Elecciones 2011: ¿estamos desencantados con la política?

FAUSTINO CATALINA | El descrédito de los políticos sigue en aumento. Los españoles los consideran ya como uno de sus principales problemas, lo que no es una buena noticia para la democracia. ¿Ha llegado el momento de la regeneración de la vida política? ¿Cómo pueden ayudar los católicos?

En vísperas de las elecciones para renovar los cargos en 8.000 ayuntamientos y 13 comunidades autónomas, y a un año de las generales, la imagen y el aprecio por la política y los políticos pasan por su peor momento en los últimos años. A la sensación de la pésima y tardía gestión de la crisis económica se han unido los numerosos casos de corrupción, las dudas sobre la independencia del Poder Judicial o el interés de muchos dirigentes que han convertido la política en una profesión y que solo buscan continuar en la poltrona a toda costa.

Con este panorama se enfrentan muchos ciudadanos al dilema de votar o no votar, de decidir a quién votar o de qué forma ejercer al menos su derecho a la protesta.

No son estos signos de que la joven democracia española viva sus momentos más saludables, pero sí de la preocupación en una ciudadanía que ha caído, en muchos casos, en la desesperanza, sobre todo si sufre en sus carnes la asfixia de la crisis o de la falta de trabajo.

Para el filósofo José Antonio Marina, no obstante, “no hay ninguna razón para pensar que hemos tocado fondo”, porque “a la corrupción hay que sumar el sistema electoral que aleja a los candidatos de la ciudadanía y da un protagonismo excesivo a las ejecutivas de los partidos, junto a la pasividad de la ciudadanía, que sigue aún con un inconsciente franquista y espera de los políticos que arreglen todos los problemas”.

Según el último barómetro del CIS del mes de abril, 2 de cada 3 españoles (66%) consideran que la situación política es “mala” o “muy mala” y que dentro de un año la situación estará igual o peor. Varios estudios confirma que la política y los políticos inspiran desconfianza a una mayoría de españoles, solo superados por los sindicatos o las empresas multinacionales.

Baja calidad de nuestra cultura política

Este problema de fondo de la baja calidad de nuestra cultura política es, según el profesor de Sociología y director del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas, Fernando Vidal, fruto de la calidad de nuestros ciudadanos y de una sociedad civil “muy débil y excesivamente estatalizada, en la cual la mayor parte de organizaciones sociales dependen de las subvenciones o acuerdos de financiación con el Estado. Solo una sociedad civil densa y libre es capaz de crear una cultura política de calidad”.

Para la secretaria general de Justicia y Paz, Isabel Cuenca, se están perdiendo los aspectos positivos de la acción política mientras caminamos hacia un desencanto de los ciudadanos para votar porque creen “que todos los políticos son corruptos o que solo trabajan en favor de su propio interés o los de su partido, y el hecho de votar se convierte en una ‘obligación’ molesta y rutinaria. Los partidos políticos tienen parte de responsabilidad en esta degeneración de la vida política y, al final, el ciudadano se queda con la sensación de que ninguna opción política merece la pena y que las promesas en las campañas son irrealizables”.

El profesor de la Facultad de Teología de Comillas, Luis González-Carvajal, va más allá al recordar que en un Estado donde vivimos algo más de 46 millones de personas, con diferentes formas de entender la vida, es inevitable que haya antagonismos, y “la razón de ser de la política es conciliar esos antagonismos en una síntesis coherente que resulte viable para que no resulten destructivos. En consecuencia, el pecado original de la política es no actuar como el Gobierno de todos los españoles, sino de un grupo particular. Y se ha caído en ese pecado”.

En el número 2.753 de Vida Nueva (reportaje completo para suscriptores).

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