El turismo, una realidad en alza

SALVADOR BATALLA GARDELA, Delagado de la pastoral de Turismo | Una de las cosas que ha cambiado profundamente en las últimas décadas ha sido la cultura del ocio, fruto de uno de los logros de la sociedad moderna: la libertad, el tiempo libre, la exigencia de la disponibilidad de nuestro tiempo. Conviene reflexionar sobre ello, ahora que vamos a celebrar, el 27 de septiembre, la Jornada Mundial del Turismo.

Como afirma la Declaración Universal de los Derechos Humanos, toda persona tiene derecho al descanso y al ocio, especialmente a una limitación razonable de la duración del trabajo, y a vacaciones pagadas. Y todo ello determinado por otro fenómeno social: la movilidad humana.

Se entiende por movilidad humana varios hechos y fenómenos sociales: el vaivén o trasiego humano, que abarca las migraciones internas o externas; el turismo nacional y extranjero; las segundas residencias; las personas que se trasladan por trabajo, enseñanza, atención sanitaria…

En el campo del turismo, si en 2010 hubo en España 52’7 millones de turistas extranjeros, en 2011 aumentaron un 4%. En nuestro país, segundo destino en términos de ingresos económicos, y el cuarto por visitantes, el turismo genera el 12% del PIB. A ello hay que añadirle el turismo nacional, de fin de semana, las segundas residencias, las miles de casas rurales…

La importancia del turismo es evidente; su poder económico, claro, con buenas perspectivas de trabajo. No hay pueblo español al que esta variante de la movilidad humana no le afecte y condicione su vida y actividad.

Hoy, filósofos, sociólogos y educadores nos hablan de substanciar el tiempo libre, la cultura del ocio, que no es algo que se deba considerar como secundario, sino un tiempo con identidad propia. Pero el pensamiento dominante nos hace, en otro sentido, otra aportación: el trabajo –y sin duda el trabajo vocacional– llevado a cabo con cualidades idóneas y realizado con esmero, es una forma de realización personal, de completar la creación, y una llamada a la perfección y santificación. De esta forma se habló, hace poco tiempo, de la mística del trabajo.

Según este criterio, el trabajo es un factor generador de riqueza, de sostenimiento personal y familiar. Y, en tiempos de crisis económica, su falta es una profunda frustración que lleva implícita poca autoestima personal y desconfianza social.

Pero el hombre no está creado solo para trabajar. Creado a imagen y semejanza de Dios, es un ser inteligente, dotado para amar, que utiliza su libertad para ser y su tiempo para vivir, para realizarse, experimentar los dones de la creación, la gracia, la gratuidad… Y el tiempo libre no es un medio banal, sino una llamada a vivir una mejor comunicación con Dios, consigo mismo, con los otros, con la naturaleza.

Estamos abocados a tener más tiempo libre y a que el tiempo de trabajo deba racionalizarse, dividirse y compartirse con los parados.

Preparar y educar

Por ello, el primer objetivo de cualquier pastoral realista tiene que formularse así: “La misión de la Pastoral de Turismo es preparar y educar para que la persona cristiana y su comunidad viva el tempo libre o la cultura del ocio”.

A partir de esta reflexión, se podrían formular las siguientes conclusiones:

• El turismo forma parte de la cultura del ocio y entraña significados como realización humana, descanso, silencio, contacto con Dios, con uno mismo, con los otros, con la naturaleza…

• Se menosprecia el vocablo turismo, como si fuera algo negativo, cuando tiene un fuerte contenido definidor y constituyente. El turismo es inteligente y siempre cumple los requisitos anteriormente citados.

• La peregrinación, la romería, el viaje turístico religioso son estilos y formas diferentes de acudir a un lugar sagrado, todas buenas si poseen las condiciones debidas, y en todas deben primar los valores humanos, los espacios de paz, de hermandad, de realización personal, de silencio… La peregrinación conlleva una exigencia: la conversión o el mejoramiento de vida cristiana. La austeridad es un valor añadido, que no siempre poseen.

• Las agencias de turismo religioso en España, en general, son muy profesionales y competentes. Hay que dejarlas cumplir sus cometidos específicos.

• Ni la Comisión de Pastoral de la CEE ni las delegaciones diocesanas de Pastoral de Turismo deben dividirse (Turismo y Peregrinación), pues es un tronco común y el turismo debe alimentar con sus valores a cualquier peregrinación.

• El turismo es una realidad propia, con su autonomía, que no hay que doblegar para que alcance sus niveles más preclaros: libertad, creatividad, espontaneidad.

En el número 2.769 de Vida Nueva.

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