifra se cuentan algunas comunidades clandestinas. No me sorprendería que la cifra fuese más alta y llegase a los nueve millones, pues muchas personas no quieren ser registradas. Es una Iglesia en crecimiento constante pese a esta situación. Cada año, en las diócesis de las ciudades grandes hay un centenar de nuevas conversiones.

“En la Iglesia clandestina,
la situación es más complicada:
hay que visitar a las familias
y reunirse en pequeños grupos”.

– ¿Cómo se evangeliza hoy en China?

– Desde los años 80, no se puede recibir catecúmenos menores de 18 años, pero esta regla es flexible y algunas familias llevan a sus hijos menores de edad a las iglesias. En otras ocasiones, sin embargo, la regla se hace respetar de modo muy rígido. Depende de las zonas. La Iglesia oficial tiene parroquias públicas, por lo que puede recibir fácilmente catecúmenos. En la Iglesia clandestina, la situación es más complicada: hay que visitar a las familias y reunirse en pequeños grupos. En algunas zonas, las comunidades clandestinas tienen más libertad que en otras. Estas comunidades, con mano izquierda y regalos, tienen su forma de tratar con las autoridades de su región para sobrevivir.

– ¿Cómo es la relación entre las comunidades clandestinas y la Asociación Patriótica Católica China?

– La asociación fue fundada en la segunda mitad de los años 50 con un estatuto que contiene un artículo en el que se dice que se promueve una Iglesia autónoma, incluso en la elección de los obispos. Este es el único artículo que no es compatible con la doctrina de la Iglesia. Con el resto no hay apenas problema. La Asociación Patriótica ha sido siempre el instrumento del Gobierno para controlar a la Iglesia católica. Esa es, al menos, mi opinión. No todos los sacerdotes y los obispos de la Iglesia oficial forman parte de la Asociación Patriótica. Hace falta apuntarse, lo que algunos clérigos rechazan. Pueden formar parte de la Iglesia oficial sin estar inscritos en la asociación. Es complejo, depende un poco de las zonas. Hay sitios donde el Gobierno cierra los ojos.

En teoría, deben formar parte de la Asociación Patriótica, ya que es el instrumento a través del cual el Gobierno controla a la Iglesia. Por tanto, en muchos sitios las comunidades clandestinas y la Iglesia oficial están conectadas. En los años 70 y 80, la situación no era así, porque se consideraba que los que habían aceptado la Iglesia oficial no eran buenos católicos.

– ¿A qué se debió este cambio en la situación?

– Gracias al trabajo del beato Juan Pablo II, quien lanzó sus peticiones de perdón y reconciliación y sus llamadas a la comunión. Así muchas cosas mejoraron.

– ¿Hoy se puede ser un buen católico aunque se forme parte de la Iglesia oficial y no de las comunidades clandestinas?

– Sí. En los dos sitios hay buenos y menos buenos.

Comunicación oficiosa

– Volvamos a las ordenaciones episcopales. ¿Existe algún posible punto de encuentro entre las posturas que mantienen el Gobierno de China y la Santa Sede?

– Siempre ha existido un canal oficioso de comunicación, a través del cual se ha llegado a una forma de acuerdo para concordar el nombre de los candidatos a la ordenación episcopal. De esta forma, la Santa Sede no nombra a un candidato demasiado ofensivo para el Gobierno, y viceversa. Siguiendo este acuerdo, se elabora la terna de candidatos y luego la Santa Sede elige a quien será ordenado obispo. Subrayo que esta comunicación se lleva a cabo por vías oficiosas. A veces este acuerdo no funciona. En el año 2000, por ejemplo, hubo cinco ordenaciones ilegítimas.

El año pasado, en noviembre, hubo otra ordenación ilegítima, la del obispo de la diócesis de Chengde. Este episodio supuso una marcha atrás. Esta ordenación ilícita tiene, además, el agravante de que a ella acudieron ocho obispos ordenados de forma lícita, quienes apoyaron al candidato. La Santa Sede dio repetidamente el mensaje de que este candidato no sería aprobado ni antes ni después. Pese a todo, resultó ordenado por el Gobierno. También el lenguaje utilizado en la VIII Asamblea de los representantes de los católicos chinos, que tuvo lugar en diciembre, fue una marcha atrás. Era un lenguaje propio de los años 50. Los dos eventos están relacionados.

– ¿Piensa que durante el pontificado de Benedicto XVI será posible ver un acercamiento significativo entre las posiciones del Gobierno y las de la Santa Sede?

– No soy diplomático ni político. Veamos qué quiere el Gobierno. Quiere el control hasta en la nómina de los obispos. Desde los años 50, no han cedido nunca ni una pulgada en este aspecto. Es un punto de conflicto. Hoy China ha logrado un gran éxito en muchos campos, no veo por qué el Gobierno no debe ceder ahora ante el Santo Padre. En estos años, ha aumentado el número de oportunistas, de aquellos que hacen carrera. La opinión de algunos sacerdotes locales es que quienes quieren ser obispos deben ir al Gobierno local para conseguir apoyos y, luego, ya llegará la aprobación de la Santa Sede… En los casos en que no se aprueba desde Roma, se espera que la legitimidad llegue después de unos años.

“Muchos fieles no están tranquilos
ante obispos que no han sido ordenados
por mandato del Santo Padre.
A ningún fiel le gusta un obispo de este tipo”.

– Este proceso de ganarse primero el apoyo gubernamental y luego esperar la comunión con Roma no favorece que lleguen los mejores pastores al episcopado…

– No. Es un gran riesgo para la comunidad católica. Muchos fieles no están tranquilos ante esta situación, ante obispos que no han sido ordenados por mandato del Santo Padre. A ningún fiel le gusta un obispo de este tipo. Este es el gran problema. Para los fieles no hay muchas dificultades a la hora de recibir los sacramentos y de vivir una vida cristiana. El punto crítico es la ordenación de los obispos. Si este es ilícito, hay una ruptura en la comunidad. Los sacerdotes tienen dificultad para acudir a él. No es que el Gobierno intervenga todos los días, solo lo hace en los momentos críticos.

– ¿Cuál es la postura de los católicos de base chinos, también de los de la Iglesia oficial, frente al Papa?

– Los fieles reconocen al Santo Padre, lo veneran y le son fieles.

– China se ha desarrollado mucho en casi todos los campos. Los derechos humanos y las libertades, entre ellas la religiosa, no se encuentran entre ellos. ¿Considera que si se supera la situación actual entre la Iglesia católica y el Gobierno mejorará el respeto general a la libertad religiosa en el país?

– Si no existe un control como el actual por parte del Gobierno, la cosa será mucho más fácil. El problema es que el Gobierno está siempre en medio, utilizando el instrumento de la Asociación Patriótica. Por tanto, la cuestión se hace difícil. El propio Gobierno echa un ojo a algunos candidatos, les acompaña y cuida su formación para poder luego tenerles como jefes de una Iglesia que mantiene un perfil filogubernamental.

En el futuro, creo que la Santa Sede debe pensar en crear un modus vivendi para la Iglesia. Hay que seguir con este camino de dar la mejor formación posible para el clero. En los últimos 30 años, de toda la Iglesia ha llegado una gran ayuda a la Iglesia china, sobre todo para la formación de sacerdotes, religiosos y laicos. Respecto a la elección de los obispos, no hay que ceder mucho a las imposiciones del Gobierno. Por el bien de la Iglesia en China, hay que elegir a los mejores candidatos, a los mejores pastores. Hay que seguir así. Si llegas a demasiados compromisos, favoreces el oportunismo de algunos.

– ¿Le escuchan a usted cuando va a su país y habla con los miembros de la Asociación Patriótica?

– Sí, escucharme, sí. Quieren noticias y saber lo que pienso. Esto no significa que estén de acuerdo. La diferencia de posturas fundamental es que el Gobierno quiere el control hasta en la designación de los obispos. La Santa Sede no puede ceder en esto. Esta es la base del problema.

Ordenaciones ilícitas

– El pasado mes de julio hubo una nueva ordenación episcopal ilícita. ¿Un paso atrás?

– La ordenación ilícita es un acto muy grave que hiere a la Iglesia. Esta es un cuerpo del que Cristo es la cabeza y nosotros somos sus miembros. Una ordenación de este tipo es casi como si se arrancara un miembro vivo del cuerpo. Toda la Iglesia sufre y siente el dolor. No hay que hacer esta ordenación ilícita. Veo que hay candidatos que han tomado una posición desde el inicio. Han dicho que “no”, por lo que el Gobierno los ha descartado.

Igual ocurre con algunos obispos que se mantienen firmes en su fe. Hay que apoyar a estos obispos y sacerdotes. Antes o después, hay que decir claramente que no se puede hacer lo que está sucediendo en China. Cada decisión tiene consecuencias. Intentemos apoyarnos mutuamente. No hay que tener miedo, como decía Juan Pablo II. Él, que vivió de forma clandestina como seminarista, lo sabía muy bien. Pese a las consecuencias, pese a los castigos del Gobierno, no hay que preocuparse. El Señor nos acompaña. No hay que tener miedo. Además, a nadie le gustan los oportunistas. Antes o después, los oportunistas son descartados.

– Hay muchas congregaciones religiosas que tienen presencia en China. ¿Se apoya este trabajo desde la Congregación para la Evangelización de los Pueblos?

– Antes de nada, hay que decir que es el Espíritu Santo el que nos mueve para hacer misión y evangelización. No me sorprende, por tanto, que varias congregaciones religiosas vayan a China y creen estructuras allí. Cada uno encuentra su modo para estar dentro y dar testimonio al pueblo. No creo que, en este punto, se deban coordinar estas presencias desde el dicasterio. Cada uno tiene sus posibilidades.

Yo animo siempre a los superiores generales a que hagan lo que les dice el Espíritu Santo. No deben ocuparse tanto de las formalidades del permiso. Hay, eso sí, intercambio de información. Cada cierto tiempo, en la sede de Roma de Propaganda Fide, y en otros lugares, nos reunimos. Así, los superiores pueden hablar libremente de sus iniciativas e inquietudes. Yo apoyo mucho estas iniciativas. Por el momento, pienso que la clave es que hay que tener la menor coordinación posible, al tiempo que se favorece la mayor comunicación posible.

– En la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, ¿usted se ocupa exclusivamente de China?

– No. Como secretario, pasan por mi mesa todos los asuntos. Pero yo le dedico un tiempo extra a los temas chinos, junto al prefecto y al resto de los que trabajan con la cuestión china, como los responsables de la Sección Segunda de la Secretaría de Estado. De vez en cuando nos reunimos todos para intercambiar información y ver cómo van las cosas. Cada dicasterio tiene unas competencias diversas. La Curia romana es una máquina por su forma de operar. Todavía me estoy acostumbrando a su funcionamiento.

En el nº 2.771 de Vida Nueva.

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