Vicente Cárcel Ortí: “La II República empezó mal con la Iglesia y terminó peor”

Editor de ‘La II República y la Guerra Civil en el Archivo Secreto Vaticano’ (BAC)

JOSÉ LUIS CELADA | Ya está en la calle el primer volumen –de un total de cuatro– de una obra que dará a conocer los documentos inéditos del Archivo Secreto Vaticano referentes a la II República y la Guerra Civil, cuya edición corre a cargo del sacerdote e historiador valenciano Vicente Cárcel Ortí. El sacerdote habla de cuál es el objetivo de este proyecto editorial.

¿Cuál es el propósito de este proyecto editorial?

Intentar esclarecer la actividad de la Santa Sede durante el quinquenio republicano (14 de abril de 1931-18 de julio de 1936) en un sangriento conflicto. Los documentos publicados demuestran que durante un lustro los partidos políticos más extremistas de derechas e izquierdas, contrarios a la legalidad constitucional, fueron creando un clima prebélico y llevaron, inevitablemente, a la confrontación armada. Estamos, pues, ante la página más trágica de la historia contemporánea de España. Aunque ya he analizado este tema en otras dos monografías (Caídos, víctimas y mártires. La Iglesia y la hecatombe de 1936 y Pío XI entre la República y Franco. Angustia del Papa ante la tragedia española), basadas también en las fuentes vaticanas inéditas, la tarea ahora es mucho más ambiciosa, con la edición íntegra de textos desconocidos de la época, porque no puede entenderse la Guerra Civil si se ignora lo que realmente fue la Segunda República.

¿Nos descubren realmente algo nuevo estos documentos?

Se verá, ante todo, la actitud de la Santa Sede durante la terrible década, que provocó muchas polémicas, porque optó por la discreción para salvar lo salvable, evitando provocaciones insensatas, a pesar del sentido de impotencia y del profundo sufrimiento que eso le causó al Papa y al cardenal Pacelli. Pío XI quiso romper con la República, pero temía una reacción peor; por ello, prefirió seguir negociando, aun desconfiando de políticos que no le ofrecían garantías de seriedad y coherencia. El Papa no tuvo más remedio que hablar públicamente cuando la situación religiosa se fue agravando. En sus relaciones con la Iglesia, la II República empezó mal y terminó peor. El Gobierno se equivocó legislando de forma precipitada y unilateral, sin buscar un entendimiento previo con la Santa Sede y provocando más bien un choque frontal, a pesar de la colaboración leal que el Papa y todos los obispos le ofrecieron desde el primer día.

¿Hasta qué punto es tan importante acudir a las fuentes cuando se tratan temas tan polémicos como este?

Ayuda a crear un clima de serenidad muy necesaria tanto para el investigador como para el historiador. Tanto quien critica como quien elogia debe ser honesto y partir de los documentos, y no de sus prejuicios. Si seguimos usando la historia como un tribunal que condena o absuelve, al final no conseguiremos que progrese la ciencia; está bien purificar el pasado, pero ahora debemos mirar al futuro, siendo capaces de desintoxicarnos, de tener capacidad para acoger las razones del adversario, sin prolongar más allá de una decente racionalidad la desidia rencorosa hacia un pasado que nos molesta. Hemos de evitar el rencor político, el revanchismo inútil, y dejar de vivir una guerra permanente sobre los símbolos del pasado.

En el número 2.759 de Vida Nueva

Compartir