Soledad Maldonado: “El diálogo es posible y enriquecedor”

Se declara agnóstica y trabaja como voluntaria de la JMJ

FRAN OTERO | Soledad Maldonado es una joven de 22 años, estudiante de Periodismo y Filosofía en la Universidad de Navarra. Y es voluntaria de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Hasta aquí todo normal, como muchos jóvenes. Lo sorprendente es que Soledad, o Sole, como ella misma firma la entrevista –que me envía por correo electrónico, porque está en Londres–, es agnóstica. Lo explica: “No me gusta llamarme atea, prefiero decir que soy agnóstica, porque no niego la existencia de Dios. No puedo afirmar ni negar absolutamente su existencia o no existencia”.

A pesar de esto, decidió enrolarse en el grupo de voluntarios de la JMJ –animada por un buen amigo– porque un evento así le permitiría adquirir experiencia profesional, “aprender mucho de comunicación”. “Y he aprendido, pero la enseñanza personal también ha sido enorme”.

Sorprenden sus respuestas: profundas, sinceras… Y aunque la letra escrita es más fría que una conversación, consigue romper la barrera y transmitir lo que siente. Ofrece reflexión y diálogo; se nota la inquietud y la búsqueda propia de una joven de esta edad.

No practica la indiferencia, algo, por desgracia, muy común hoy. “No sé cuál es la razón por la cual no soy capaz de afirmar la existencia de Dios. No sé si por falta de conocimientos o por no tener la capacidad de admitir un misterio tal y dar el salto de la fe. El caso es que si no siento la certeza de algo, su evidencia, no puedo asumirlo ni creerlo. Eso es lo que me pasa con Dios”, subraya.

“Mi rechazo a la Iglesia
era por desconocimiento e incomprensión;
veía la parte más negativa
y mala de la Iglesia.
Ahora conozco las cosas buenas que hace”

Recuerda que, en un momento, sí estuvo vinculada a la Iglesia. Está bautizada, ha hecho la Primera Comunión e incluso asistió a la catequesis de Confirmación, que no terminó. “Tuve muchas dudas de fe y no logré resolverlas, tampoco la gente de mi alrededor consiguió resolverlas, y hoy muchas de esas dudas siguen presentes”.

“Fui anti-Iglesia”

Y después de todo, colabora con la JMJ, donde ve a los jóvenes “entusiasmados”. “Algo bueno tendrá que tener”. A los que no creen en Dios, se dicen ateos o incluso se muestran contrarios a la visita del Papa les entiende “muy bien”. “Antes prefería llamarme atea y negar cualquier posibilidad de Dios. Durante una época fui muy radical y anti-Iglesia. Seguro que me habría manifestado en contra de Benedicto XVI”.

Hoy, sin embargo, ve cosas que entonces no entendía y, por esto, ya no comparte ese rechazo. “Mi rechazo era por desconocimiento e incomprensión; veía la parte más negativa y mala de la Iglesia. Ahora conozco las cosas buenas que hace”, apunta.

Su actitud pasa por ver la labor “buena y necesaria” que hacen los creyentes. “Hay cosas de la Iglesia que no comparto, pero no podemos quedarnos con lo negativo”, dice.
Defiende el diálogo entre creyentes y no creyentes porque, como humanos, a todos “nos surgen las mismas preguntas, compartimos miedos, preocupaciones y alegrías”. “No es cuestión de creencias, sino de inquietudes. Existe algo que nos une, algo que nos lleva a buscar la verdad. Para los creyentes, esa verdad es Dios”.

Sin embargo, la experiencia es muchas veces de enfrentamiento, para el que Sole tiene un antídoto: ponerse en el lugar del otro. “El diálogo es posible si no se impone. Es posible y enriquecedor cuando se tratan de encontrar las inquietudes comunes, nexos de unión, aquello que califica a esa verdad que ambas personas buscan”. Se lo hizo ver un amigo sacerdote con estas palabras: “Algo tiene que haber en común para que tú y yo nos llevemos tan bien”, subraya.

Finalmente, su respuesta para valorar qué puede aportar la JMJ es inclusiva: “Todos (creamos o no) necesitamos lo mismo para afrontar un mundo ingrato y escaso de buenos valores: alegría y esperanza”. Espera, además, que aporte mucha ilusión “para hacer un mundo mejor”.

EN ESENCIA

Una película: son tantas… Erin Brockovich.

Un libro: Platero y yo.

Una canción: Ironic, de Alanis Morissette.

Un lugar del mundo: mi hogar.

Un recuerdo de la infancia: mi padre y yo buscando al duende del desván.

Una aspiración: no dejar de crecer.

Una persona: Pepa, mi madre.

La última alegría: encontrar un compañero.

La mayor tristeza: la muerte de mi abuelo.

Un sueño: escribir.

Un regalo: el vídeo que me regaló Elisa.

Que me recuerden por… haber sonreído a la vida y a las personas.

En el nº 2.764 de Vida Nueva.

ESPECIAL JMJ 2011 MADRID en VidaNueva.es

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