“No tengáis miedo al mundo ni al futuro”

Un millón y medio de personas en la Vigilia en Cuatro Vientos

Adoración del Santísimo en la Vigilia en Cuatro Vientos

JOSÉ LORENZO | La Vigilia de Cuatro Vientos, plato fuerte de la tercera jornada de Benedicto XVI en la JMJ de Madrid, resultó sobrecogedora. Y no tanto por el ruido y la furia de la tormenta que descargó justo cuando el Papa comenzaba su homilía, sino por el temple con el que el más de millón y medio de jóvenes congregados aguantó sus embates y, sobre todo, el silencio y profundo recogimiento que presidió la Adoración al Santísimo. “Vuestra fuerza es mayor que la lluvia”, les dijo el Papa cuando empezó a amainar y pasaron los primeros momentos de desconcierto, también organizativo.

El viento le devolvió el grito sordo que recorría las parcelas en las que estaban ubicados los jóvenes por sectores, y que proclamaba, una vez más: “¡Esta es la juventud del Papa!”.

A lo largo del día, una ingente multitud de jóvenes había dirigido sus pasos rumbo al aeródromo de Cuatro Vientos,  a ocho kilómetros de Madrid. Pronto se vio que el espacio delimitado (equivalente a 48 estadios de fútbol) se había quedado pequeño. El polvo levantado por la multitud era trasladado por una sofocante brisa africana que, a las cinco de la tarde, rozaba los 40º de temperatura.

El altar de Cuatro Vientos

Todos esos padecimientos parecieron mitigarse cuando, en torno a las 20:30, apareció el Papa para presidir la ceremonia. En el altar, unos jóvenes resumieron en varias preguntas que le formularon al Pontífice las inquietudes que, de una manera u otra, se les planteaban a todos los que allí estaban presentes y a otros muchos que no habían podido venir o que siguen buscando a tientas: ¿cómo seguir a Cristo en un mundo como el de hoy? ¿cómo explicarles a los que más sufren que Dios no se olvida tampoco de ellos? ¿cómo permanecer fieles?

Fue entonces, cuando Benedicto XVI comenzó a leer unos folios que al final quedarían empapados, cuando comenzaron las rachas de viento y agua y el cielo se iluminó de relámpagos. Pasado el mal rato, que el Papa aguantó con buena cara, protegido por varios paraguas de la lluvia que le llegaba de frente, se reanudó el acto, aunque sufrió importantes variaciones en su guión.

Ya no siguió leyendo el discurso; se dirigió a los jóvenes en inglés, francés, alemán, italiano, portugués y polaco y, tras revestirse con la capa pluvial, presidió la Adoración del Santísimo y les dio su bendición. “Hemos vivido una aventura juntos”, les dijo también en referencia a las inclemencias meteorológicas.

Pero merece la pena recoger aquí las palabras que tenía para ellos, las respuestas a las preguntas que le formularon a bocajarro, que él mismo agradeció por su sinceridad, y que, siguiendo el texto, le hacían preguntarse a sí mismo. “¿Cómo puede ser un joven fiel a la fe cristiana y seguir aspirando a grandes ideales en la sociedad actual?”. Pues “sabiendo que Dios nos ama”, respondía. “Esta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o de la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de Dios”.

Por eso, en el discurso se les invitaba, siguiendo el lema de esta JMJ, a permanecer arraigados en la fe para, así, encontrar “aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría”. “La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona”.

En una cultura relativista

Muy consciente de la incertidumbre en que vive instalada hoy la juventud en todo el mundo, el Papa les hubiera reconfortado de viva voz con un “no tengáis miedo al mundo, ni al futuro ni a vuestra debilidad”. “El Señor –debería haber leído– os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”.

Los jóvenes, empapados tras la tormenta

Como ha hecho en otras ocasiones en esta JMJ, el discurso pretendía infundirles nuevos ánimos, a sabiendas de que este mundo no ofrece hoy las mejores condiciones para la acogida de un mensaje de trascendencia como el que trae el Evangelio. “Precisamente ahora, en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad, que es la aspiración más alta del espíritu humano, debemos proponer con coraje y humildad el valor universal de Cristo”.

Para ello, les animaba a que “ninguna adversidad os paralice”, invitándoles a aprovechar esa Vigilia de oración para descubrir la vocación a la que cada uno de ellos está llamado. Vocación que puede ser a través de la llamada al matrimonio, “en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne, se realizan en una profunda vida de comunión”, o siguiendo más de cerca de Cristo “en el sacerdocio o en la vida consagrada”.

Joseph Ratzinger también hubiese querido iluminarles en esa noche que acabó amenazante sobre cómo podrían descubrir personalmente “la forma de vida a que el Señor os llama”. “Es indispensable permanecer en su amor como amigos”, pensamiento que apoyó con una frase de una de las patronas de esta JMJ, santa Teresa de Jesús, en su Libro de la vida: “Tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama”.

Finalmente, en su discurso, el Papa les suplicaba a los jóvenes llegados de los cinco continentes que rezasen por él. “Yo rezo por vosotros con toda el alma”. No pudo decírselo personalmente, pero todos los que estaban en Cuatro Vientos ya lo sabían.

La tormenta restó vistosidad a la ceremonia, pero fue incapaz de alterar la alegría y, a la vez, el recogimiento con el que se vivió. Y que continuó a lo largo de la noche en vigilia, esperando que el sol volviese a brillar al día siguiente para la misa de clausura. Como así fue.

En el nº 2.765 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL de Vida Nueva

Todo sobre la JMJ 2011 Madrid en VidaNueva.es

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