Iglesia en Mallorca, hogar para inmigrantes

El 78,5% de los atendidos por Cáritas provienen de África, América, Asia y Europa del Este

Misa de Pentecostés el pasado 12 de junio, organizada por la Diócesis para los inmigrantes

M. Á. MALAVIA. Fotos: CRISTINA SÁNCHEZ | Al igual que sucede en toda España, el inmigrante es uno de los colectivos más afectados por la crisis en Mallorca. Aunque en la isla se da una situación particular. Y es que, junto a la amplia colonia de alemanes e ingleses, turistas de elevado nivel económico, perviven como pueden miles de personas llegadas de África (Senegal, Nigeria, Mali o Ghana), América del Sur (Bolivia, Ecuador, Colombia, Uruguay o Argentina), Asia (China o Filipinas) o Europa del Este (Rumanía o Polonia). La gran mayoría permanecen en claro riesgo de exclusión.

Así lo percibe Cáritas Mallorca, que, tal y como explica su responsable de Comunicación, Llorenç Riera, se ha visto obligada a cambiar su modo de acción: “Cuando se produjo el boom de la inmigración, hace siete años, la prioridad era el codesarrollo. Trabajábamos con los inmigrantes, pero también con sus países de origen, impulsando iniciativas para que allí conocieran la dura realidad de la inmigración en Europa, que no se corresponde con la imagen idealizada que tienen”.

Sin embargo, con la crisis, el codesarrrollo ha cedido paso a otra prioridad, la inclusión: “Tratamos de que encuentren un trabajo, que puedan satisfacer sus necesidades más primarias y darles asesoría jurídica para que puedan aclarar su situación legal”.

Otro momento de la celebración

El panorama es duro para los inmigrantes en Mallorca. El fuerte desempleo ha hecho que unos 12.000, en menos de tres años, hayan vuelto a sus países. Son también muchos los que permanecen. Pero, ¿a qué precio? Como reconocía la anterior consejera de Inmigración, Fina Santiago: “Hay empresarios que hacen contratos a inmigrantes desesperados por conseguir uno para renovar su permiso de residencia y solo les pagan la Seguridad Social. Los tienen casi como esclavos, trabajando sin sueldo”.

Otros apenas pagan unos euros por todo un día de trabajo. El agrícola y el hostelero son los sectores en que más se producen estos fraudes y abusos. Se da así la paradoja de que muchos inmigrantes trabajan en hoteles en régimen de explotación y sirviendo a otros extranjeros, pero originarios de contextos desarrollados.

La atención a los inmigrantes es tal que, tan solo el año pasado, en Cáritas, 2.506 personas participaron en sus Programas de Inmigración. Lo que supone un 78,5% del total de los que les solicitaron ayuda. Una labor que se extiende al resto de grupo cristianos.

Jordi Perelló, párroco en la barriada del Arenal, explica la complejidad de la situación: “Es una zona muy turística. Pero, en medio de todo, hay cientos de inmigrantes que lo están pasando muy mal…”. Su parroquia lleva a cabo una completa labor: organizan cursos de formación e integración, ofrecen talleres de cocina y jardinería para darles otra opción laboral, cuentan con la colaboración de asistentas sociales de Cáritas y la propia comunidad de fieles contribuye generosamente dando comida y ropa.

Las puertas abiertas

Sin embrago, como destaca Perelló, lo mejor es “que estas personas sientan que las puertas de la iglesia están abiertas para ellas, sean o no creyentes y tengan la religión que tengan”. “Organizamos encuentros, a los que vienen incluso los senegaleses musulmanes. Saben que, aunque no siempre podemos ayudarles, escuchamos sus problemas”, concluye.

Iniciativas como esta también se desarrollan a nivel diocesano. Por Pentecostés, el 12 de junio, el obispado celebró una misa en la que participaron más de 500 inmigrantes y en la que se escucharon hasta doce lenguas. Como explica la delegada diocesana de Misiones, Catalina Albertí, “se trata de un empeño personal del obispo, Jesús Murgui. El año pasado fue la primera vez que se celebró. Fue en la catedral, pero se quedó pequeña. Ahora lo hemos hecho en un pabellón y se ha llenado con gente proveniente de países como Polonia, Rumanía, Bolivia, China, Guinea, Nigeria o Filipinas. Fue una fiesta llena de alegría, presidida por el obispo. Después de la eucaristía, tuvimos un encuentro en el que compartimos comida y experiencias”.

Para Albertí, estas acciones son necesarias para que los inmigrantes “se sientan como lo que son: partícipes y miembros de la Iglesia”.

En el nº 2.760 de Vida Nueva.

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