Globalización cristiana

ALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Ya desde los primeros siglos, la Iglesia inventó la globalización. Y ahora, en los tiempos modernos, la ejerce plenamente. Con más de mil millones de católicos (…) dando testimonio del Evangelio de Jesús con la palabra y con la vida.”

La Iglesia se parece a las vidrieras de una catedral. Vistas por fuera, a la luz del día, parecen grises y oscuras, pero por dentro están llenas de luz y de colores.

Ya desde los primeros siglos, la Iglesia inventó la globalización. Y ahora, en los tiempos modernos, la ejerce plenamente. Con más de mil millones de católicos, aparte de otras confesiones cristianas; casi medio millón de diáconos y de presbíteros, cinco mil obispos y tres mil diócesis, envuelve amorosamente este planeta, dando testimonio del Evangelio de Jesús con la palabra y con la vida.

Reconocemos que, siendo muchos, tenemos muchos defectos y pecados que Dios tolera con pedagógica paciencia –todos los santos eran del mismo barro del pecado–, pero eso no debe ocultar los caudalosos ríos del agua de vida eterna que corren continuamente por los cauces de su predicación, sus sacramentos, sus celebraciones y sus obras de caridad, fomentando el amor, la fraternidad, la justicia, la solidaridad, etc.

Ya sabemos que hay mucha gente que no cree en Dios, y otros, que dicen creer en Jesús, pero no en la Iglesia. Nosotros debemos respetarlos, amarlos, rezar por ellos y ayudarles a conocer la familia de Cristo. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta de su conducta y que viva.

Desde los siete años, cuando tomé la primera comunión, hasta los veinticuatro, cuando recibí la segunda, yo estaba fuera de la Iglesia. Y desde entonces hasta ahora, a mis ochenta y ocho, no me canso de dar gracias a Dios por haberme traído a vivir en ella, a pesar de mis pecados.

Los cristianos tenemos detrás el testimonio de los innumerables mártires y santos, y delante, la esperanza de la gloria eterna. Si, para un tiempo de paso, Dios ha creado un mundo tan maravilloso, ¿qué habrá hecho para la vida eterna? ¡Aquello sí que será la verdadera aldea global!

ainiesta@vidanueva.es

En el nº 2.757 de Vida Nueva.

Compartir