Dinamarca, Schengen y la libre circulación de personas

JOSÉ LUIS SEGOVIA, profesor de Ética Social y DSI en el Instituto Superior de Pastoral UPSA-Madrid | La supresión efectiva de los controles en las fronteras interiores de los países que han suscrito del Acuerdo de Schengen se produjo en diciembre de 2007. Su objetivo es la creación de una zona de libre circulación con supresión de las fronteras comunes y la potenciación de sus fronteras externas de cara a la inmigración ilegal y la seguridad común. Lo más relevante es que solo se considerará extranjero a quien no sea nacional de los Estados miembros de la UE.

José Luis Segovia

Tras Schengen, las fronteras siguen existiendo como ámbito en el que cada Estado ejerce su soberanía nacional, pero desaparecen los controles. Solo por motivos excepcionales de seguridad y con una duración determinada, pueden ser reactivados por cualquier Estado, previa consulta de los demás. Es lo que ocurrió en España con motivo de la boda del Príncipe Felipe o el 11-M. Aquí está el quid de la cuestión.

El Gobierno de Dinamarca, país con una población ligeramente superior a la de la Comunidad de Madrid, que había dicho “no” a Maastricht en 1992, de manera unilateral y sin consulta previa a los demás, por razones de corte electoralista y merced a su alianza con un partido xenófobo, obvia el Tratado y reinstaura el control de fronteras.

A mi juicio, constituye una violación del acuerdo por varias razones. En cuanto a la forma, omite la consulta y comunicación previa a Bruselas. En cuanto al fondo, hace una interpretación torticera del acuerdo que, ciertamente, permite suspensiones temporales, pero por razones excepcionales y muy delimitadas en el tiempo, y, sobre todo, supone un peligroso precedente más en el Derecho Internacional de la imposición de la vía de hecho sobre el Derecho.

Inicialmente, el resto de países pusieron el grito en el cielo, pero “la unión” europea es tan precaria que pronto amainó el chaparrón y es más que posible que la amenaza del presidente de la Comisión, Durão Barroso, de acudir al Tribunal Europeo de Justicia quede en nada. De hecho, salvo España, Bélgica y Malta, el resto de países no ve con malos ojos una revisión de Schengen, especialmente los gobiernos sueco, francés e italiano, ninguno de los cuales es en la actualidad un paladín de la defensa de los derechos humanos de los migrantes.

Algunos criterios de juicio

  • Un viejo principio: Pacta sunt servanda (“Los acuerdos deben ser cumplidos”). Dinamarca, claramente, lo ha quebrado. Otra cosa es que interese o no al frágil proceso de integración europeo ahondar en esa deslealtad a la comunidad internacional. En todo caso, es un hecho muy grave.
  • El unilateralismo es siempre perverso en las relaciones internacionales. Fue un pésimo precedente que Francia decidiera cerrar las fronteras con Italia para impedir la acogida de tunecinos desplazados del norte de África.
  • Como cristianos y ciudadanos, debemos impulsar un proyecto de fraternidad y ciudadanía cosmopolita basado en pactos de solidaridad más que en consensos interesados, en valores más que en estrategias calculadas, en la razón compasiva y no en la ventaja, siempre bajo el imperio de la razón ética y no sometidos a la idolatría del mercado.

En el número 2.756 de Vida Nueva (artículo íntegro para suscriptores).

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