Isidro Luengo: “Llegamos a un público que jamás pisaría una iglesia”

Actor, interpreta a Cristo en la Pasión de Salamanca

ROBERTO RUANO ESTÉVEZ. SALAMANCA | Cateja Teatro (compañía albercana de teatro de jóvenes aficionados) no se entiende sin el marco que la arropa, envuelve e inspira desde un principio: el pueblo de La Alberca. Allí nace Cateja, en medio de las tradiciones, costumbres y creencias que forman parte ya de la idiosincrasia de los serranos de Salamanca. Sin esta villa, el grupo de teatro Cateja no sería nada, porque se nutre de su aliento. Cateja lleva el folclore y la religión de La Alberca en lo más profundo de sus entrañas.

Iniciaron su andadura interpretativa hace ya más de treinta años, ligados a la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, de la mano de Moisés Serrano, que por aquel entonces era su fiel sacristán. Él fue el encargado de meter en el cuerpo a un puñado de muchachos el gusto por el teatro. Uno de aquellos jóvenes es Isidro Luengo, miembro y alma de Cateja Teatro desde los inicios.

A lo largo de todo este tiempo, Cateja ha ido adquiriendo madurez personal y teatral. Hoy por hoy, está considerado uno de los grupos de teatro aficionado más importantes de la provincia de Salamanca. Gran parte de lo que son hoy se lo deben a la parroquia. En medio de su amplio repertorio, que pasa por el teatro de carácter tradicional semiprofano, clásico y de autor, lo que nunca han dejado de representar, año tras año, es la Pasión de Cristo. Son fieles a sus principios, pues es con la Pasión con lo que comenzaron. Ya no se concibe una Semana Santa en La Alberca sin la representación de la Pasión. Un acontecimiento que revoluciona al pueblo entero.

Isidro Luengo volverá a interpretar esta Semana Santa el personaje de Cristo, un papel que suele alternar cada año con su hermano José Fernando. “Poder representar a Jesús es lo más grande para un actor cristiano. Después de treinta años haciéndolo, todavía hoy, la víspera de la función, lo paso fatal. Me da mucho respeto meterme en la piel de Jesús de Nazaret”.

Isidro es consciente de que con su puesta en escena llegan a “un público que jamás cruzaría el umbral de la iglesia”, esos alejados, que llamamos ahora. Una Pasión donde confluyen todo tipo de gentes: creyentes y no practicantes, profesionales del teatro y aficionados. “De las noventa personas que representamos la Pasión, treinta o cuarenta no pisan jamás la iglesia. Pueden ser las mejores personas del mundo, pero no son practicantes. Representar la Pasión es otra forma de participar en la fe, vivir la Semana Santa de una manera singular. Quizás nuestra Pasión sea la menos religiosa de las cinco que actualmente se están representando en toda la provincia de Salamanca”, señala.

Para la gente de hoy

Es la personal apuesta de Cateja Teatro: una Pasión en la frontera. Mezcla de tradición, fe y cultura popular, que año tras año convoca a centenares de personas, la noche del Jueves Santo por las calles adyacentes a la iglesia parroquial de La Alberca. “Nos gusta trasladar a la gente de hoy y ahora, la emoción y el dramatismo que se pudo vivir en la Jerusalén de hace dos mil años”.

Aunque sea la pieza estrella de cada Semana Santa tanto en La Alberca como en otros puntos de Salamanca, la Pasión no es el único as que este grupo de jóvenes aficionados al teatro esconde bajo su manga. En su amplio repertorio también se encuentra la representación del auto sacramental La Loa, en honor de la Virgen de la Asunción, uno de los escasos autos sacramentales de origen medieval que todavía se conservan y que Cateja representa en La Alberca desde hace 27 años. “Todas estas representaciones teatrales son una forma de llegar a la gente a través del teatro y la palabra. El teatro sigue inalterable después de cuatro mil años de historia”.

EN ESENCIA

Una película: Jesús de Nazaret, de Franco Zeffirelli.

Un libro: La catedral del mar, de Ildefonso Falcones.

Una canción: Al Alba, de Luis E. Aute.

Un deporte: senderismo y fútbol.

Un rincón del mundo: Las Batuecas, en Salamanca.

Un deseo frustrado: haber estudiado más.

Un recuerdo de infancia: estar sentado a la lumbre junto a mis abuelos

Una aspiración: ayudar a que el mundo sea mejor.

Una persona: mejor tres:mi mujer y mis dos hijos.

La última alegría: buenas noticias en una enfermedad.

La mayor tristeza: la pérdida de un ser querido.

Un sueño: un mundo sin diferencias.

Un regalo: la palabra.

Un valor: la amistad.

Que me recuerden por… ser buena persona

En el nº 2.750 de Vida Nueva

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