J. L. CELADA – F. OTERO. Foto: LUIS MEDINA | Uno de los ejemplos de colaboración entre editoriales, formalizado no hace mucho, es el caso de Sal Terrae y Mensajero. Su objetivo es la mayor optimización de recursos en la que, según explica el director editorial de Mensajero, Josu Leguina, “no se contemplan fusiones y/o absorciones de una hacia otra”.
“La intención es mantener y potenciar la idiosincrasia de cada editorial sin renunciar a proyectos comunes que nos enriquezcan a ambas”, añade, al tiempo que recuerda que esta operación se encuadra en el proceso que sigue la Compañía de Jesús en España para configurarse en una sola provincia.
Leguina ve con buenos ojos que las editoriales trabajen juntas, pero reconoce que la dificultad para llevarlo hacia adelante es importante, sobre todo, porque “nadie va a dar su brazo a torcer en lo que a pérdida de identidad se refiere y tampoco en lo que a cuota de poder atañe”.
También afecta que muchas editoriales estén “ligadas a distintas sensibilidades espirituales con fines parecidos, que no iguales”. En definitiva, se muestra pesimista ante la posibilidad de que se pueda exportar el modelo Sal Terrae-Mensajero que, en su opinión, ha sido posible porque ambas son de la Compañía de Jesús.
En el nº 2.756 de Vida Nueva.
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