Una labor impagable

Sacerdotes, catequistas, voluntarios… demuestran cada día la rentabilidad social de cada euro que recibe la Iglesia

FRAN OTERO | Son siempre muchos los debates que se generan sobre el sostenimiento económico de la Iglesia, lugar en el que se enfrentan extremos que proclaman que la Iglesia es una gran privilegiada y  extremos que lanzan dardos envenedados contra los primeros y para quienes cualquier tiempo pasado fue mejor. Más allá de lo que digan y reclamen asociaciones como Europa Laica, cuya masa social es más bien escasa, o Izquierda Unida, o añoren otros, lo cierto es que la labor de la Iglesia es algo a valorar, y mucho. Lo dicen las cifras, reflejadas en la Memoria Anual de Actividades que presentó recientemente la Conferencia Episcopal Española (CEE) a los periodistas, y lo dicen también aquellos que se gastan por los demás día a día: sacerdotes, catequistas, voluntarios, laicos, religiosas… [Siga aquí si no es suscriptor]

El testimonio siempre ha estado ahí, quizás oculto; no así la Memoria, de pocos años atrás. Precisamente, este trabajo es el resultado de un esfuerzo por mejorar las cuentas de la Iglesia en claridad, transparencia y pedagogía social. Se trata de que los ciudadanos conozcan mejor qué recursos tiene la Iglesia, de dónde proceden y qué hace con ellos, algo que no está muy claro para muchos ciudadanos.

Así, en 2009, de los cerca de 225 millones de euros que conformaban el Fondo Común Interdiocesano –donde están incluidas la compensación del IVA y una liquidación anterior–, 32 millones se destinaron a Aplicaciones generales (Seguridad Social de los sacerdotes y obispos, centros de formación, Conferencia de Religiosos…), mientras que los 191 millones restantes se enviaron a las diócesis para cubrir gastos generales, la sustentación del clero, las actividades pastorales y el mantenimiento de los seminarios.

Este es el reparto que se realizó y cuyo monto total, según afirman desde la Conferencia Episcopal, solamente cubre una cuarta parte de las necesidades. El resto, lo ponen los fieles.

Actividad sacramental

De vuelta a los datos, y con ellos en la mano, ya se justifica de por sí lo recibido solo con la práctica sacramental, porque se produjeron cerca de 315.000 bautismos, 250.000 primeras comuniones, 90.000 bodas y más de cinco millones de eucaristías.

También, dentro de la actividad pastoral, las más de 43 millones de horas de dedicación a los demás por parte de sacerdotes, religiosos y religiosas y agentes de pastoral. Unas horas que, si tuviesen que ser contratadas a precio de mercado, supondrían un importe de cerca de 1.900 millones de euros.

“Esto indica que la gratuidad de los recursos y la eficiencia de su uso supone que cada euro que se invierte en la Iglesia rinde más de dos veces y media en su servicio equivalente en el mercado”, defiendió en rueda de prensa Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario para Asuntos Económicos de la CEE.

Pero las cifras, siempre frías, tienen rostro, nombre y apellidos. Uno de ellos es Juan Carlos Martínez Mariño, párroco y administrador de siete parroquias en Oza dos Ríos, en la provincia de La Coruña. Este joven sacerdote cuenta que son muchas las dificultades que existen en el medio rural, donde trabaja: dispersión, despoblación, falta de recursos económicos y de infraestructuras.

Su labor, como reconoce, se concentra en el fin de semana con la administración de los sacramentos, aunque siempre hay algo que resolver y preparar: “Desde montar catequesis, cáritas parroquiales, a escuchar los problemas de los feligreses… En algunos lugares, además de parroquias, somos un centro de atención social”, añade. Reivindica que los sacerdotes “son los que se mantienen en las aldeas yendo al encuentro de los que allí habitan, porque, para el resto de cosas, tienen que trasladarse”. Por eso, ve lógico que la Iglesia reciba de los contribuyentes una asignación, que, deja claro, “es voluntaria”.

Son muchos los que, cada día, trabajan sin descanso en este tipo de parroquias. Otro sacerdote que lleva la presencia de la Iglesia al campo, y que prefiere mantener el anonimato, explica que, básicamente, “la sustentación de las parrroquias rurales depende de la aportación personal de los fieles en cada celebración comunitaria”.

Destaca el acompañamiento espiritual y humano como principal aportación de la Iglesia en estos lugares. “Siempre está ahí y las personas acuden a ella en los momentos más especiales de la vida; desde que viene un ser a este mundo, hasta que se le despide, en los momentos centrales, ahí está ella. En las alegrías y en circunstancias difíciles, en la esperanza y desesperanza”, añade.

Cree que es justo que cada ciudadano pueda elegir si asignar o no a la Iglesia en la declaración de la renta, aunque afirma rotundamente que, “si la Iglesia volviese a los orígenes, no haría falta la crucecita”. Finalmente, achaca a la Divina Providencia que tantos y tantos proyectos eclesiales salgan adelante, porque, en su opinión, “lo que es la Iglesia más institucional, está demasiado ocupada en sus problemas de gestión”.

Los catequistas…

En la labor pastoral, también es importante la contribución de los catequistas, aunténticos apóstoles y educadores en la sombra. Es el caso de Loli Prado, catequista del Parroquia Nuestra Señora de la Soledad en el madrileño barrio de Usera. Se lanzó a esta labor junto con un grupo de padres, que se formó al llevar a sus hijos a la catequesis. Ahora, se reúnen cada 15 días.

Loli es además miembro del consejo parroquial, como coordinadora de toda la catequesis. Pasa, por tanto, muchas horas al mes al servicio de los demás sin pedir nada a cambio. “Me siento enviada a esta misión como miembro de la Comunidad Viatoriana Nuestra Señora de Fátima de los Viatores de Madrid al ser esta una actividad prioritara y nuclear del padre Luis Querbes, fundador de los viatores en el siglo XIX”, explica.

Loli hace todo voluntariamente, la única finalidad es, para ella, evangelizar. Y en ello, tiene mucha importancia la acogida, sobre todo, en un barrio tan marcado por la inmigración: “Es muy importante que todo el que venga se sienta bien acogido, es por ahí como se puede empezar a hacer algo. Después, con nuestro ejemplo, tratamos de transmitir la palabra de Dios hecha realidad en la medida de lo posible, siendo siempre respetuosos con todos, creyentes y no creyentes, porque hay muchas clases de creyentes y a algunos tienes que abrirles los ojos a la fe, porque a pesar de tenerla, está muy anquilosada. Por supuesto, todo ello desde la ilusión y las ganas de trabajar por el Reino”.

Del mismo modo, subraya el grado de colaboración en su barrio, en concreto, entre las parroquias y distintas congregaciones religiosas que allí trabajan, tanto en la evangelización como en la labor social, ya sea a través de Cáritas o de los propios religiosos.

… y los voluntarios

Precisamente, en la labor social y asistencial, la Iglesia es pionera, líder indiscutible y constante. Ahí están los 270 millones de euros que invirtieron Cáritas y Manos Unidas en 2009. Además, en un contexto de crisis, la Iglesia ha incrementado su actividad y son más de 3,6 millones las personas asistidas en España. “No se puede obviar –apuntó Giménez Barriocanal en rueda de prensa– que esta intensa actividad caritativa y asistencial de las instituciones de la Iglesia es consecuencia directa de la actividad litúrgica y pastoral”.

En total, son 4.800 los centros asistenciales de la Iglesia. Aunque no es un centro de la Iglesia, Manuel García Souto trabaja como capellán en el Centro Penitenciario de Teixeiro (La Coruña). Ofrece atención pastoral, pero también de otro tipo.

“Además de la labor litúrgica y pastoral, colaboramos sacando a los presos de permiso cuando no tienen a dónde ir, y preocupándonos de controlarlos. También se le da ropa, se habla con los familiares y se les lleva al aeropuerto cuando salen en libertad y no tienen dinero”, cuenta.

Además, valora muy especialmente la labor de los voluntarios, que entran periódicamente en la prisión para, a través de talleres y otras actividades, “ayudar a pasar el tiempo pero, sobre todo, a humanizar a los presos”.

A la evangelización y a la caridad, se le unen otras aportaciones también muy importantes como la cultural, la educativa –campo en el que las instituciones católicas ahorran al Estado más de 4.000 millones de euros– y formativa. Una labor que, en definitiva, construye sociedad y lava la mala imagen institucional que tiene la Iglesia, tal y como muestran las encuestas sociológicas.

En el nº 2.759 de Vida Nueva.

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