Editorial

Parroquias, ofertas trascendentes en la sociedad

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EDITORIAL VIDA NUEVA | La parroquia no es una institución obsoleta, pasada de moda y un espacio para ancianos, niños y nostálgicos. Un dibujo apresurado de la parroquia desde parámetros simplemente sociológicos puede dar esa sensación. La parroquia, estructura canónica de larga tradición, es, ante todo, cuna de la fe, lugar de la celebración sacramental, hogar de la comunión y taller para el compromiso. No es una institución acabada, aunque necesite de renovación, como todo; como la Iglesia misma. Tiene posibilidades y sigue teniendo futuro en el ámbito de la Nueva Evangelización, como muestra el A Fondo que publicamos sobre el trabajo realizado en el Coloquio Europeo de Parroquias.

En la parroquia es en donde los cristianos, por el agua y el Espíritu, nacen a la vida de Dios. Pese a ser una estructura tradicional, no ha perdido nada de actualidad. Siempre se está renovando pues, más allá de su significado canónico, la parroquia está encarnada por las personas que la integran, por los cristianos que la conforman. Frente a quienes la consideran una institución obsoleta, principalmente en las grandes ciudades, hay lugares en donde se articula como comunidad de comunidades, comunidad viva, Iglesia abierta que hace presente aquí y ahora a la Iglesia universal.

Nadie niega, sin embargo, que la realidad en muchas de nuestras parroquias es hoy compleja, y no solo por los ritmos de los nuevos tiempos, sino también por ser instituciones plantadas en una sociedad que ya no gira en torno a ellas, sino que las acoge como una institución más, en ocasiones denigrada y reducida al culto sacramental.

Han cambiado los tiempos, los ritmos pastorales, la movilidad, el replanteamiento del territorio, las tareas de las labores catequéticas, litúrgicas y caritativas. La parroquia ha de enmarcarse en estos nuevos tiempos, que traen también nuevos desafios.

Ante estos cambios, hay una primera reacción, que puede denominarse “restauracionista”, y que encierre a la parroquia en el recuerdo, la recuperación de viejas fórmulas y una escasa imaginación pastoral, más pendiente del culto. El desafío de los nuevos tiempos tiene por delante la creación de parroquias con imaginación pastoral, capaces de alimentarse del Pan y de la Palabra, y de salir de sus muros en una dimensión misionera cada vez más urgente. Casas abiertas con la oferta de la trascendencia en medio de nuestro mundo.

Comunidades a la escucha de la Palabra de Dios, que acompañen a los cristianos en su itinerario creyente. Parroquias que celebren su fe más allá del rito vacío y en las que el domingo sea el centro de su vida litúrgica. Parroquias urgidas por el amor a los más pobres, que han de ser el centro de sus ocupaciones y preocupaciones.

La renovación pastoral de nuestras parroquias en este inicio de milenio pasa por esa triple actividad: atenta escucha de la Palabra de Dios; viva celebración de los sacramentos; y atenta mirada a los más pobres en la caridad. Y sin perder la comunión en la Iglesia diocesana, colaborando con el obispo en lo que se ha denominado la sinfonía pastoral, en la que laicos, religiosos y sacerdotes conforman una comunidad creyente, adelanto del Reino.

En el nº 2.763 de Vida Nueva.

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