Una vida dedicada a los últimos

Ana María Janer será beatificada el 8 de octubre en La Seu d’Urgell

MAITE LÓPEZ MARTÍNEZ | La Iglesia española está de fiesta este recién estrenado otoño porque dos mujeres de nuestra tierra suben a los altares. El próximo 23 de octubre será canonizada la madre Bonifacia, fundadora de las Siervas de San José. Pero la celebración más inminente la protagonizan las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, cuya fundadora, Ana María Janer, será beatificada el 8 de octubre.

A pesar de ser poco conocido y relativamente pequeño, es un Instituto extendido por 11 países (España, Italia, Andorra, Guinea Ecuatorial, Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, México, Perú y Colombia) y distribuido en tres provincias religiosas: Cataluña, Castilla y Latinoamérica. Actualmente cuentan con 51 obras educativas, asistenciales y de pastoral dedicando atención a las personas más necesitadas. La beatificación tendrá lugar en La Seu d’Urgell y será, una vez más, el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, quien presida la celebración.

Ana María Janer (1800- 1885), familiarizada desde pequeña con el dolor y el sufrimiento que provocan las guerras, tiene una biografía apasionante. A los 18 años entró a formar parte de la Hermandad de Caridad del hospital de Castelltort de Cervera, donde se atendía a enfermos y pobres e impartían clases y catecismo. Vivió una época convulsa tanto política como socialmente.

La fundación del Instituto, dedicado a la educación cristiana de niños y jóvenes y a la asistencia de enfermos y ancianos, se remonta a 1859 cuando, aceptando la petición del obispo de Urgell, Josep Caixal Estradé, estableció una hermanad de caridad en el hospital de pobres enfermos de La Seu d’Urgell.

Estos y otros detalles sobre la vida de la futura beata pueden encontrarse en una cuidada página web creada para la ocasión.
Como en otros muchos casos, el proceso de beatificación ha sido largo y difícil, tal como ha explicado a Vida Nueva María del Pilar Adín Carreras, postuladora de la causa desde 2001.

Celebración de los 150 años del Instituto

Dio comienzo en 1951, pero hubo circunstancias que lo hicieron más lento de lo habitual, como el hecho de no recoger suficiente documentación o de que los testigos no hubieran conocido personalmente a Ana María. Tanto su biografía como la historia del Instituto en sus inicios sufrió diversos avatares.

Uno de ellos fue la Revolución de 1868, que provocó la disolución de numerosas comunidades. Otro, el período entre 1874 y 1880, durante el cual Janer fue relegada dentro de su propio Instituto debido a la orientación que quiso dar José Manyanet Vives. El santo fundador de los Hijos de la Sagrada Familia buscaba una rama femenina para su congregación y pretendió que lo fuera el nuevo Instituto, forzando la dependencia de un superior general (varón) e incluso con un voto de clausura que algunas hermanas llegaron a profesar.

Esta desviación duró poco tiempo, ya que fue denunciado por las propias hermanas de una congregación que luchó por mantener el carisma original y sus dos corrientes: la ignaciana y la vicenciana.

Hoy el gozo del Instituto radica, como declaraba en la Cadena COPE Irma Beretta Castro, superiora general, en el reconocimiento de la Iglesia, con carácter universal, de la vida y misión de Ana María Janer. Es ahora un camino seguro de santidad para los cristianos y no solo para las hermanas que caminan codo con codo con laicos vinculados al carisma, imprescindibles hoy día puesto que –como afirma con rotundidad– “la misión del laico en la Iglesia no es una misión supletoria”.

Ana María Janer es ejemplo espléndido de entrega, servicio y generosidad en medio de no pocas dificultades (algo que parece caracterizar a los fundadores), y que se convierte en estímulo para la fidelidad al carisma recibido.

RENOVARSE O MORIR

Hace poco más de diez días, la agencia IVICON enviaba un boletín anunciando seis nuevas superioras generales. Y es que muchas son las congregaciones que este verano han celebrado capítulos generales y que han renovado los equipos de gobierno. Sin duda, estos cambios son oportunidades únicas para adaptarse a las nuevas realidades y a las distintas necesidades, tanto internas como externas. Es evidente que la Iglesia española necesita mirar hacia delante, en vez de añorar pasados gloriosos y supuestamente mejores.

Es urgente la renovación de las estructuras religiosas. Muchos miramos a la Vida Religiosa con esperanza, buscando en ella un paradigma de la Nueva Evangelización, esa que está más pendiente de servir que de mantener privilegios o estructuras que van quedando obsoletas. Los hombres y mujeres de hoy necesitan pastores y profetas de hoy, con estructuras sencillas y lenguajes accesibles.

Que las dificultades no apaguen el soplo del Espíritu, ya venga en forma huracán o de brisa suave, para que impulse a los nuevos equipos a renovar las propias familias religiosas en beneficio de tantas personas que así lo esperan y desean.

En el número 2.770 de Vida Nueva

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