La Primera Comunión no es solo para niños

En Nuestra Señora de las Rosas, las familias son protagonistas en la iniciación cristiana de sus hijos

JOSÉ LUIS PALACIOS | Arrancan con ilusión, en la mayoría de las parroquias de España, las actividades pastorales, incluidas las catequesis de Primera Comunión. También en Nuestra Señora de las Rosas, en Madrid, donde comienza el cuarto curso en el que las familias van a ser protagonistas activas en la iniciación cristiana de sus hijos. En esta particular iglesia, todavía un pequeño prefabricado ubicado en un asilvestrado y exuberante solar de Las Rosas, un barrio de reciente construcción del distrito de San Blas, la preparación al sacramento de la Eucaristía y la Reconciliación no es solo cosa de niños. [Siga aquí si no es suscriptor]

Además de los implicados habituales –el párroco y el equipo de catequistas–, participan, ¡y de qué manera!, las familias cuyos hijos han iniciado el proceso que conducirá a la Primera Comunión. “Llevamos mucho tiempo oyendo que hay que trabajar con las familias, y eso es simplemente lo que hemos hecho”, comenta con humildad Miguel Ángel Núñez, el párroco.

Resultan habituales los lamentos sobre la desbandada general de los niños tras la ceremonia sacramental y el escaso poso que dejan en sus vidas los tres cursos de preparación realizados, en ocasiones como una actividad más dentro de la repleta agenda de no pocos de nuestros menores. Han sido muchos los esfuerzos por mejorar la preparación y la motivación de los catequistas y muchas las energías de los consejos pastorales por encontrar la manera de presentar el Evangelio a unos menores inmersos en una sociedad secularizada y materialista. La Diócesis de Santander, por ejemplo, recoge en su plan pastoral la idea de involucrar a los padres en la iniciación cristiana de sus hijos. En otros lugares, ante la falta de educadores voluntarios, también se hace un llamamiento a los padres para que asuman un papel más activo, más por necesidad que por convencimiento.

“Partimos de la idea de que una hora de catequesis poco puede hacer en los chavales, si no tienen referentes cercanos”, explica este sacerdote, que conoció ya en Chile una experiencia de catequesis familiar, “aunque más doctrinal”. La precariedad y limitaciones de esta comunidad, paradójicamente, han jugado a favor de la implicación de las familias en las catequesis de sus hijos.

“Es verdad que nadie podía decir que aquí las cosas se han hecho siempre de esta manera”, comenta Núñez. Los comienzos se remontan a 2005. Hubo que convocar a los fieles de nuevas, pedirles su colaboración y ofrecerles el acompañamiento espiritual propio de una iglesia de barrio.

“A la iglesia hay que venir dispuesto a trabajar y a divertirse. De lo contrario, uno acude por cumplir y eso luce poco. Al final, para lo poco que luce, ni vienes”, comenta el presbítero, que sigue otra máxima: “Yo no monto nada que no esté respaldado por la comunidad; no tiene sentido levantar algo si luego no hay nadie más dispuesto a sostenerlo”. Fiel a este estilo, el primer año reunió a los padres de los niños de Comunión y les preguntó cómo querían que se les preparase.

Pilar Sánchez, profesora en un instituto público, participó ya en la “experiencia piloto”, tras haber sido antes catequista de su hija mayor, “a la manera tradicional, con un libro y con cierta relación con el resto de los padres”. Al segundo curso, fueron mejorando la fórmula actual, que parte de un condicionante hoy por hoy insalvable, como es la limitación de espacio dentro del barracón que sirve de templo y de lugar de reunión. No pueden ser más de 80 catecúmenos por cada una de las tres etapas.

De la parroquia a casa

Salvo el primer año, donde la dinámica es más general, los grupos se reparten en dos días: los martes a las 18:30 horas y los sábados a las 10:00 horas. Las sesiones son quincenales y duran cerca de una hora. En la primera parte, madres e hijos se ven por separado con sus formadores para abordar el mismo tema a través de relatos dinamizados, cuentos y diversas técnicas de trabajo en grupo, para después, todos juntos, reunirse en torno a una oración conclusiva.

La acción catequética continúa luego en casa, gracias, entre otras cosas, a una página web donde se han volcado los materiales de apoyo necesario. En palabras de Miguel Ángel Núñez, hay que evitar que se reduzca a que “se lo pasen muy bien la hora que están en catequesis, y que luego no haya nada más”.

Pilar Sánchez añade que el objetivo es “ayudar a los padres a que acompañen a sus hijos en este proceso, porque sabemos que a estas edades, y más cuando se trata de la fe, la transmisión de lo que para nosotros es un gran tesoro se realiza de un modo vivencial, a través de la experiencia y de los referentes más próximos”.

De ahí que no insistan tanto en el contenido, pese a que siempre se les ofrece a los padres, ya sea a través de materiales orientativos o en los demás grupos de la parroquia, la oportunidad de profundizar en las cuestiones que más les interesen. “Hay quien se queja porque no les enseñamos el Padrenuestro o el Credo. Pensamos que, precisamente, son dos de las cosas más fáciles de enseñar en casa”, explica el párroco.

Sin el deseo de implicarse de las familias, no sería posible desarrollar este método. Desde luego, hay padres que ven la Primera Comunión “como la excusa para ir a Eurodisney, y que solo les preocupa saber cuándo tienen que avisar al fotógrafo”, dice la catequista. A través de una entrevista personal donde se les explica lo que la parroquia ofrece y pide, se intentan evitar malentendidos. Después de todo, los grupos han de ser necesariamente reducidos y, por ahora, hay muchas familias que se toman en serio la iniciación cristiana de sus hijos.

De hecho, “hay colas para apuntarse a la catequesis”, dice Lorenzo Sánchez, otro catequista de Las Rosas y uno de los autores de los materiales pedagógicos de introducción a la fe, para quien la clave está en “presentar el mensaje de Jesús de forma alegre y compartida en la Iglesia doméstica que es la familia”. Su esposa, Dori Díaz, también catequista y coautora, añade que “funciona el boca a boca; los chavales se lo pasan bien y los padres ven que aquí son tenidos en cuenta y se les ayuda”.

Paco González, un ingeniero que este año se estrena como catequista, lo puede confirmar. Comenzó limitándose a ejercer el papel de padre, pero ahora ha pasado a ser, además, catequista. Este proyecto le sedujo por “el estilo de la parroquia, la vivencia de la comunidad y de los valores del Evangelio, además del estilo cercano y abierto”.

Algo debe tener el ambiente que se respira para que Mónica Valiñani, también monitora, piense que “estamos aquí por una llamada de Dios y seguimos porque es un reto difícil, pero emocionante, que nos llena, porque resulta muy gratificante y enriquecedor transmitir la fe a los niños en comunidad, con todos implicados”.

Cristina Guerrero, que, como los anteriores padres, ha dado un paso más, dice que una de las grandes ventajas de la catequesis familiar es que “podemos responder a las preguntas que nos hacen nuestros hijos y servir un poco de ejemplo”.

Curas que arriesguen, padres que respondan

Para que una iniciativa como esta pueda llegar a cuajar, según Pilar Sánchez, hacen falta “unos sacerdotes dispuestos a arriesgar y a apostar por algo distinto; dos o tres personas que coordinen y, sobre todo, que tiren de los catequistas; unos catequistas que quieran cambiar la manera de hacer las cosas y ‘aprendan el oficio’, que tampoco es muy complicado; y unos padres que respondan, lo cual quizá sea más difícil”.

El perfil del barrio y de la comunidad también son importantes, reconoce esta profesora de Secundaria, y es lo que le hace decir al párroco Miguel Ángel Núñez que tal vez la “experiencia no sea fácil de exportar: depende mucho de las personas”.

En Las Rosas, entre la treintena de catequistas implicados, las familias ocupadas y preocupadas por transmitir la fe a sus hijos, los grupos parroquiales y el equipo de curas, que completa Joan Balcells, se va tejiendo una comunidad que arropa a los menores en sus primeros pasos como cristianos conscientes. Igual que la entrada al prefabricado de Las Rosas se convierte, dada su escasa superficie, en el pasillo distribuidor del resto de las estancias en la iglesia, la Primera Comunión no se queda en la última.

Hoy, casi 90 chavales permanecen en esa etapa tan añorada como resbaladiza que es la postcomunión. Mérito compartido con los padres.

En el númjero 2.770 de Vida Nueva

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