Primera comunión transgresora

JOSÉ Mª RODRÍGUEZ OLAIZOLA | Sociólogo jesuita

“Solo una nota del Vaticano insistía –sin peros– en que no es cristiano alegrarse de una muerte en esas circunstancias. Me siento reconfortado por esa voz de la Iglesia. No sé si esa muerte habría podido evitarse, pero tiene toda la pinta de una ejecución, una justicia sin juicio”.

Dado el cariz que van tomando las celebraciones de las primeras comuniones –desde hace décadas– y la falta de sentido religioso que acaban teniendo –sepultadas por la avalancha de presiones celebrativas: trajes, regalos, banquetes…–, urge la celebración de primeras comuniones alternativas. Y esta columna no pretende decir nada nuevo –todo está dicho–, sino ser un recordatorio de que otras celebraciones son posibles.

Primero. Si no se hace en secreto, al menos, discreto, un domingo cualquiera. Si es imprescindible convertir al infante en príncipe, princesa o para el caso en astronauta, hágase, pero en otro día (por ejemplo, su décimo cumpleaños). Pero la primera comunión que quede fuera de esa astracanada.

Segundo. Sin regalos. Como ya los habría recibido en ese cumpleaños tan especial, por fin podrá darse cuenta de que lo de la primera comunión tiene que ver con otro regalo muy diferente (y podrá darse tiempo para disfrutarlo).

Tercero. Vestido normal. Para evitar sumar el traje de comunión al resto del guardarropa festivo (carnaval, Halloween, fiestas colegiales…) y que parezca otro disfraz más. En tiempo de crisis, discreción.

Cuarto. Sin banquete. Al niño y sus amigos le bastan unas patatas fritas, unos sandwiches y un refresco, y va que chuta. Como no habrá regalos, tampoco se entrará en la lógica del cambalache.

Y, sobre todo, quinto, dedicar tiempo de verdad a entender lo que se celebra. Padres e hijos. A descubrir la primera comunión como un punto de partida en una búsqueda personal, la búsqueda de Dios y su evangelio. Y que se pueda convertir en un suelo firme que le ayudará a caminar en la vida cuando deje de ser un crío. Es el mejor regalo que les podemos hacer. Lo demás es estafarles.

jmolaizola@vidanueva.es

En el nº 2.756 de Vida Nueva.

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