Cavilaciones

+ BALTAZAR E. PORRAS CARDOZO | Arzobispo de Mérida (Venezuela)

“Queda claro es que necesitamos a los políticos, al igual que no podemos vivir sin médicos o ingenieros. Pero queda pendiente bajo qué principios se pretende construir la sociedad. La mentira, la manipulación, la corrupción, el oportunismo o el populismo no llevan a buen puerto a ningún colectivo”.

Son tan contradictorios los mensajes de todo signo generados por las recientes elecciones presidenciales peruanas, que ponen sobre la mesa un tema ineludible: ¿cuál es la ética que rige actualmente la política?

Durante las últimas décadas se difundió mucho la idea de que la política era un arte sucio, por lo que todo político de oficio era catalogado como gente sospechosa, falta de moral. El resultado: saltaron a la palestra los nuevos políticos, revestidos de todos los ropajes imaginables: desde gentes de la farándula hasta predicadores. O ingenuos, sin un conocimiento real del manejo de sociedades complejas, o lobos con piel de oveja, que llegan al poder y hacen, sin ningún rubor, algo muy distinto a lo que anunciaron previamente. Lo importante es amarrarse al poder; el pueblo y sus necesidades son la excusa para ello.

Escoger entre el sida o el cáncer, dijo el Nobel Mario Vargas Llosa. Gana Ollanta Humala, se desploma la Bolsa y surgen los incrédulos de su nuevo discurso. El tiempo dirá quiénes tienen razón.

Pero lo que queda claro es que necesitamos a los políticos, al igual que no podemos vivir sin médicos o ingenieros. Pero queda pendiente bajo qué principios se pretende construir la sociedad. La mentira, la manipulación, la corrupción, el oportunismo o el populismo no llevan a buen puerto a ningún colectivo. Sin valores, virtudes ciudadanas claras y capacidades de diversa índole, nos estrellaremos en lo que no pocos gobiernos de este tercer milenio nos están mostrando: la conflictividad social y el atraso.

El Documento de Aparecida nos alerta frente a ello: se necesita mucha fuerza y mucha perseverancia para conservar la honestidad, ser servidor de la verdad sin dejarnos corromper. Realmente, necesitamos mucho esfuerzo para avanzar en la creación de una verdadera riqueza moral que nos permita prever nuestro propio futuro.

En el nº 2.758 de Vida Nueva.

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