“Afortunadamente, Cáritas no depende de las ayudas públicas”

En el Día de la Caridad, se señala al voluntario como motor de una sociedad solidaria

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Coincidiendo con la solemnidad del Corpus Christi –este año, el 26 de junio–, la Iglesia celebra el Día de la Caridad. Aunque esta edición, si cabe, es aún más especial, pues tiene lugar en el Año Europeo del Voluntariado. Un voluntariado que puede consistir en regalar el tiempo propio en favor de los demás, dentro o no de una institución. Aunque, en la Iglesia, Cáritas es una de las organizaciones que mejor reflejan esa labor desinteresada.

“Ojalá se vean interpelados todos los ciudadanos a abrir el corazón a los que lo están pasando mal. Es una llamada para toda la sociedad, pero sobre todo para los cristianos, para que vean el rostro de Dios en los rostros de los que sufren”. Así invita Vicente Altaba, delegado episcopal de Cáritas, al compromiso social.

En conversación con Vida Nueva, el sacerdote muestra su satisfacción y optimismo porque, ante la crisis, “la respuesta de la sociedad está siendo muy solidaria. Lo notamos mucho en todas nuestras delegaciones diocesanas. Aumentan tanto los donativos como el número de voluntarios. El papel de estos es esencial, pues representan el don de la gratuidad, ofreciendo su vida al servicio de otros”.

Vicente Altaba, delegado episcopal de Cáritas Española

Sin embargo, hay otras situaciones que son “preocupantes”: “Nos preocupan los recortes sociales que se están llevando a cabo desde las administraciones públicas. Esto se nota, y mucho, afectando a servicios sociales importantes. A veces sí dan subvenciones, pero llegan muy tarde; como en el caso de Bilbao, donde las recibimos con ocho meses de retraso. O en Castilla-La Mancha, donde el anterior Gobierno nos prometió 4,5 millones de euros. Adelantamos el dinero nosotros para que no se retrasaran los proyectos, pero aún no nos ha llegado nada… Hablamos de compromisos no cumplidos por parte de las administraciones”.

Cierto margen de maniobra

A juicio de Altaba, este problema es importante, pero aún no es decisivo: “Afortunadamente, Cáritas no depende de las ayudas públicas. En nuestra última Memoria se vio cómo 76 millones los recibimos de fondos públicos, por 128 de donaciones privadas. Aún no nos condiciona la situación, pero es evidente que la disminución del porcentaje de lo público nos afecta”.

Desde Cáritas, con motivo del Día de la Caridad, se ha publicado un mensaje en el que, dirigiéndose a “esta sociedad, que en muchas ocasiones parece ir a la deriva con rumbos de desesperanza y crisis”, se la anima a tener “gestos sencillos que provocan sonrisa, afecto, entrega, servicio, cercanía, gratuidad… Son los gestos humanos, voluntarios, libres, que hacen que otro estilo de vivir, otro mundo mejor, sea posible para todos”.

El tono de la campaña de la institución eclesial lo deja bien a las claras su lema: Las cosas importantes se hacen con el corazón. Y es que, incidiéndose en que “Cáritas celebra el Amor con mayúscula”, se lanzan una serie de propuestas que en esta ocasión no ofrecen medidas técnicas ni políticas, sino de actitud: “Recuperar el valor de la amistad incondicional”, “desactivar lo que nos desune” o “crear nuevas alianzas y menos vínculos”, son claros ejemplos del signo de estas peticiones a la sociedad.

Un tono parecido es el que utiliza la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal en su mensaje de cara a la jornada. Apuntando la importancia del voluntariado, señala que “la Iglesia es en sí misma como un cuerpo hecho de miembros que ponen cada uno lo mejor de sí mismos al servicio de los otros: unos, su capacidad de enseñar, otros su don de profetizar, otros su don de curar, otros su don de servir a los más pobres y repartir el pan, todos su capacidad de amar”.

De este modo, la  cristiana es “una comunidad en la que cada uno pone su vida al servicio de los otros, sea de manera espontánea e individual, sea de manera comunitaria y organizada, de tal modo que bien podríamos decir que el voluntariado es el modo de ser connatural de todo cristiano”.

A continuación, el mensaje episcopal remarca la “estrecha relación entre Eucaristía y voluntariado”, hasta el punto de ser “inseparables”. Para los obispos, los voluntarios, como “ungidos por el Espíritu Santo para ser Buena Noticia para los pobres”, deben sentir su acción como “una verdadera vocación y misión” y alimentar su vida “en la comunión eucarística y en lo que esta significa”, puesto que “una caridad sin Espíritu no será nunca una verdadera caridad”.

Clara identidad eclesial

Altaba encuentra en este punto una importancia básica. Cuestionado sobre por qué, en determinados sectores, Cáritas es vista como una ONG y no como una entidad ecesial, responde que, “desde Cáritas, tenemos clarísimo cuál es nuestra identidad: somos el servicio organizado de la caridad en la Iglesia”. Así, achaca este “malentendido” a “ciertos intereses de grupos que lo hacen con la intención de desvincularnos de la Iglesia. Pese a que insistamos en que la nuestra es una vocación cristiana que busca dar respuesta al grito de los pobres en la voz de Dios, siempre nos calificarán como una ONG”.

Respecto a la reciente asamblea general de Caritas Internationalis, en la que se pidió “reforzar” la identidad eclesial de la organización, Altaba se muestra tranquilo respecto a Cáritas Española: “Eso no nos afecta a nosotros, pues ya tenemos muy clarificada cuál es nuestra identidad. Es cierto que, en otros países, Cáritas ha sido más una obra social que eclesial, pero aquí siempre lo hemos tenido claro. Además, desde el propio Consejo Pontificio Cor Unum, así nos lo han reconocido en varias ocasiones”.

Respuestas a problemas concretos

Como es habitual todos los años, con motivo del Día de la Caridad, muchas Cáritas diocesanas hacen públicas sus memorias. En todas se evidencia una misma situación: el aumento de su inversión en recursos económicos y humanos para paliar las consecuencias de la crisis en muchas personas desfavorecidas, está obligando a la institución eclesial a acometer un gran esfuerzo para poder mantener toda su actividad.

Otro hecho destacable es la adaptación a los problemas que, con motivo de la crisis, más incidencia están teniendo en los afectados. Entre ellos, la dificultad para el acceso o mantenimiento de la vivienda es uno de los principales generadores de exclusión.

Por este motivo, las Cáritas diocesanas de Barcelona, Sant Feliu de Llobregat y Terrassa han impulsado un programa específico para la vivienda, buscando evitar los desahucios de personas con dificultades para pagar el alquiler o la hipoteca. Como informan los responsables del proyecto, el objetivo es actuar de un modo preventivo, en las primeras fases del problema, informando a los posibles afectados antes de que se encuentren en proceso judicial.

Igualmente, buscarán hacer de intermediarios con las entidades financieras y los arrendatarios, y concederán ayudas económicas hasta que los afectados puedan recuperar su anterior situación. En los casos de quienes carecen de vivienda, se tratará de alojarlos en viviendas sociales de Cáritas, que, para 2012, esperan que sean en la zona 182, con hasta 767 plazas para su ocupación.

En el nº 2.759 de Vida Nueva.

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