‘El castor’: terapia a la americana

J. L. CELADA | Manuales de autoayuda, terapias grupales, tratamientos médicos y mucho diván. Hasta ahora, el cine –como esforzado cronista de los sueños y fracasos humanos– nos ha venido mostrando toda clase de remedios contra la depresión, pero nunca tuvo la insólita ocurrencia de asignar el rol de psicoanalista a una marioneta con forma de roedor. Jodie Foster ha decidido hacerlo en El castor, y su experimento funciona mejor de lo que a primera vista podría suponerse de un “personaje” encasillado en papeles de mascota o preciada pieza de peletería.

El último trabajo de la actriz y directora estadounidense debe su nombre a este singular peluche, alter ego del protagonista de la historia: un empresario juguetero sumido en el agujero negro del abatimiento y la falta de autoestima (Mel Gibson sosteniendo el entramado argumental con su desdoblamiento de personalidad).

Ejecutivo de éxito, padre y esposo ejemplar, nuestro hombre se encuentra ahora en un callejón sin salida. Nada ni nadie llena su vacío existencial; se siente ausente, muerto; solo quiere dormir.

Es entonces cuando entre la basura descubre a su amigo y salvador: El castor. Se acabaron las pastillas, los libros, sus patéticos intentos de suicidio. El hallazgo consiste en servirse de su inseparable acompañante para marcar distancias con los aspectos negativos de su carácter. Este recurso psicológico proporciona a la cinta situaciones de sorpresa y desconcierto –de dudosa gracia, eso sí– que ponen a prueba la paciencia y la imaginación de su mujer (la propia Foster como diseñadora de montañas rusas), de sus hijos (solitarios, confundidos o distanciados, según el caso) y de sus empleados.

Pero lo que al principio parecía extraño acaba convirtiéndose en normal. Así, con mayor o menor resistencia, todos acaban aceptando que a veces se llega a un punto en el que para seguir adelante es preciso empezar de cero. Mensaje que atraviesa este drama sobre la crisis de valores y la felicidad fingida, interesante en su planteamiento, aunque demasiado académico en su desarrollo; tanto que acaba alimentando algunos de los tópicos del american way of life que pretendía poner en entredicho.

Debilidades al margen (entre las que cabría incluir una puesta en escena extremadamente lineal), sí es justo reconocer que esta película nos reconcilia con la inmemorial y saludable concepción de la familia como primer asidero y último refugio en cualquier naufragio. Ese lugar donde, a falta de cordura y equilibrio, emergen sentimientos que ayudan a sobrellevar la gran mentira de esta vida (“todo irá bien”) y a disfrutar de una gran verdad: “No tienes por qué estar solo”.

Quizá sea este también un modo de presentar El castor. Para reivindicarlo, sin embargo, necesitaríamos otras razones más difíciles de identificar (y justificar). Poner buena voluntad en una buena idea no basta para hacer buen cine.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: The beaver.

DIRECCIÓN: Jodie Foster.

GUIÓN: Kyle Killen.

FOTOGRAFÍA: Hagen Bogdanski.

MÚSICA: Marcelo Zarvos.

PRODUCCIÓN: Steve Golin, Keith Redmon, Ann Ruark.

INTÉRPRETES: Mel Gibson, Jodie Foster, Anton Yelchin, Jennifer Lawrence, Cherry Jones, Riley Thomas Stewart.

En el nº 2.758 de Vida Nueva.

Compartir