‘Pequeñas mentiras sin importancia’: juntos y revueltos

JOSÉ LUIS CELADA | Un inesperado Reencuentro con viejos compañeros de universidad, un cumpleaños al que son convocados Los amigos de Peter, una reunión de antiguos alumnos del instituto (Beautiful Girls)… Todas estas circunstancias propiciaban entre los participantes una inmejorable ocasión para rememorar el pasado y disfrutar de unos días nuevamente juntos, aunque casi siempre la experiencia concluyera con todos ellos más que revueltos.

Una auténtica revolución interior es la que sufren también los protagonistas de Pequeñas mentiras sin importancia durante sus vacaciones cerca de Burdeos. Allí, instalados en la casa costera del “rico” del grupo, solteros, casados y parejas en crisis comparten sus dudas y temores acerca de las relaciones humanas o los problemas de identidad sexual. En torno a los 40, los recuerdos se mezclan con los reproches, y se suceden las preguntas sin respuesta: ¿es esta la vida que soñé llevar?, ¿son ellos los amigos con los que imaginé estar?, ¿me hacen feliz una y otros?…

Y afloran las miserias de quienes hasta entonces se habían escondido de la realidad con autoengaños (“mentiras piadosas”, solemos llamarlas cuando tratamos de evitar “males mayores” a los demás) o guardar silencio por miedo a hacer daño. Sin embargo, estos pequeñoburgueses con síndrome de Peter Pan olvidan a menudo que duele tanto como la verdad su incapacidad para escuchar, y que “las palabras importan, porque influyen en las cosas”.

A lo largo de dos horas y media (excesivo metraje el que emplea Guillaume Canet para descubrirnos personajes y situaciones demasiado reconocibles), esta historia coral se mueve entre la comedia y el drama, la risa y el llanto, como corresponde a los sentimientos y emociones de cualquier mortal.

Ahora bien, las buenas intenciones del director y guionista galo embarrancan en una ensenada de lugares comunes (ese cultivador de ostras erigido en voz de la conciencia, un trágico suceso como telón de fondo, tantas reacciones adolescentes del mundo adulto…) que alejan su personal propuesta de los títulos antes reseñados. Ni su solvente reparto (con Marion Cotillard al frente) logra imprimir la necesaria frescura a una cinta que a ratos abusa de su pretendida intensidad en busca de la lágrima fácil. Por no hablar de una selección musical algo cansina, empeñada en llevar al espectador al terreno de la sensiblería.

Aun con todo, a nadie se le escapa que estas Pequeñas mentiras sin importancia quieren ser un canto a la amistad como gran asignatura de la vida. Y así parecieron entenderlo los más de cinco millones de franceses que vieron la película en 2010. Un fenómeno que, pese a todos los reparos –chovinismo incluido– resulta bastante más alentador para un país que las cifras obtenidas aquí por la cuarta entrega de Torrente.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Les petits mouchoirs.

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Guillaume Canet.

FOTOGRAFÍA: Christophe Offenstein.

PRODUCCIÓN: Alain Attal.

INTÉRPRETES: François Cluzet, Marion Cotillard, Benoît Magimel, Pilles Lellouche, Jean Dujardin, Laurent Lafitte, Valérie Bonneton, Pascale Arbillot, Joel Dupuch, Anne Marivin.

En el número 2.756 de Vida Nueva.

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