La fiesta o el bosque del perdón

Doscientos confesonarios están a disposición de los participantes de la JMJ

Texto y fotos: J. L. CELADA | A escasos metros de donde se alza El Ángel Caído, la única estatua del mundo dedicada al diablo, erigida en 1874 por iniciativa del duque Fernán Núñez, asoma estos días en el paisaje del Retiro un extraño bosque blanco donde sobreabunda la Gracia. Dos centenares de confesonarios diseñados por el arquitecto Ignacio Vicens y materializados por el carpintero abulense Emilio Úbeda se alinean a modo de “barcos en busca de su horizonte” –como ha reconocido su creador–, convirtiéndose en el privilegiado (y respetuoso) escenario de la Fiesta del Perdón de esta XXVI Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

Haciendo frente a temperaturas inmisericordes, la misericordia de Dios se derramó generosa durante todo el día de ayer, martes 16 de agosto, a cuantos se acercaron a recibir el Sacramento de la Reconciliación. Cuidadosamente atendidos (y controlados) por los voluntarios, los sacerdotes y cuantos se acercaban hasta ellos para reconocer su culpa tuvieron oportunidad de compartir momentos de una serena intimidad penitencial, ajenos al gentío que circulaba por ambos lados de este amplio corredor de recogimiento.

Aunque el número de confesores y penitentes descendía a medida que iban transcurriendo las horas, en ningún momento cejó el goteo de quienes, como Ángel, en torno a los 40, decidieron acercarse hasta aquí.

Ángel ha decidido “dar el paso”

Aunque de hondas raíces cristianas, llevaba años sin acudir al confesonario, pero aprovechando la JMJ ha querido “dar el paso”. Quizá debió hacerlo hace tiempo en la parroquia de su barrio, se cuestiona en voz alta, pero la vida le está sometiendo a duras pruebas (su mujer padece esclerosis múltiple) y ha decidido que este era el momento.

Su testimonio es solo uno de tantos arrancado literalmente a la intimidad de ese encuentro con Dios que la Fiesta del Perdón pone al alcance de todos hasta las tres de la tarde del sábado 20.

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