Josep Maria Carbonell: “Los que creen que Cataluña está descristianizada, se equivocan”

Presidente de la Fundación Joan Maragall

JORDI LLISTERRI | El centro del Arzobispado de Barcelona dedicado al diálogo fe-cultura empieza este curso con un nuevo presidente; por primera vez, un laico. Josep Maria Carbonell protagoniza una sucesión tranquila en la Fundación Joan Maragall (FJM) tras los 22 años de presidencia del sacerdote Antoni Matabosch. Entre los proyectos más inmediatos, la exposición que se inaugurará en el Vaticano el 24 de noviembre sobre Gaudí y la Sagrada Familia. Y, a largo plazo, la creación de un centro cultural católico en un espacio singular y visible de Barcelona. [Siga aquí si no es suscriptor]

Doctor en Comunicación, Carbonell fue diputado en el Parlamento catalán, presidente del Consejo del Audiovisual de Cataluña y, tras una etapa en la empresa privada, desde mayo es el decano de la Facultad de Comunicación Blanquerna de la Universidad Ramon Llull.

– El cardenal Jubany creó la FJM hace 22 años para impulsar el diálogo entre la fe y la cultura. Hoy el tema es el Patio de los Gentiles…

– Es que podemos decir que la Joan Maragall es una especie de Patio de los Gentiles antes de su formulación actual. La intuición fundamental que ya nos movió a los que participamos en su creación fue que el cristianismo tenía que tender puentes y dialogar con la cultura de nuestro país. El cristianismo siempre ha querido incidir y expresarse en el interior de las culturas. Venimos de la gran apertura al diálogo con la modernidad del Vaticano II. La FJM permanece en este espíritu conciliar de hacer que la problemática de la cultura y del pensamiento esté muy viva en el interior de la Iglesia.

– Esta experiencia de diálogo se produjo en un momento de fuerte vitalidad cultural cristiana. ¿Es la misma situación?

– Es cierto que, progresivamente, el cristianismo se esta situando más en los márgenes que en el centro de la cultura actual. Pero es muy importante tener presente a qué realidad nos enfrentamos hoy. La cultura hegemónica dominante en la sociedad occidental tiene una matriz triple: la del liberalismo, que insiste en la autonomía del sujeto y la individualización; la matriz que nace de la crítica a la modernidad y que representa el nihilismo sistemático o cínico; y, en tercer lugar, la mercantilización, las normas del mercado que han penetrado profundamente en las relaciones entre la persona y en el mundo cultural. Estas tres dimensiones se encuentran en las antípodas de lo que es el núcleo del mensaje del cristianismo. Así, se puede plantear hoy el catolicismo como un actor contracultural.

Reivindicar valores

– ¿Esto no puede llevarnos al gueto?

– En absoluto. No se trata de inmolarse; se trata de reivindicar los valores nucleares del catolicismo. A menudo, la búsqueda del bienestar material ha llevado a olvidarse que en la persona, la dimensión espiritual es fundamental. En cambio, si nos fijamos bien, el individualismo, el nihilismo o la mercantilización condicionan demasiado la educación, la cultura o las relaciones sociales. El catolicismo debe empezar a desmontar estos falsos ídolos. Y esto no se consigue reivindicando nostálgicamente el pasado, sino reivindicando las bienaventuranzas, el corazón del mensaje cristiano.

– ¿Cómo actúa en este contexto la FJM?

– En estos 22 años se ha ganado la credibilidad por las actividades, por las publicaciones, por su itinerario y por las personas que han colaborado con ella. En algunos sectores ya somos punto de referencia, pero, hoy, lo que nos toca es trabajar con mucha gente que quizá no se manifiesta creyente, pero que hace un análisis muy similar al nuestro. Muchos comparten la idea de que no se puede avanzar con una sociedad en estos niveles de individualismo tan sectario, que no podemos dejar que las reglas del mercado estructuren las relaciones sociales, ni podemos dejar que una anomia moral se imponga.

– ¿Hay referencias en otras capitales europeas con un trabajo similar?

– Esencialmente, nuestras relaciones han sido con dos centros de dos ciudades bastante parecidas a Barcelona: el Centro San Fedele, de Milán, y Le College des Bernardins, de París. Junto con el Centro de Marsella, la relación estable y fuerte que hemos mantenido con ellos nos hace creer que un camino de futuro es la creación de un centro cultural en un lugar emblemático de la ciudad. Se trata de avanzar hacia un espacio de diálogo, de encuentro, de conferencias, de exposiciones, de arte… en el que se encuentren creyentes y no creyentes. Esto también nos permitiría ganar visibilidad pública.

– ¿Les preocupa esta presencia pública?

– Es que no es un problema que afecte solo a la FJM. Afecta a un tipo de catolicismo conciliar y dialogante que ha perdido una cierta visibilidad en la esfera pública.

– ¿En Cataluña es más difícil?

– Hay unos tópicos que no se ajustan a la realidad. El catolicismo en Cataluña es una realidad muy viva, con una red de parroquias activas, con una actividad social insustituible, con más de 400 escuelas cristianas, con los centros universitarios de más prestigio de titularidad católica… Los que creen que Cataluña está descristianizada, se equivocan.

– Este otoño, en el Vaticano, se podrá visitar durante dos meses la exposición ‘Gaudí y la Sagrada Familia: arte, ciencia y espiritualidad’. ¿Qué se busca con ello?

– Siempre hemos mantenido una intensa relación con el Pontificio Consejo para la Cultura, en su momento con el cardenal Poupard y ahora con Ravasi, quien nos sugirió la posibilidad de hacer una actividad en Roma para mostrar el trabajo de la FJM, lo que nos llevó a pensar en una magna exposición sobre la Sagrada Familia, la obra cultural más emblemática del catolicismo en Cataluña. Así, con el Patronato de la Sagrada Familia, hemos preparado una muestra muy pedagógica que permita comprender el proyecto espiritual de Gaudí asociado su obra principal.

– Su inicio en la presidencia de la FJM coincide con una nueva etapa profesional como decano de la Facultad de Comunicación Blanquerna. En los retos que antes enumeraba, ¿también puede tener un papel una facultad de Comunicación?

– Dentro de la Universidad Ramon Llull, nuestra apuesta es compaginar de manera ejemplar las humanidades y la profesionalidad. Estos dos pilares son los que han dado consistencia a una facultad con 1.500 estudiantes y 190 profesores. Ciertamente, el entorno no es fácil. Los códigos tradicionales del periodismo están siendo engullidos por una competencia feroz, y hay medios de comunicación que se han convertido en medios de agitación. Pero, a pesar de esto, nosotros apostamos por formación humanística y ética durante todos los estudios.

Compromiso desde el socialismo

– Su trayectoria profesional esta vinculada básicamente a la gestión pública y política desde el Partido Socialista. Ahora asume nuevos compromisos eclesiales. ¿Hay un giro?

– Desde el año 1975 he estado implicado en movimientos eclesiales, en la Acción Católica, en Pax Romana Internacional, en el Consejo Pastoral de Barcelona, en la Fundación Joan Maragall desde sus inicios… Quiero decir con esto que he compaginado los dos aspectos que han formado mi identidad: la política, entendida como la manera de intentar alcanzar el mejor de los futuros posibles, que siempre serán imperfectos, con mi dimensión de católico apostando por varios proyectos eclesiales. Todo esto me ha reportado grandes satisfacciones y grandes decepciones, pero siempre he intentado estar allí en donde creo que puedo hacer un servicio a la comunidad.

En el nº 2.769 de Vida Nueva.

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