Carducho regresa a El Paular tras dos siglos

Esta serie, dedicada a la orden de los Cartujos, sufrió la desamortización de Mendizábal

'El milagro del manantial'

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Vicente Carducho (Florencia, 1576–Madrid, 1638) regresa al Paular. Casi 200 años después de la desamortización de Mendizábal, en 1835, el monasterio de Santa María de El Paular recupera la imponente serie dedicada a la orden de los Cartujos. Lo hace en el emplazamiento original para la que fue pintada entre 1626 y 1632 por encargo del prior Juan de Baeza: el claustro soli meruere beati, construido en la segunda mitad del siglo XV por Juan Guas.

Los 52 grandes lienzos recuperados –de los 56 originales– se exponen entre las ménsulas de las galerías Sur, Oeste, Norte y Este del claustro, objeto también de un ambicioso proyecto de restauración, aislamiento y musealización dirigido por el arquitecto Eduardo Barceló, imprescindible para acoger la obra maestra de Carducho.

“Era el pintor más respetado y prestigioso de la corte madrileña, el más capaz para acometer un trabajo de tal complejidad donde se requería diseñar composiciones de semejante tamaño y dificultad, y demostrar dominio del espacio, capacidad narrativa, manejo de numerosas figuras, exposición de sentimientos y gestualidad, así como el empleo de un colorido que diera amenidad a toda la serie”, explica Leticia Ruiz, conservadora del Museo del Prado, institución que en el año 2000 emprendió la labor de recuperación y restauración de la serie, dedicada a la vida de san Bruno de Colonia, fundador de la orden, y completada con escenas de la historia cartuja, incluida la vida y milagros de sus principales santos y mártires.

El ciclo pictórico de El Paular fue ideado por Juan de Baeza y recreado pictóricamente por Carducho, después de múltiples dibujos y bocetos, en lienzos de 3,45×3,15 metros rematados en arcos de medio punto. “Como otros grandes conjuntos claustrales del momento –explica Ruiz, responsable del proyecto de recuperación–, Carducho concibió las grandes telas como pintura mural.

Un itinerario infausto

Arrancado de los muros de El Paular, en donde había permanecido dos siglos, el magnífico repertorio pictórico, gran exponente de la pintura religiosa e histórica del Barroco, comenzó un infausto itinerario que lo llevó, primero, al convento de la Trinidad –también desamortizado–, en donde pasaron a formar parte del Museo Nacional de Pintura y Escultura, que abrió sus puertas en Madrid en 1838.

En 1872 el Museo de la Trinidad cerró sus puertas, pasando sus fondos al Museo del Prado, lo que provocó la completa disgregación de la serie cartujana, de la que ya se habían comenzado a repartir algunos lienzos en 1867. Por su gran tamaño y número de obras, ante la imposibilidad de exponerla conjuntamente, el Prado optó por diseminarla entre La Coruña, Valladolid, Jaca, Burgos, Sevilla, Córdoba, Zamora, Poblet y Tortosa. De esta última ciudad, desaparecieron dos lienzos durante la Guerra Civil.

Leticia Ruiz ha estudiado a fondo las 52 telas que expone de nuevo bajo las cuatro crujías de 45 metros de longitud, con bóvedas surcadas por nervaduras góticas flamígeras, que componen el claustro mayor de El Paular, en plena sierra de Rascafría (Madrid).

El ciclo de Carducho y Juan de Baeza se divide en dos grupos: los 27 primeros, situados a lo largo del panda norte y oeste, ilustran la vida de san Bruno (1035-1101), desde el momento mismo en que decide abandonar la vida pública y retirarse a la Grande Chartreuse, hasta su muerte y primer milagro.

El segundo grupo, distribuido en los pandas sur y este, muestra el impulso de la orden entre los siglos XI y XVI, con algunos de los hechos más notables de los cartujos en Europa.

En el nº 2.766 de Vida Nueva (reportaje íntegro para suscriptores).

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