Antonio López según Antonio López

El Museo Thyssen de Madrid inaugura hoy una gran exposición “autobiográfica”

 

Hay en la obra de Antonio López (Tomelloso, 1936) una evidente voz mística, una profunda celebración de la vida, un canto de la difícil habitación del hombre en el mundo a través del espacio y del tiempo, de su angustia de la realidad, de los riesgos de existir, de la búsqueda del yo y la identidad, o el miedo a su pérdida.

Detrás de su realismo evidente se esconde una profunda visión de la existencia, de las apariencias y su tramoya engañosa, también del arte.

Como ha escrito el crítico Javier Viar, “en su obra más que en ninguna otra, los engaños de la percepción y la reproducción del mundo visual se alían con otras problemáticas del pensamiento y la expresión, y con las más penetrantes vivencias, para ocuparse en reflexiones sobre el tiempo, el espacio y la existencia que desbordan el aparente discurso de la reproducción realista y bucean en el abismo del hombre”.

Eso es lo que el Museo Thyssen Bornemisza expone ahora por fin: “La obra de Antonio López, liberada de sus viejos partidarios y detractores, de las afinidades generacionales, de las supuestas deudas que se le imputaban: absuelta de todo ello”, en palabras de Guillermo Solana, comisario de la exposición y conservador jefe del Thyssen.

‘Antonio y Mari’, padres de Antonio López

Es un Antonio López proclamado “el artista español vivo más importante”, que se abre en canal en una exposición inaudita. Por muchas razones, lo que se ve en el Thyssen es una autobiografía, un Antonio López por Antonio López, un artista que muestra su íntima percepción del mundo.

El pintor y su hija

“Cuando Antonio López, tras una larga reflexión, aceptó la idea de una exposición en el Thyssen, expresó su deseo de que no fuera una retrospectiva en el sentido habitual de la palabra –explica Solana–. Nuestro punto de partida fue escuchar al artista y tratar de ser intérpretes de su voluntad. María López, su hija, ha jugado un papel decisivo en la generación y el desarrollo del proyecto. Ella nos propuso la selección de obra e incluso los primeros bocetos de instalación, atendiendo a las ideas de su padre y discutiendo con él cada detalle. El valor singular de esta exposición consiste en ser, no una interpretación más de la obra de Antonio López, sino la versión del artista: una suerte de autorretrato”.

¿Qué vemos? Primero aquello que Miguel Delibes, profundo admirador de su “genialidad” ha dejado escrito, y aún está vigente en un pintor tan cotizado: “¿Qué admirar más en Antonio? ¿Su persona o su obra? Su bondad, la modestia machadiana de su aliño indumentario, su humildad creadora, su absorbente profesionalidad, el afán de apartarse, de desplazar sobre otros su valía”.

Luego esa confesión que Antonio López hace cuando se le pregunta: “Uno pinta porque necesita comunicar, necesita expresar algo. Para eso, primero necesitas cargarte de una emoción. Luego, tienes la posibilidad de hacer algo con ese sentimiento”.

Y es que, quizás de un modo tan evidente como nunca se ha hecho, la selección de casi 140 obras deslumbra más que nunca porque muestra cómo detrás del hiperrealismo habita un Antonio López menos evidente, pleno de trascendencia, de emoción, de reflexión.

En el nº 2.759 de Vida Nueva (artículo completo para suscriptores).

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