Dios también habla caló

La Pastoral Gitana busca profundizar en su encuentro con una realidad llena de necesidades y retos

Cecilia Limongi lleva 12 años como voluntaria de la Pastoral Gitana

ÁLVARO REAL. Fotos: LUIS MEDINA | Han pasado ya 25 años desde el comienzo de la Pastoral Gitana en España y una de las frases que más se oye en medio de esa realidad, a la hora de abordar la cuestión religiosa, es: “A pedir, voy a Cáritas; a vivir mi fe, al culto evangélico”. Antonio Jesús Heredia, sacerdote gitano y responsable de esta Pastoral en la Conferencia Episcopal Española (CEE), es consciente de ello y está convencido de que, para tratar de revertir esa situación, hay que realizar “una pastoral del zapato, de moverse, de salir en busca de la gente”. [Siga aquí si no es suscriptor]

“Ganándote la parte humana, vas a poder hablarles de Dios”, explica. Y de eso saben mucho quienes se dedican a este apostolado en las ciudades y pueblos de España. Por ejemplo, en el distrito madrileño de Fuencarral.

Allí, en una barriada construida con chapa, madera y cemento conviven siete familias gitanas. Junto a una fábrica abandonada han levantado su hogar, que visitan agentes de pastoral gitana para llevarles comida, ropa, libros o cualquier cosa que necesiten, pero también para hablarles de Dios, de Jesús y de su Iglesia. Y las familias gitanas encuentran siempre  en ellas apoyo y respeto.

Una vez al mes, con una amplia sonrisa, ilusión y ganas de hablar del Evangelio, estas cuatro voluntarias hacen el mismo recorrido hasta esa barriada. Llegan hasta ella con pasmosa tranquilidad, aun cuando en el ambiente se respira un aparente y estereotipado aire de inseguridad que acompaña cualquier visita a estas chabolas. Pero ellas actúan como si nada. Bajan del coche y, rápidamente, salen niños, jóvenes y mayores a recibirlas. Enseguida, cada una entabla conversación y comienzan las preguntas por la vida, por los problemas, por cómo están y por saber qué necesitan.

Remedios Garzón departe con Dori Vargas y otras gitanas

Belén Carreras Maya es de Granada. Ella es gitana y religiosa de la Congregación de las Misioneras Identes. Su llegada convulsiona a todas las jóvenes y la misma pregunta se repite una y otra vez: “Tú eres gitana, ¿no? Pero… ¿gitana, gitana?”. “Incluso puede que más que vosotras”, les repite continuamente Belén, que parece muy acostumbrada a esa y otras preguntas: “¿Y llevas muchos años de religiosa? ¿Tomaste esa decisión y ya está?”.

Para las jóvenes gitanas es llamativo ver a una religiosa de su raza. Será, seguramente, la primera vez que conozcan a alguien como ellas que haya optado por la Vida Religiosa. Les cuesta entender que, en vez de casarse y tener hijos, haya elegido seguir ese tipo de vida.

Y es que, como explica Antonio Jesús Heredia, “solo hay en España cuatro sacerdotes diocesanos, ocho o nueve religiosas y tres o cuatro religiosos”. Y defiende la promoción del diaconado permanente dentro del pueblo gitano. “El mejor evangelizador es uno de los tuyos”, señala.

Las palabras y las respuestas de Belén impresionan a las jóvenes que la escuchan: “Dios siempre ha sido para mí un sentimiento. Yo no es que sepa mucho de Él ni que le conozca más que vosotras”, les explica. “Simplemente, tengo la confianza en que Dios está con nosotros y lo vivo en el día a día. Dios es lo más importante en mi vida, es algo valioso”, afirma mientras las gitanas escuchan perplejas su respuesta.

Mientras, Mercedes Sanjurjo, que lleva como voluntaria en esta pastoral más de dos años, está ya charlando con los más pequeños, a los que saluda cariñosamente, y Remedios Garzón, voluntaria desde hace cinco años, acerca un libro de texto a Maribel, madre de familia gitana, que lo necesita para las clases de sus hijos más pequeños. “Lo que más piden es comida y ropa”, cuenta Remedios, “aunque, en este caso, necesitaban libros, por lo que hemos hecho una colecta en la parroquia”.

Cecilia Limongi, la más veterana de las cuatro (lleva 12 años como voluntaria), organiza una improvisada reunión en el centro de la barriada para hablar de lo humano (de cómo viven con 400 euros y lo que sacan de la chatarra, de lo que es ser gitana light en esa comunidad) y también de lo divino (de Dios, de la Iglesia, de Jesús o del beato Ceferino Giménez Maya).

Rápidamente salen a relucir algunas de las dificultades con las que se enfrenta la Pastoral Gitana. El problema, para algunas, está en leer el Evangelio. Su falta de escolarización no se lo ha permitido. Otras dicen que no pueden ir los domingos hasta la parroquia porque, “con la crisis, no tienen dinero ni para el autobús”. También les cuesta entender la propia celebración eucarística. “Yo no sé nada de Dios”, afirma Paloma, una de las jóvenes, “pero lo que sí que sé es que la misa del domingo pasado que nos disteis grabada se me hizo un rato larga…”.

Un pueblo muy religioso

“El captar el sentir cristiano de los gitanos y hacerlo oración es una de nuestras preocupaciones”, explica Antonio. “Debemos tener unas celebraciones donde los sentimientos se pongan a flor de piel. Porque el pueblo gitano es un muy religioso y vive centrado en los sentimientos”.

La voluntaria Mercedes Sanjurjo con una chica

Un hecho que confirma en la barriada Doris Vargas, la mayor de las gitanas presentes en la reunión: “Creo, pero no sé en qué”. Sus palabras denotan un gran vacío entre la relación de esa creencia y la existencia del beato Ceferino Giménez Malla ‘El Pelé’, al que todas adoran. “Nosotras estamos aquí para llenar ese vacío”, reconoce a Vida Nueva en un descanso Cecilia Limongi, “para que conozcan a Cristo como el hijo de Dios, para que vean a la Virgen como más que una madre y para que entre ellos vivan en paz, amor y armonía”.

El denominado culto evangélico también sale a relucir en un momento de la conversación. Es algo común en las familias gitanas la asistencia a estas celebraciones y que muchos pastores se acerquen al poblado para animarles a su asistencia. “Algunos de mi familia acuden”, explica Doris Vargas, que realiza un sencillo, pero certero, comentario de las diferencias que ella encuentra con la Iglesia católica: “Cuando algún pastor del culto viene por aquí y me dice las cosas que dicen, me da la risa”, explica un poco avergonzada. “Algunos nos han hecho daño, nos utilizan, nos sangran y luego nos dejan abandonados”.

“Sin embargo –continúa–, vosotras venís aquí, o veo a un sacerdote por la calle, y escucho lo que decís, veo cómo os dedicáis a esto e intento haceros caso… Vosotros me dais respeto”. Es su particular explicación del hecho religioso realizada desde el sentimiento del mundo gitano.

Pasado un buen rato, Cecilia anuncia que es la hora de partir. Hay que visitar a más familias gitanas. Entonces todo vuelve a comenzar. Las nuevas jóvenes que conocemos vuelven a preguntarle a la religiosa Belén si es gitana, gitana. Mercedes y Remedios saludan a pequeños y mayores y se preocupan por sus necesidades más básicas. Cecilia les habla de Dios y les pregunta por sus sentimientos. “¿Acudirán a la Iglesia?”, preguntamos. “No se confiesan ni comulgan”, nos explican. “Si llegamos a que se bauticen, ya es mucho”.

“Todos deben sentirse en su casa”

Antes del año 1965 ya había religiosos, religiosas y sacerdotes que estaban metidos en la realidad del mundo gitano, que estaban trabajando a nivel personal con este colectivo. Pero será tras el histórico encuentro de Pablo VI con los gitanos en Pomezzia, cuando se articule una incipiente pastoral orgánica con ellos. “Fue a partir de las palabras del Papa, cuando les dice a los gitanos que están en el corazón de la Iglesia, cuando nace esta pastoral”, explica Antonio Jesús Heredia, responsable de la Pastoral Gitana en la Conferencia Episcopal, que este año cumple su 25º aniversario. “Se trata de una forma de entender y ver que hay un grupo humano concreto que necesita una pastoral específica”, explica Antonio Jesús, que puntualiza que “no en todos los lugares donde hay gitanos y gitanas hay que hacer esta pastoral específica; depende del lugar concreto”.

Antonio es uno de los cuatro sacerdotes gitanos que hay en España y compatibiliza su cargo con su trabajo pastoral en pueblos y barrios de la zona de Las Alpujarras, en Granada. “El gitano es un pueblo que se mueve más por el corazón que por la mente, es un pueblo de sentimientos, que se expresa con la guitarra y con el cante”, explica, destacando que “en las celebraciones hay desde niños pequeños hasta gente mayor, y todos deben sentirse en su casa”.

Para todos ellos se preparan catequesis específicas donde se da gran importancia a los valores gitanos: la familia, la libertad, la salud, los niños, la acogida o la espiritualidad. También se le da gran importancia al tema de los difuntos y al estar cerca de ellos en los momentos de dolor.

En el nº 2.771 de Vida Nueva.

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