Madrid es hoy el corazón del mundo

El mensaje de paz y amor del Papa y la JMJ 2011 toca a los jóvenes peregrinos

Participantes de la JMJ 2011, ayer en Cibeles

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | En la teórica hora de la siesta, desafiando al fuerte calor, desde cuatro horas antes de que Benedicto XVI cruzara la Puerta de Alcalá para dirigirse a la ceremonia de bienvenida y celebración de la Palabra, la Plaza de la Cibeles y sus aledaños se encontraban abarrotados. [Ir al Especial JMJ 2011].

Tal y como pudieron comprobar Sara, Rim y Sara, unas jóvenes de origen sirio que desde hace cuatro meses acampan frente al Museo del Prado en protesta contra la represión con la que el régimen de su país somete a las protestas que reclaman reformas democráticas. “Muchos se acercan a preguntarnos, nos apoyan, intercambiamos banderas… Sin conocernos de nada, se portan genial con nosotras”, afirmaban contentas.

Benedicto XVI, en la ceremonia de bienvenida en la Plaza de Cibeles

Ni importa que ellas sean musulmanas, como reflejaba el pañuelo que cubre su pelo: “Lo que cuenta es que todos somos hermanos. En Siria, musulmanes, cristianos y no creyentes trabajan unidos reclamando libertad y democracia frente a la dictadura. La situación es muy mala”, como reflejan las últimas noticias conocidas que advierten sobre posibles crímenes contra la humanidad. Repartiendo caramelos y regalando sonrisas, Sara, Rim y Sara se quedaron hablando con peregrinos de todos los países y culturas.

 

Una vez en Cibeles, un fuerte control policial hacía que cada peregrino que quisiera ver al Papa desde la plaza tuviera que pasar por un detector de metales y enseñar su acreditación. La seguridad motivó que en la parte central entraran menos jóvenes de lo que podrían haberlo hecho, quedando las partes accesorias completamente desbordadas desde varias horas antes.

Más tranquilas estaban Almudena, Olga y Mónica. Como el día anterior lo hiciera Marisa en el Retiro, ahora ellas eran las voluntarias encargadas de custodiar la Cruz y el Icono de la JMJ, situados ante el altar. “Felicidad inmensa”, “regocijo indescriptible” o “privilegio inmerecido” fueron algunos de los adjetivos que describían su estado emocional.

Ante ellas estaba Ignacio, de 21 años. Junto a decenas de voluntarios, ocupaba la primera fila, al lado de las autoridades que no estaban en la parte izquierda del altar. Luego tendría mucho trabajo, pues él y muchos otros más serían los encargados de dar la bienvenida al Papa animando mientras se ondenaron banderas de todos los países, en lo que fue una imagen realmente impactante. Trabajador en campamentos juveniles de la Congregación Mariana de la Asunción, era la primera vez que veía a Benedicto XVI, lo que le hacía estar “agradecido y emocionado”.

Mangueras contra el calor

El calor asfixiante fue combatido en las horas previas con mucha agua (los voluntarios repartían constantemente botellas y regaban con mangueras a los peregrinos, que recibían el “bautismo” divertidos), bailando al son de la música más actual, que sonaba atronadora por la megafonía y, lo más importante, con mucha imaginación.

El papamóvil recorrió varias calles del entorno de Cibeles y Alcalá

Como hicieron un grupo de franceses, que formaron un típico castell catalán, arropados por unos venezolanos con una bandera gigante. “Picados”, los argentinos, que eran muchos y se hacían ver, formaron otra torre humana y la corearon al grito de “¡Argentina, Argentina!”. Grito que repitieron cada vez que tenían ocasión para ello. Aunque lo cierto es que fueron los que más lemas inventaron. Agitando los brazos, al modo de los barras bravas futboleros de su país, cantaban cosas como: “Si esta no es la Iglesia, ¿la Iglesia dónde está?”.

A falta de unos minutos para que llegara el Papa, mientras sonaba la versión más marchosa del himno de la JMJ, incluso algún obispo “bailaba” agitando sus brazos. Admirado, el cardenal de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, señalaba a la multitud con su paraguas, buscando un horizonte donde no hubiera gente. No lo había. Bajo el altar, Xavier Novell, obispo de Solsona y prelado más joven del episcopado español, no paraba de mirar hacia atrás, viendo a los jóvenes saltar, cantar y bailar.

Pasodobles y la tuna para el Papa

Al fin, a las 19:30 h., Benedicto XVI llegó a la Puerta de Alcalá, que atravesó a pie en lo que fue un hito histórico, pues ningún Papa había cruzado el arco erigido por Carlos III. La ceremonia por la que al Pontífice se le hizo entrega de las llaves de Madrid y decenas de jóvenes le entregaron simbólicamente la ciudad, fue seguida desde Cibeles al son de pasodobles. El descenso del papamóvil a la plaza fue apoteósico, echándose al vuelo cientos de globos blancos en forma de paloma y con la tuna escoltándole al ritmo de tradicionales canciones españolas.

Tampoco los obispos quieren perderse detalle

Con el inicio de la celebración de la Palabra, los ánimos parecieron calmarse, imperando el recogimiento, solo interrumpido por puntuales aplausos cuando el Papa mencionó a Juan Pablo II, a la Virgen María o cuando se puso un sombrero hondureño que un joven le regaló como ofrenda. A su lado, el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, se mostraba exultante, hasta el punto de acompañar los bailes de los voluntarios cantando y levantando sus brazos.

Una hora después, a las 21:00 h. en punto, mientras el reloj del Banco de España se hacía notar, Benedicto XVI dio la bendición, que marcó el final de la celebración. En ese preciso instante, el sol se cubrió y empezó a anochecer, formando una estampa de gran belleza en un ambiente único, mientras todos los jóvenes entonaban el ‘Salve Regina’.

El Aleluya de Haendel, cuando el Papa subía otra vez hacia la Puerta de Alcalá camino a Nunciatura, donde ha dormido esta noche, o el cántico espontáneo del Coro, que gritó con bullicio: “¡Estos son los músicos del Papa!”, parecía el colofón final. Desgraciadamente, lo fue un aviso de megafonía que insistía en que “nadie” fuera hasta la Puerta del Sol “por motivos de seguridad”.

Pese a todo, el miedo a que se produzcan incidentes con los críticos de la visita papal no puede oscurecer un hecho real y visible: Madrid es el corazón mundial de una juventud que ofrece un mensaje de paz, libertad y amor.

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