La luz del Evangelio necesita unidad y renovación eclesial

Intervención del Papa en el Parlamento de Berlín

JUAN RUBIO, enviado especial a Berlín | Sorpresa en la sala de Prensa en Berlín cuando se conoció el texto del discurso del Papa en el Reichstag. No hacía alusión a la crisis económica, ni a la reunificación alemana, ni a la inmigración, ni a la violencia juvenil. No decía nada de otros muchos problemas que están hoy sobre la mesa de los países europeos.

Silenciar esto en un país que se ha situado a la cabeza del directorio europeo era grave, según ellos. Era un discurso excesivamente académico. No encontraban titular con el que abrir sus crónicas. Pero Benedicto XVI ya lo indicaba al comienzo de este discurso significativo: “He venido a encontrar a la gente y hablar con ella de Dios”. Y hablándoles de Dios, iba a la raíz de los problemas.

Ofrezco cuatro grandes claves del viaje, engarzadas con cuatro momentos: discurso ante el Bundestag; encuentro con judíos y musulmanes en Berlín; reunión con luteranos y ortodoxos en Erfurt; y discurso a los colaboradores parroquiales en Friburgo.

Una propuesta para Europa

La sociedad tiene que abrir las ventanas a la luz de Dios. Lo dijo el Papa ante el medio millar de parlamentarios reunidos: “La visión positivista del mundo es en su conjunto una parte grandiosa del conocimiento humano y de la capacidad humana”. No hay que renunciar a ello, pues “la razón positivista, que se presenta de modo exclusivo, no es capaz de percibir nada más que aquello que es funcional. Se parece a los edificios de cemento armado sin ventanas, en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios”.

Testigo de esa necesidad de luz: la estructura del nuevo Parlamento, construido sobre las ruinas del viejo Reichstag, con una luz que entra a raudales, según el proyecto de Foster. “Es necesario volver a abrir las ventanas, hemos de ver nuevamente la inmensidad del mundo, el cielo y la tierra”. Dios tiene algo que decir al hombre hoy.

La importancia de las religiones

Y son las religiones las que llevan el mensaje de Dios. El Papa se ha convertido en una especie de carrefour de quienes creen en la trascendencia como positiva para el desarrollo de los pueblos. Hace falta un diálogo interreligioso que haga posible que esa trascendencia tenga un lugar destacado en el corazón del mundo de hoy. La religión es una propuesta conjunta. Y no es solo el cristianismo el que hace una propuesta trascendente.

También lo hace el judaísmo: “Hoy me encuentro en un lugar central de la memoria, de una espantosa memoria: desde aquí se programó y organizó la Shoah, la eliminación de los ciudadanos judíos en Europa (…) Las horribles imágenes de los campos de concentración al final de la guerra mostraron de lo que puede ser capaz el hombre que rechaza a Dios”. Y les propuso, para que Dios sea acogido por todos, el discurso de las Bienaventuranzas que “no deroga la Ley de Moisés, sino que desvela sus recónditas posibilidades y hace surgir nuevas exigencias”.

Tendió también la mano a los musulmanes en el edificio de la Nunciatura Apostólica: “Pienso que es posible una colaboración fecunda entre cristianos y musulmanes. Y, de este modo, contribuiremos a la construcción de una sociedad que, bajo muchos aspectos, será diversa de aquella que nos ha acompañado desde el pasado”. En el horizonte, el Encuentro de Asís del próximo 27 de octubre, en donde se mostrará cómo desde lo religioso se puede construir un mundo mejor.

La urgencia del ecumenismo

En este empeño, los cristianos no deben caminar desunidos. Es urgente la unidad en el proyecto ecuménico. No se puede ceder a la presión de la secularización y llegar a ser modernos adulterando la fe. La fe tiene que ser nuevamente pensada y vivida, hoy de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente.

Esto es una tarea ecuménica central. Como sucedió con los mártires de la época nazi, que propiciaron nuestro acercamiento recíproco, suscitando la primera apertura ecuménica. Fueron palabras en Erfurt, a la sombra de la reforma de Lutero. También allí cerca, a los ortodoxos invitó a seguir trabajando por esa unidad.

La renovación de la Iglesia

Todo ello no tendría sentido si no aspiráramos a la renovación de la Iglesia en un momento en el que, con el avance de la secularización, crecen las deserciones en su interior. El Papa remató su visita con un discurso sobre la reforma de la Iglesia en su encuentro con los católicos en Friburgo. La Iglesia somos todos, no solo la jerarquía, y a todos nos corresponde la renovación, no por esnobismo, sino por fidelidad a la misión. Para ello apeló al distanciamiento de la Iglesia de todo poder temporal y de todo apego a lo material y a la riqueza, para que así luzca la verdad.

Cuatro claves que merecen ser reflexionadas detenidamente. Oportunas, valientes, claras y, sobre todo, llenas de esperanza y de futuro.

En el nº 2.770 de Vida Nueva.

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