¿Hacia un nuevo islam?

La consecución de las democracias en el mundo árabe podría impulsar la modernización de la religión musulmana

MARÍA GÓMEZ | Asistimos a unas históricas revueltas en el mundo árabe, de mayoría musulmana, cuyos ingredientes han sido el hartazgo y la vergüenza ante la dictadura, la corrupción, la pobreza, el desempleo, la falta de perspectivas… Pero, ¿y el elemento religioso? ¿Ha sido un factor importante en las protestas? ¿Lo será para guiar los procesos de modernización? E, igualmente interesante, cabe preguntarse: ¿es posible que la apertura en lo político no acabe afectando a lo religioso? ¿La ‘revolución dominó’ se va a convertir en un impulso para la modernización del islam?

Jaume Flaquer lo tiene claro: “La democracia provocará, sin duda, una modernización del islam, que decidirá ‘releerse’ a partir de esta nueva situación”. Consultado por Vida Nueva, el islamólogo jesuita asegura que “los cambios políticos provocan cuestionamientos religiosos”. También lo cree el padre blanco Miguel Larburu: “La experiencia de las revueltas nos abre los ojos a la desmitificación del ejercicio del poder por parte de los religiosos, porque no han sido capaces de mejorar las condiciones de vida de las poblaciones”.

El jesuita Flaquer cree que “es posible” que el islam supere la “tentación perenne” de una “nomocracia de origen divino, es decir, un Estado que asume la ley islámica de origen divino como ley ciudadana”; pero esto “no se consigue sin una reformulación de las bases de la religión, y eso no se hace de un día para otro”. “La colaboración inicial de los reformistas religiosos es esencial, puesto que las sociedades son profundamente creyentes. Las gentes necesitarán de nuevas claves religiosas, de un nuevo discurso y, sobre todo, de legitimación religiosa de una nueva situación política desconocida en ‘Dar al-islam’ hasta ahora”, responde el experto en mística musulmana.

Larburu, misionero en Argelia desde hace más de 50 años, considera que las élites de cada país serán “las que van a mover a las poblaciones hacia estados modernos y democráticos”. Pero también lo será la religión musulmana: “En toda su diversidad y en diálogo con otras religiones, no solo evolucionará interiormente, sino que confío en que será motor para nuestros países secularizados en la búsqueda de un lugar activo y atractivo en Occidente”. Además, el religioso asegura que los “instrumentos ya están presentes”: la madurez y autonomía de los medios de comunicación, intelectuales y sociedad civil, incluida “la presencia femenina, ya en acción”.

Fundamento espiritual

José Luis Sánchez Nogales, catedrático de Filosofía de la Religión en la Facultad de Teología de Granada, expresa una opinión similar a la de Flaquer con respecto a la legitimación religiosa. Para él, es “un error” pensar que se pueden “transplantar sin más” formas de vida cultural, social y política de una cultura a otras. Al contrario, “la estabilización de cualquier movimiento en el ámbito social, cultural, político y religioso requiere de una fundamentación ‘espiritual’, un ‘espíritu’.

Y este solo puede alimentar la vida de las comunidades humanas si brota de sus propias raíces espirituales en su ‘suelo’ espiritual”. Si esto se hace así, será posible el entendimiento: “El camino hacia una democracia que tenga un ‘mínimo común denominador’ con lo que en Occidente es ‘la democracia’ creo que es posible, además de deseable. Pero el camino hacia ese minimum lo deberán hacer esos pueblos arrancando de su propio espíritu. Y es en la ayuda respetuosa a esa búsqueda en donde puede revelarse la mejor aportación desde otros espacios espirituales”.

La gran novedad de estas revueltas es que las protagoniza el pueblo, y no ningún sector político ni religioso. “Los musulmanes y cristianos se han unido en la Revolución y han vencido al sectarismo reinante”, dijo Yusuf Qaradawi, presidente del Consejo Mundial de Ulemas, en un memorable sermón en la Plaza de la Liberación de El Cairo el 18 de febrero. Coincide con sus palabras el imán del Centro Cultural Islámico de Valencia, Vicente (Mansur) Mota Alfaro, y recuerda el caso concreto de Egipto, donde “los partidos islámicos se han mantenido al margen. Querían mostrar al pueblo y, sobre todo, a la comunidad internacional, que el levantamiento era una demanda de todos los ciudadanos, dejando de lado cualquier tendencia política o religiosa”, subraya a Vida Nueva.

Precisamente por esto, Mansur Mota descarta un auge del fundamentalismo religioso: “Es el propio pueblo quien ha movido todo esto, y será quien lo organice”. Aunque tampoco hay que esperar un avance hacia la laicidad: “Hablamos de pueblos que ostentan estructuras culturales diferentes a las nuestras. Simplemente, debe entenderse que el hecho religioso se vive con más fervor en algunos países. Pero siempre existirá el respeto del pueblo a las leyes y normas que el pueblo como tal elija y disponga para la administración de su propio país”.

El imán asegura que “los reformismos y la contextualización del islam en el mundo islámico ya habían comenzado tiempo atrás”, y defiende el buen estado de salud del diálogo interreligioso: “Lo cierto es que nosotros, como europeos, estamos bastante lejos de alcanzar lo que han alcanzado los ciudadanos en otros países. En muchos países árabes no solo existe diálogo, sino que hay una relación establecida entre diferentes confesiones religiosas desde hace siglos”.

“En los últimos años, Egipto ha sufrido una creciente tensión entre su mayoría musulmana y la minoría cristiana copta”, reconoce, por su parte, Teresa Losada, fundadora y miembro de la Fundación Bayt Al-Thaqafa para la integración de los árabes-musulmanes. Pero esta franciscana misionera de María también se refiere al grito unánime de los manifestantes de la Plaza Tahrir. Como el imam, la religiosa destaca que “el mundo islámico se está secularizando, pese a ciertas resistencias. Basta echar una ojeada a los códigos de familia, al avance de los movimientos feministas, al número de mujeres en las universidades y en puestos de responsabilidad en instituciones civiles… El desafío está en alumbrar una nueva doctrina teológica. Hoy se hace urgente aplicar al Corán una lectura crítica y asumir el hecho de la modernidad con todas sus consecuencias, y con su innegable ruptura con los modelos de sociedad que creen que los códigos religiosos valen para todo tiempo y lugar”.

Preguntada también ella por si cabe esperar un auge de los fundamentalismos, Losada cree “las sociedades musulmanas tardarán un tiempo no corto en romper los bloqueos que hoy pesan sobre su proceso de modernización. La lucha de los elementos reaccionarios va a ser fuerte”. “El mundo árabe ya ha pasado la experiencia del fundamentalismo islámico. Sin duda, es momento de mirar hacia otro lado”, opina, a su vez, Flaquer, quien coindice con Larburu al señalar que, ahora, el referente será la democracia y el islamismo turcos.

¿Cómo va a afectar esto al diálogo interreligioso y, por extensión, a la relación con Occidente? “El diálogo interreligioso será imprescindible en el futuro, ya que las religiones poseen un potencial de paz que es necesario activar”, asegura Teresa Losada. Para el profesor Sánchez Nogales, “dado que el cristianismo es una religión en la que se ha engendrado la modernidad y con la cual ha tenido que vérselas, el establecimiento de una plataforma de ciertas aspiraciones comunes de las personas beneficia el diálogo. Aunque en Occidente –advierte– se entiende por diálogo, en muchas ocasiones, la ‘capitulación’ de otras culturas ante la occidental”.

Flaquer cita la democracia como condición previa para una cultura del diálogo: “Donde no existe la primera, la segunda no puede desarrollarse plenamente”. Y añade: “Si se devuelve la dignidad a los ciudadanos, dejarán de formular su relación con Occidente desde ese ‘amor-odio’ tan característico de las psicologías heridas. Una mayor autoestima permitirá un diálogo sin tantas barreras históricas”.

En el nº 2.749 de Vida Nueva

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