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+ AMADEO RODRÍGUEZ MAGRO | Obispo de Plasencia

“Porque los gestos de perdón se suelen encontrar muchas veces con la atrofia moral de quienes tienen que acogerlos; y por eso, en ocasiones el perdón solo encuentra indiferencia o, lo que es peor, escalificación o desprecio”.

No es una clave secreta. Es solo el número indefinido y generoso de veces que hay que perdonar: “Hasta setenta veces siete”. Es así como Jesús pone de relieve que el perdón es el amor en estado puro. Pero también es así como nos dice que el perdón es un drama con final feliz en el corazón humano.

Que el perdón no tenga límites nos pone a todos en evidencia, porque perdonar o no muestra siempre la verdadera situación del corazón de las personas. Porque los gestos de perdón se suelen encontrar muchas veces con la atrofia moral de quienes tienen que acogerlos; y por eso, en ocasiones el perdón solo encuentra indiferencia o, lo que es peor, escalificación o desprecio. Así se sitúan los que suelen confundir perdón con debilidad o ven cinismo en lo que es heroico.

Pienso en las veces que Benedicto XVI ha pedido perdón a las víctimas de la pederastia. Por la gravedad del pecado y del delito, había que hacerlo. Pero, ya puede hacer el Papa los gestos que quiera, que no habrá ninguno que haga mella en aquellos que, con tanta saña, lo único que suelen pretender es hacer sangre en la credibilidad de los católicos y en la imagen de la Iglesia. ¿No les parece sospechoso el alarde en el escándalo que hacen algunos, casi siempre centrado no precisamente en el dolor de las víctimas?

Hay que reconocer que el pecado existe en la Iglesia. Pero también hay que decir que lo que más abunda es la santidad: de los laicos, de los sacerdotes, de los obispos y de ese maravilloso hombre de blanco que, como sucesor de Pedro y guiado por el Espíritu Santo, va por el mundo mostrando con lucidez intelectual, espiritual y moral, con palabras y obras, la bondad, la verdad y la belleza de vivir según el Evangelio, en la Iglesia. Para aceptar esto, no hay que quedarse en su apariencia exterior, sino que hay que ver en la Iglesia “el sacramento universal de salvación”, en el que se fragua la gracia y la alegría del perdón.

arodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.771 de Vida Nueva.

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