El PP arrasa en las elecciones

La crisis económica hunde al PSOE en las municipales y autonómicas

Alberto Ruiz-Gallardón, Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre y Ana Mato, en la noche del 22-M

JOSÉ LORENZO | “Vuelco histórico”, “España exige el cambio”, “El PP barre a los socialistas”… Así resumían en sus primeras páginas del día siguiente los resultados de las elecciones municipales y autonómicas celebradas el 22 de mayo, resultados que han desatado la euforia en el partido de Mariano Rajoy y sumido en la depresión al de José Luis Rodríguez Zapatero, que abre un período marcado por la incertidumbre para buscar –no se sabe aún si mediante congreso extraordinario o primarias– a un sucesor lo suficientemente solvente para devolver los ánimos de cara a las elecciones generales de marzo de 2012.

Tarea que, visto lo acontecido tras una jornada electoral en la que participó el 66,2% del electorado, se antoja hoy muy complicada. Al igual que en aquella gran oleada socialista que llevó a Felipe González en 1982 a una aplastante victoria, los populares, aupados a los mejores resultados electorales de su historia en unas elecciones municipales y autonómicas, confían en que ahora sea este tsunami el que lleve a su líder hasta La Moncloa el año que viene.

Y es que la contundencia de las cifras registradas por el PP les anima a un optimismo que algunos quieren disimular: ganaron por casi 10 puntos de diferencia (37,57% frente a 27,8%) y por dos millones de votos (el PP ganó más de 400.000 frente a las elecciones de 2007 y el PSOE perdió 1.500.000), con más de 4.500 concejales más que el PSOE en los 8.500 municipios, y con posibilidad real de gobernar en 12 de las 13 comunidades autónomas que concurrían a las urnas (todas menos Andalucía, Galicia, Cataluña y País Vasco).

Donde con más nitidez se percibe la deblacle socialista es en el resultado de las autonómicas. De esas 13, los socialistas encabezaban gobierno en cinco. Ahora, tras la marea azul del PP, podrían conservar, por los pelos, Extremadura, si logran pactar con Izquierda Unida (IU). Al PP, por su parte, no solo no le afectaron los presuntos casos de corrupción en los que se ha visto envuelto, como en Valencia o Madrid, sino que, además de mantener las mayorías absolutas en las cinco comunidades en donde gobernaba (con especial mención a Madrid, donde Esperanza Aguirre sigue rompiendo moldes), pueden formar gobierno en otras cinco. Especialmente significativa ha sido su victoria en Castilla-La Mancha, uno de los graneros de voto del socialismo, donde María Dolores de Cospedal, la número dos de Rajoy, barrió tres décadas ininterrumpidas de gobiernos del PSOE.

Desmoronamiento

Las vías de agua abiertas en el mapa municipal socialista se han demostrado igualmente importantes. El PSOE solo ha podido conservar la mayoría en 10 capitales de provincia (frente a las 24 de 2007), aunque especialmente dolorosas han sido las pérdidas de sus bastiones de Sevilla (donde el PP gobernará con holgada mayoría) y Barcelona, donde tras 32 años de hegemonía socialista, entran los nacionalistas de CiU. Indicativo asimismo del desmoronamiento del poder municipal es que todas las capitales andaluzas han pasado a manos del PP, incluida Córdoba, hasta ahora la joya de la corona de IU.

Manuel Chaves, José Blanco y José Luis Rodríguez Zapatero, tras la derrota

Pero, pese a este doloroso traspié en lo que era conocido como el Califato Rojo de Córdoba, es precisamente esta coalición liderada por Cayo Lara una de las ganadoras de las elecciones. Los resultados cosechados gracias al descontento de muchos votantes del PSOE –al que acusan de hacer una política de derechas, sobre todo tras los recortes sociales que se vio obligado a adoptar en mayo de 2010 a instancias de la Unión Europea y de los mercados financieros– le permiten recuperar 200.000 votos y frenar una sangría electoral que se prolongaba desde hace tres lustros.

Aún mayor satisfacción se respira en Unión Progreso y Democracia (UPyD), el partido que la exdiputada socialista Rosa Díez se inventó en 2007 y que hoy, con algo más de un millón de euros de presupuesto, se ha confirmado como la cuarta fuerza política del país. Con 465.000 votos en total, su gran impulso se ha registrado en Madrid, de donde procede casi la mitad de sus papeletas, convirtiéndose en una opción válida tanto para desencantados del PP como del PSOE.

También muy destacada, y de imprevisibles consecuencias aún, es la irrupción en el mapa político vasco de la candidatura abertzale Bildu, que, con 276.134 votos, ha roto el techo de Euskal Herritarrok de 1999, logrando auparse al segundo puesto de las fuerzas políticas con más apoyos. Incontestable ha sido el triunfo de este partido independentista –que pudo presentarse finalmente a las elecciones tras una sentencia histórica del Tribunal Constitucional que revocaba la anulación de sus listas electorales– en Guipúzcoa.

A mitad de la campaña electoral, entró sorpresivamente en liza un fenómeno social –heredero de las revueltas de principios de año en algunos países árabes– que, por medio de concentraciones pacíficas impulsadas desde las redes sociales, ocupó plazas para reclamar una regeneración democrática. Una amalgama de colectivos juveniles, con el nombre de Movimiento 15-M, quiso sacar a la calle el debate en favor de una democracia más real. El PSOE y el PP fueron los principales blancos de su crítica. Su disconformidad con el sistema fue interpretado como una invitación a votar en blanco o nulo. Aunque lo cierto es que estas opciones lograron registros históricos (un 4,24%) cercanos al millón de papeletas, establecer una relación causa-efecto es, aún, complicada. Muchos insatisfechos lo estaban ya a causa de los efectos de la crisis económica y la mala gestión que, según confirmaban las encuestas, perciben que el Gobierno ha hecho de ella.

Y a la crisis económica se agarró el PSOE, como si hubiese sido un terremoto impredecible, para justificar sus malos resultados. El propio Zapatero, en una comparecencia que no estaba prevista, asumió el “castigo” que reflejaban las urnas. “El resultado tiene una clarísima relación con la crisis económica tan profunda que ha tenido efectos en el estado de ánimo de los españoles”, afirmó desde la desolada sede del partido en Madrid. Los ciudadanos, dijo, “han mostrado su malestar en estas elecciones y era un castigo previsible que asumimos y comprendemos”.

¿Adelanto electoral?

En esta tesitura, la pregunta sobre si era conveniente un adelanto electoral parecía obligada. Y Zapatero respondió mostrando su voluntad de aguantar hasta 2012, como reconoció la misma noche de la dolorosa derrota. “Hay que respetar los tiempos políticos y las responsabilidades. Estamos en un momento trascendente para culminar reformas porque el objetivo fundamental es garantizar la recuperación económica”.

A ese adelanto electoral se sumó –esa misma noche– un PP exultante, consciente de que esa victoria en unos comicios electorales tenía todo el sabor de un triunfo en las generales. La alegría fue más contenida –salvo en los aledaños de la sede central en Madrid– en buena medida gracias a la actitud tranquila de Rajoy, quien se ha reafirmado como el auténtico líder tras siete años –desde marzo de 2004– de malas noticias y cuestionamientos públicos. En esa noche electoral, Rajoy se limitó a dar las gracias a los ciudadanos y a destacar “el mejor resultado en la historia del PP”. Al día siguiente aprovechó su discurso ante el Comité Ejecutivo Nacional –rendido a sus pies– para recordar que hacía ya meses que había pedido a Zapatero el adelanto de las elecciones. “No lo hizo, está en su derecho. Las cosas no han ido a mejor. Nuestra posición es la misma y no voy a estar todos los días repitiéndola porque no tiene sentido”, afirmó. Eso sí, destacó que “este Gobierno no es el más indicado para generar confianza y disipar la dudas” sobre la salud económica del país.

Mientras, los acontecimientos se precipitan en el PSOE, donde ya ni se asegura la convocatoria de primarias para elegir al sustituto de Zapatero. Destacados dirigentes autonómicos, encabezados por el lehendakari Patxi López, las cuestionan en este momento y apuestan por un congreso extraordinario que renueve cargos e ideas para las elecciones generales. Otros líderes históricos van en la misma línea, mientras Zapatero se aferra a las primarias y a la secretaría general del partido. Ahora, el Comité Federal tendrá que tomar una decisión al respeto para taponar las vías de agua que ya inundan el puente de mando.

En el número 2.755 de Vida Nueva.

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