María José Mansilla: “A la mujer que aborta hay que ofrecerle el Evangelio”

Responsable del Proyecto Raquel

VICENTE LUIS GARCÍA |  Dar vida y salvar vidas, material y espiritualmente. Así se resume  el leitmotiv de María José Mansilla, madre de dos hijos y promotora de la implantación en España del Proyecto Raquel, que lucha contra el aborto desde una estructura eclesial. [Siga aquí si no es suscriptor]

Durante sus embarazos, profundizó en la “dimensión social y espiritual” del aborto, lo que le llevó a contactar con el Movimiento Pro Vida. De entre los casos que conoció, hubo uno que marcó su futuro: “Era una chica a la que iban a realizar un aborto justificado por la enfermedad que padecía y que los médicos argumentaban que era incompartible con el embarazo”.

Esa enfermedad era la PTI (púrpura trombocitopénica idiopática), la misma que padece María José, madre de dos criaturas. Su inmediata reacción fue: “Yo tengo que hablar con esa chica y decirle que la están engañando, que aquí están mis hijos para demostrarlo”.

A partir de este momento, y de la mano de Esperanza Puente, de Red Madre, María José se implicó más en Pro Vida y comenzó su labor como ‘rescatadora on line’: “Tomé conciencia de que toda esta labor, sin Dios, se quedaba muy coja. Es muy importante salvar una vida, pero si a la madre, además de ayuda, no se le ofrece y anuncia el Evangelio, nos quedamos muy cortos. Esto es especialmente cierto tras abortar. Si Dios no sana sus heridas y ella no se encuentra con la misericordia y el perdón de Dios, la labor psicológica no es suficiente”.

Pro Vida en España era “demasiado aconfesional”. A su juicio, “es un error que esta organización se presente como aconfesional cuando la mayoría de sus miembros no lo son. Es mentira que la identidad religiosa produzca rechazo”. Ya entonces tuvo contacto con Magaly Llaguno, responsable de la mayor organización católica pro vida, Human Life International, con quien acabó compartiendo esta inquietud, encontrando la respuesta a su demanda a través de la creación en España del Proyecto Raquel, ya presente en varios países de América.

“Ahora –afirma– soy cada vez más consciente  de la necesidad que hay en España de la atención pastoral al postaborto desde la Iglesia y también de los maravillosos frutos de sanación que el Señor nos está regalando. Realmente, estas mujeres vuelven a la vida.”

Identidad diocesana

El Proyecto Raquel está funcionando en las diócesis de Getafe y Alcalá de Henares, y otras ocho (Palencia, Valladolid, Santander, Bilbao, Albacete, Tarragona, Sevilla y Madrid) están en cartera para implantarse a lo largo del próximo curso.

En esta lucha, María José ha vivido experiencias duras, pero también ha sentido la felicidad tras el alumbramiento de un niño, compartida hasta por las personas que inicialmente se oponían a su nacimiento. El mensaje que María José transmite a las mujeres es: “Que no se dejen engañar. Aunque la sociedad lo plantee como una solución fácil, eso no es cierto. No existe el ‘desembarazo’. Si abortas, siempre serás la madre de un niño muerto. Ahora bien, siempre hay esperanza si decides seguir adelante”.

Un dato significativo: “Ninguna mujer me ha dicho: ‘No quiero tener al niño’. Siempre dicen: ‘No puedo’. Por otro lado, tampoco he conocido a nadie que se haya arrepentido de dar a luz a una nueva criatura y, sin embargo, a diario recibo a personas destrozadas por no haberlo tenido”.

Recientemente, ha participado en el Congreso Respeto a la vida y evangelización, en la diócesis de Phoenix (EE.UU.), en el que han participado 2.000 personas de varias diócesis americanas e hispanoamericanas. Un claro ejemplo de que la lucha por la vida carece de fronteras es que, en su ponencia, María José intervino junto a un representante del Episcopado norteamericano y de Human Life International para promocionar el Proyecto Raquel en Latinoamérica y entre los hispanos de EE.UU.

EN ESENCIA:

Una canción: Non, je ne regrette rien.

Un libro: Mi vocación es el amor, de Jean LaFrance.

Un lugar en el mundo: Madrid.

Una persona: Teresa de Calcuta.

Un valor: la confianza.

La mayor alegría: contemplar la acción de Dios en el corazón de los demás.

La última tristeza: la muerte de mi padre.

Me gustaría que me recordasen por… haber llevado un poco de consuelo a todo el que se haya acercado a mí.

En el número 2.768 de Vida Nueva

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