Kun Peng Guo: “Queremos que los católicos chinos se inculturen aquí”

Vicario parroquial de Santa Rita (Madrid)

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Sonríe sin parar, se llama Juan María y tiene 32 años. Hasta ahí, todo normal. Lo “extraordinario” viene cuando su felicidad no ha sido empañada en ningún momento por el rencor. Y eso que sus circunstancias no han sido fáciles: es chino y es católico. Su nombre original es Kun Peng Guo y es, además, sacerdote y agustino recoleto. Su difícil misión: dirigir y fomentar la incipiente comunidad católica china en Madrid.

Natural de Shangqiu, en su “pueblo” de un millón de habitantes, su abuela y su madre fueron las primeras en bautizarse cristianas. Él lo hizo con ocho años, en una iglesia luego destruida. Y es que “solo quedan en China diez iglesias del siglo XX”. Pero lo más perjudicial es el silencio y el ocultamiento: “Antes, la Iglesia era conocida por la población. Tenía muy buena imagen, gracias a los misioneros agustinos recoletos, venidos de España. Pero el comunismo la hizo casi desaparecer; muchos desconocen qué es el cristianismo”.

Él lo vivió “no por los libros, sino por los testimonios”, pues, “cuando era niño, no había ninguna pastoral o catequesis”. Su formación en la fe le llegó a partir del ejemplo de quienes le rodeaban. Entró en el seminario siguiendo los pasos de su tío. Allí le marcó su relación con los agustinos recoletos. “Veía que eran poquísimos para toda la diócesis. La mayoría eran muy mayores. Iban de un lado a otro, durmiendo en bancos, en suelos. Yo les ayudaba porque quería que descansaran, que se pudieran jubilar…”. Aunque uno le marcó de manera especial: “Era muy anciano. Había estado 40 años en la cárcel, y casi no podía caminar. Le veía rezar, celebrar la misa… Fue un muy buen ejemplo. Nunca le vi odiar”. Él tampoco siente rabia. Por eso sonríe sin parar.

Esa misma fuerza y alegría las transmite a la comunidad de católicos chinos en Madrid, a los que “sirve” desde 2007, cuando se consagró sacerdote. El provincial de los recoletos de su comunidad le mandó aquí en 2004, para que estudiara Teología y español. Tenía que formarse para su misión: hacer que Madrid se uniera a Barcelona, Mallorca, Bilbao y Zaragoza como la quinta ciudad española con un grupo constituido de católicos chinos.

Tras pasar por varias parroquias, la de Santa Rita se ha acabado erigiendo como el punto de encuentro de la nueva comunidad, con más de 200 fieles. Algo que han conseguido a base de mucho trabajo: “A nuestra primera misa vinieron 15 personas, incluidos los curas… Ahora vienen unos 60. El gran problema es el de conjugar horarios, pues la mayoría trabaja gran parte del día en tiendas”. Haciendo encaje de bolillos, consiguen cuadrar días para reunirse. Para rezar. Para celebrar. Para compartir. Para hacer comunidad.

En el nº 2.748 de Vida Nueva (entrevista íntegra para suscriptores).

Compartir