Alemania: la Iglesia que se encontrará Benedicto XVI

Una visita clave en un momento difícil

Joseph Ratzinger, en la Iglesia donde fue bautizado

KLAUS NIENTIEDT, redactor jefe del semanario Konradsblatt del Arzobispado de Friburgo. Traducción: Ignacio Ramos | Benedicto XVI visita del 22 al 25 de septiembre Alemania, su país natal, en un momento en el que la Iglesia católica de esa tierra vive una fase difícil de su propio desarrollo.

La disminución del número de católicos es reflejo de algunos de los galopantes cambios demográficos, y de otros como la pérdida de importancia del cristianismo y de la Iglesia popular tradicional.

Ciertos cambios estructurales profundos del panorama pastoral vienen provocando incertidumbres internas. Algunas tensiones intraeclesiales favorecen una imagen de la Iglesia menos cerrada. La gran pregunta en torno a esta visita papal es hasta qué punto le será posible al Papa, a su propia Iglesia de origen, en la que se ha implicado como profesor de Teología y como arzobispo de Munich y Freising, proporcionarle un impulso capaz de perdurar más allá del día de su partida.

Logotipo de la próxima visita del Papa a Alemania

Los datos estadísticos son expresión de un profundo cambio. Hoy día, la pertenencia a la fe y a la Iglesia como expresión de religiosidad popular es cada vez menos un dato evidente. Aun cuando todavía una gran parte de la población pertenece a una de las dos grandes Iglesias (y destinan una parte de sus impuestos, en consecuencia, a ella), esto no puede ciertamente ocultar el hecho de que la práctica activa de la fe se está convirtiendo cada vez más en un fenómeno minoritario.

Siendo esto así, la secularización no significa necesariamente que la religión vaya a desaparecer de la escena, sino que será vivida progresivamente de forma más individual. Al individuo le toca decidir qué y cómo piensa y vive su ser miembro de la Iglesia. De esta manera, la pertenencia eclesial se hará más flexible y quebradiza. Este proceso de pluralización de la Iglesia lleva a una fragmentación en diversas corrientes y direcciones.

Cambios estructurales

La Iglesia católica en Alemania experimenta desde hace años un período de importantes cambios estructurales. El número de sacerdotes activos que es posible encontrar al servicio de la diócesis cae considerablemente. En 2009, se ordenaron 99 sacerdotes. En 1990, se ordenaron 295; la última vez que hubo más de 300 fue en 1970. La consecuencia: los sacerdotes quedan progresivamente a cargo de varias parroquias, en lugar de responder por una. Las parroquias se van integrando en unidades más grandes (las llamadas Seelsorgeeinheiten o unidades de servicio pastoral).

Los sacerdotes se van convirtiendo, en estas condiciones, en gerentes de pequeñas y medianas empresas (eclesiales). Por lo demás, sus tareas se centran en la administración de sacramentos; deben dejar muchas de las cosas de la parroquia y de la atención pastoral a otros, que en buena medida son voluntarios. A no pocos sacerdotes les habita una sensación: “Yo no he llegado a ser sacerdote para este tipo de ejercicio del ministerio sacerdotal”. Los mismos sacerdotes sienten la amenaza real de una pérdida de contacto y cercanía con las personas.

Encuentro con líderes judíos en Ratisbona

Si no fuese por el gran número de trabajadores laicos que se implican a tiempo completo en el ministerio parroquial, el sistema parroquial actual se habría derrumbado hace tiempo. Ya no se puede pensar la pastoral sin la presencia de hombres y mujeres no ordenados.

La disminución en la administración de sacramentos y el aumento de las deserciones formales de la Iglesia se sitúan en contraste con el progresivo fortalecimiento de las estructuras eclesiales. Las Iglesias en Alemania están –según el Gobierno– entre los mayores empleadores del país. Muchas de las instituciones sociales pertenecen a alguna de las dos asociaciones benéficas, a la de la Iglesia católica (Cáritas) o a la de la evangélica (Diakonie).

Precisamente, esta acción caritativa de las Iglesias goza de un alto reconocimiento social, incluso entre aquellos que no pertenecen a los miembros de la Iglesia activa. El sistema estatal de Alemania es favorable a la iniciativa privada en el sector social, también en el ámbito de la educación –y es aquí donde las dos principales Iglesias vienen a ser los principales protagonistas a nivel institucional–. Es por eso por lo que algunos siguen pagando el impuesto para la Iglesia, a pesar de que en su interior vivan alejados de la fe y de la Iglesia.

Relaciones Iglesia-Estado

La cooperación entre Estado e Iglesia es tradicionalmente fuerte. Las Iglesias son corporaciones de derecho público. La Religión es la única materia escolar en la Constitución de la República Federal de Alemania establecida como asignatura obligatoria en las escuelas públicas –eso sí, con posibilidad de ser abandonada con la llegada de la “mayoría de edad religiosa” (14 años)–. Los estudiantes que dejan las clases de Religión están constreñidos a asistir a Ética u otra asignatura sustitutiva similar. Las facultades teológicas de cuño confesional están abundantemente representadas en las universidades públicas.

No existen reivindicaciones políticas serias que cuestionen la existencia, avalada por la Constitución, de este estado de cosas tocante a la Iglesia y a la religión. En el este de Alemania (los nuevos Bundesländer), las disposiciones en vigor en la parte occidental del país fueron ampliamente adoptadas.

Sin embargo, no es posible pasar por alto ciertas reclamaciones que, aquí y allí, demandan una separación más nítida de las cuestiones de la Iglesia y del Estado. Las Iglesias no están hoy en la coyuntura de dejar de reclamar activamente su tradicional estatus histórico en la sociedad alemana. Además, es de reseñar que incluso en los nuevos Länder federados, ciertos círculos políticos no entienden y no querrían aceptar un tipo de cooperación activa entre Iglesia y Estado basada en una neutralidad mutua por principio.

El Papa, con los obispos alemanes en imagen de archivo

Un Papa alemán

Estando reunidos en 2005 los cardenales en el Cónclave para la elección del sucesor de Juan Pablo II, el cardenal Joseph Ratzinger fue señalado como “papable” en los medios de comunicación. En Alemania, muchos dudaban en ese momento de que un alemán fuera a ser el elegido para ocupar la Cátedra de san Pedro a pocas décadas de la II Guerra Mundial. Por eso, hubo sorpresa entre los compatriotas de Ratzinger al verlo prevalecer, incluso relativamente rápido, en el Cónclave.

Al comienzo del pontificado de Benedicto XVI reinó la euforia, incluso en ámbitos no eclesiales. El principal tabloide de prensa amarilla en Alemania tituló: “Somos Papa”. La Jornada Mundial de la Juventud de 2005, en Colonia, todavía planeada y preparada bajo Juan Pablo II, mostrÓ una imagen desacostumbradamente joven de la Iglesia y el cristianismo. En ese momento, la fe y la Iglesia recabaron un fuerte interés en círculos intelectuales. Algunos medios vieron motivos para diagnosticar un “retorno de la religión”. La primera encíclica de Benedicto XVI, Deus caritas est, de diciembre de ese mismo año, cosechó impresiones de todo punto benevolentes.

Sin embargo, el clima positivo no se mantuvo. La vuelta de la misa tridentina como forma extraordinaria del rito romano en la liturgia provocó gran escepticismo y rechazo en Alemania, a excepción de grupos minoritarios que llevaban mucho tiempo pidiéndola. La rehabilitación de validez de la oración del Viernes Santo en la versión de 1962 –había sido posteriormente sustituida por una nueva fórmula, por su parte, es cierto, teológicamente controvertida– desató temores de un deterioro de las relaciones con los judíos. La negación del Holocausto sostenida por Richard Williamson –uno de los cuatro obispos tradicionalistas ordenados ilegítimamente, cuya excomunión había sido levantada por Benedicto XVI– hizo que los temores se confirmasen.

El caso de los abusos

El año 2010 fue uno de los más duros en la historia de la Iglesia católica en Alemania. En muchas diócesis, víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes o religiosos notificaron o denunciaron sus casos. Al crimen de maltrato infantil se sumaron en el pasado intentos eclesiales de tapar los hechos, posibilitando a los abusadores un nuevo comienzo, con lo que estos, habitualmente, volvieron a caer en el nuevo destino en aquello que habían perpetrado bajo presión en los sitios anteriores.

Este proceder ha traído a la Iglesia una pérdida importante de credibilidad. Los acontecimientos de 2010 han dado lugar a un aumento significativo en las salidas de la Iglesia.

Pliego íntegro, en el nº 2.768 de Vida Nueva.

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