‘Midnight in Paris’, de viaje por la nostalgia

JOSÉ LUIS CELADA | Como el protagonista de su último trabajo, Woody Allen ha regresado a París en busca de inspiración. ¡Y vaya si la ha encontrado! Había visitado ya la capital francesa para rodar algunas secuencias de Todos dicen I love you (1996) y, una década después, se dejó caer nuevamente de este lado del Atlántico: Match Point (2005), Scoop (2006) y El sueño de Cassandra (2007) le llevaron con desigual fortuna a tierras británicas, hasta que su fallida escala entre nosotros con Vicky Cristina Barcelona (2008) puso definitivamente en entredicho la capacidad del veterano cineasta para contar historias lejos de su hábitat neoyorquino.

De vuelta a Europa, y sin abandonar cierta vocación turística (los primeros cinco minutos de metraje son puro deleite publicitario casi institucional) y una indisimulada debilidad por la cultura francesa, el inquieto creador nos propone –esta vez sí– un inolvidable viaje por la nostalgia que rebosa frescura e imaginación. Cada Midnight in Paris tiene lugar un “exorcismo” que traspasa las frontreras espacio-temporales (no solo las que impone la pantalla, como ocurría en La rosa púrpura del Cairo) para devolvernos a un universo artístico y visual cuya riqueza resulta difícil –y desaconsejable– desvelar ahora. El lector/espectador sabrá agradecérnoslo.

Un guionista de Hollywood metido a escritor (profesión recurrente en el imaginario de Allen) pasa unos días en la Ciudad Luz junto a su prometida y sus futuros suegros, mientras trata de avivar sus inquietudes literarias para ponerlas a salvo de una realidad (política, cultural y familiar) que pone coto a sus ensoñaciones.

Enamorado de una fantasía, el personaje al que Owen Wilson regala su cándida y sorprendida mirada se convierte en el mejor aliado del director para hablarnos del París de los años 20, de la Belle Époque y del “complejo de la Edad de Oro”. Pero se erige también en su impagable escudero para desmontar la nostálgica visión de aquellos tiempos, porque “ser feliz en el pasado es una ilusión”.

En la línea de sus producciones más aplaudidas, y ayudado por un espléndido reparto (desde la hipnótica Marion Cotillard a la siempre rotunda Kathy Bates, pasando por un surrealista Adrien Brody), el guionista y realizador de origen judío conjuga aquí con oficio algunas de sus más reconocibles (y reconocidas) señas de identidad: un romanticismo natural, magnificado por la belleza de los escenarios; una vis cómica que deja diálogos para el recuerdo; y pequeñas píldoras acerca del amor, el desengaño o el miedo a la muerte del penúltimo maestro de la sospecha y el buen humor. Todo ello redime al Woody Allen europeo de viejas superficialidades y reconduce su trayectoria a la senda de la inteligencia y el gusto.

Merci, monsieur Allen, porque su genialidad ha hecho posible que Midnight in Paris “eleve a arte el concepto de grupie”. Así sí que es fácil (y glamuroso) seguirle.

FICHA TÉCNICA:

TÍTULO ORIGINAL: Midnight in Paris

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Woody Allen

FOTOGRAFÍA: Darius Khondji

PRODUCCIÓN: Letty Aronson, Jaume Roures, Stephen Tenenbaum

INTÉRPRETES: Owen Wilson, Marion Cotillard, Rachel McAdams, Carla Bruni, Michael Sheen, Kurt Fuller, Léa Seydoux, Adrien Brody, Kathy Bates

En el número 2.754 de Vida Nueva

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