Caluroso recibimiento en Barajas

Benedicto XVI saluda al rey Don Juan Carlos

ANTONIO PELAYO | Con un ligero retraso –no atribuible al puntualísimo Joseph Ratzinger–, el Airbus ‘Citta di Fiumicino’ de Alitalia despegó del aeropuerto de Ciampino poco después de las 9:30 h., rumbo a Madrid, donde se posó anticipadamente. Con el Papa y su séquito (el secretario de Estado, Tarcisio Bertone; los cardenales españoles Martínez Somalo, Herranz y Cañizares; Félix del Blanco, limosnero de Su Santidad, y otros prelados), viajábamos 60 informadores, de los cuales 13 éramos españoles.

A las 10:30 h., el Papa se acercó a la parte trasera del avión para mantener el ya tradicional encuentro con los periodistas. Estaba relajado y escuchó con oído atento las cuatro preguntas que le planteó el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi, que las había elaborado a tenor de las sugerencias hechas por diferentes colegas.

Contrariamente a lo que algunos esperaban –e incluso tal vez deseaban–, no hubo en las repuestas ninguna frase que pudiera interpretarse en clave polémica. En la primera subrayó la continuidad con el impulso que dio a toda la Iglesia, a través de las JMJ, su creador, el beato Juan Pablo II: “Diría que son como una señal, una cascada de luz, dan visibilidad a la fe, visibilidad a la presencia de Dios en el mundo”.

Cientos de personas esperaban al Papa en Barajas

La profunda crisis económica que atenaza al mundo no podía ser ignorada, e insistió en que “la dimensión ética no es algo exterior a los problemas económicos, sino una dimensión interior y fundamental”, porque el hombre debe ser el centro de la economía (cita de Wojtyla). “La verdad es solo accesible en la libertad”, dijo en su tercera respuesta; “buscar la verdad y la dignidad del hombre –añadió– es la mejor defensa de la libertad”. Finalmente, expresó su confianza en la “siembra” de la JMJ, que “crece en silencio pero mucho”, porque ese es el estilo de Dios.

Esperado por los Reyes

El avión llegó al Pabellón de Honor del aeropuerto de Barajas y, entre los vítores y aplausos de dos mil de fieles, Benedicto XVI descendió la escalerilla para estrechar calurosamente las manos de Don Juan Carlos y Doña Sofía.

Luego tuvo lugar el intercambio de discursos. El del Rey abordó algunos importantes temas, como “la profunda crisis de valores” que se percibe en la sociedad, y afirmó que “los jóvenes necesitan no solo oportunidades, sino también la ejemplaridad de sus mayores. No podemos defraudar a los jóvenes en su legítimo anhelo de hacer realidad sus sueños. Sus aspiraciones y problemas deben ser nuestras prioridades”. “Es hora de acabar –destacó– con el intolerable paro juvenil y de animar a todos los jóvenes a tomar la antorcha de los valores que hacen grande a la humanidad”.

También el Papa se refirió a la necesidad de un empleo digno, y en otro momento apuntó: “No pocos, por causa de su fe en Cristo, sufren en sí mismos la discriminación que lleva al desprecio y a la persecución abierta o larvada que padecen en determinados países”.

Estaban presentes el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; los del Senado y el Congreso, Javier Rojo y José Bono; las autoridades madrileñas; el presidente del PP, Mariano Rajoy; y la embajadora de España ante la Santa Sede, María Jesús Figa. El Papa llegó a la Nunciatura Apostólica en torno a las 13:00 h.

En el nº 2.765 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL de Vida Nueva

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