OBITUARIO: Julio Lois, un teólogo de barrio, un creyente comprometido

JOSÉ LUIS CORZO | El pasado 22 de agosto murió en La Coruña, acompañado de sus hermanos, el profesor del Instituto de Pastoral de la Pontificia de Salamanca, Julio Lois. Él vivía en Madrid, en el barrio de Vallecas, como sacerdote secular y coadjutor desde 1972: en la parroquia de Santa Irene y, desde 1982, en la de Santo Tomás de Villanueva, regentada por los dominicos. Su medio ambiente natural era hacerse entender por la gente sencilla que acompañaba y de la que ha recibido tanto cariño.

De ahí nunca se ha movido, aunque la sociedad española haya cambiado tanto. Culto, estudioso, trabajador y minucioso cuando escribía o hablaba en público, ya fuera en clase o en el altar, no era, desde luego, ni un eclesiástico de carrera, ni un teólogo de la Academia, ni siquiera de la polémica. Era un creyente que buscaba con su inteligencia más fe, más amor y más esperanza; atento en sus lecturas a las demás corrientes teológicas.

Vocación tardía

Julio nació en Pontevedra en 1935. Tenía 76 años. Primero se licenció en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela y en 1957 ingresó en el Seminario de Vocaciones Tardías de Salamanca, en cuya Universidad Pontificia se licenció y se doctoró en Teología. En Roma estudió Sociología Pastoral y, en 1966, en equipo con otros seis sacerdotes españoles, se fue a Bolivia para trabajar como formador y profesor en el Seminario Nacional de Cochabamba. Eran los años del Concilio y de Medellín, de la muerte del Che precisamente en aquellas tierras de pobreza, y del nacimiento de la Teología de la Liberación.

Él mismo ha contado el despertar allí de su vocación por la teología y el estudio: “Creo que fue entonces cuando adquirí la convicción de que para hacer teología era preciso escuchar los desafíos de la clamorosa pobreza en que vivía la mayoría de la población y que, para ello, se hacía necesario optar por una forma de vida que permitiese realmente tal escucha”.

Es el principio inversor de su Cristología: “Para conocer a Jesús y encontrarse auténticamente con Él, es preciso seguirle”. No primero conocerle, para imitarle, sino descubrirle entre los desafíos de la realidad. Una verdadera Teología pastoral: más que aplicación de la dogmática, pneumatología hoy.

Por eso sus alumnos, unánimes, tanto le agradecen su enseñanza como su coherencia. Nadie que le haya tratado dirá de él algo negativo. Pasaba la prueba de la cercanía personal. La Resurrección del Señor tan bien explicada… ¡ya la vive en el seno del Padre!

En el nº 2.766 de Vida Nueva.

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