Tania Martínez: “Ningún movimiento puede considerarse preferido en la Iglesia”

Coordinadora de Adultos de la Acción Católica General

JOSÉ LUIS PALACIOS | Tania Martínez Alfaro, de 61 años, nacida en Barrax (Albacete), vive ahora en Madrid para encargarse del Sector de Adultos de la Acción Católica General (ACG) después de toda una vida en Castellón, donde coordinó el Centro de Cultura Popular y fue voluntaria en Manos Unidas. Casada, con dos hijos y dos nietas, asegura que la nueva ACG sigue encarnándose cada vez más en las diócesis y en las parroquias.

¿Cómo conoció este movimiento y por qué decidió entrar en él?

Llegué a la diócesis de Segorbe-Castellón cuando me casé; enseguida conocí a una amiga que me invitó a participar en la parroquia y en el Movimiento de Mujeres de Acción Católica. Soy consciente de que mi formación integral, desde la fe y como persona, se la debo a la AC. Dentro del movimiento he vivido muchos cambios; hoy valoro la disposición de los militantes que tuvieron esa visión de futuro y nos guiaron con sencillez, firme decisión y gran generosidad al momento que estamos viviendo de la ACG, con sus tres Sectores (Niños, Jóvenes y Adultos), y en el que “empezamos a ver los primeros rayos de un sol anhelado y presentido durante una larga vigilia”, como dijo Pedro Escartín, el consiliario, en la Asamblea de constitución del nuevo movimiento en 2009.

¿Por qué aceptó venir a Madrid a coordinar el Sector de Adultos?

Los que me conocen saben de mi dedicación y pasión por la ACG. Para venir a Madrid solo existía una dificultad: que mi familia entendiera la motivación y disponibilidad. Y lo suyo ha sido un acto de cariño y generosidad, sobre todo por parte de mi marido, que es al que más le afecta. Y aquí estoy, dispuesta a restituir a la ACG todo lo que de ella he recibido. Deseo saber corresponder.

¿Qué miedos e ilusiones surgieron al considerar la propuesta?

¿Ilusiones? Todas. Estaba contenta de la propuesta que había hecho mi diócesis. Eso significaba que creían en mí. También me gustaba poder vivir el movimiento desde el nivel general, ya que se ve de forma más completa y global. Tenía la oportunidad de adquirir experiencias nuevas y ganar en conocimientos. En cuanto a los miedos…, también todos. Temía no estar a la altura de lo que se me pedía. Otra dificultad era vivir en Madrid. Siempre he vivido en ciudades pequeñas. Suponía todo un reto. Ambos miedos los estoy superando sin dificultad. En la Comisión Permanente trabajamos muy unidos y con mucho respeto entre nosotros. Cada uno asume su responsabilidad, pero todos conocemos todo y juntos decidimos. Esto, que parece normal, es la forma sublime de trabajar en equipo.

¿Ha cambiado mucho su perspectiva de la ACG?

Ahora tengo mayor información y mejor conocimiento de las realidades diocesanas y del movimiento en general. Se palpa cómo se va implantando el nuevo movimiento de ACG en las diócesis. En las que todavía no existe, se constatan los esfuerzos que se están realizando, porque creen en el proyecto que hace la ACG. Todas estas realidades son muy gratificantes y nos renuevan la ilusión y las ganas de trabajar.

¿Cómo anda de salud la ACG?

Está en un momento muy bueno, tratando de vivir en comunión las tres realidades de niños, jóvenes y adultos en un único movimiento. Está encarnada en las parroquias y en las diócesis.

¿Cómo es la relación con los obispos?

Es buena. Se constata cuando hacemos visitas a las diócesis. Todas las que yo he vivido, han sido inmejorables. Las visitas favorecen un conocimiento mutuo. Cada uno, desde su situación, pretende el mismo objetivo: favorecer la evangelización de las personas que ya pertenecen a la parroquia y al ámbito de las mismas, así como descubrir la forma de llegar a los alejados. En estos encuentros se han asumido compromisos concretos por parte del obispo y por parte de la ACG y, en un breve espacio de tiempo, ambos realizábamos las acciones a las que nos habíamos comprometido.

Relaciones con el Episcopado

¿Echa de menos un mayor aliento de la Jerarquía?

Conocemos la larga historia de la AC y las situaciones distintas por las que ha pasado. La relación de la jerarquía con la AC la compararía con la de un matrimonio de muchos años: a lo largo de la vida, este matrimonio ha vivido momentos de todo tipo. Así sucede también con la AC: unas veces hemos caminado muy juntos y, otras, un poco distanciados. No veo que este momento sea de los peores. Al contrario, detecto que el Episcopado sigue con mucho interés el proyecto de la ACG. Lo que nos corresponde ahora es dar respuesta a lo que se nos pide y ofrecer, con toda humildad, nuestra larga experiencia. En unas ocasiones, las dificultades han surgido porque se nos conoce poco; en otras, porque nuestras actuaciones no han sido las adecuadas.

¿Ha pasado ya el tiempo de la Acción Católica y ahora vienen nuevos movimientos más pujantes, o todavía tienen mucho que decir?

La AC no puede perder de vista su historia, ni sus crisis. Para comprender mejor sus esfuerzos y dificultades en la década de los 70, hay que tener en cuenta que se vio afectada por los problemas sociopolíticos de la época, que influyeron por igual tanto en la vida de la Iglesia como en la del resto de la sociedad. Pero la crisis no fue un acto final. La AC no ha dejado de existir ni de pensar en su futuro. Don Elías Yanes, en el documento La Acción Católica, un don del Espíritu, relata los pasos dados por la AC para la superación de la crisis, pasos que han dado lugar a la nueva ACG que hoy, con renovado entusiasmo, se esfuerza por testimoniar a Jesucristo en medio del mundo.

“El tesón y la vitalidad de la propia Acción Católica, su conciencia de misión, el convencimiento cada día más vivo de que misión y comunión eclesial son inseparables, la ha llevado a rehacer su identidad dañada por la crisis y a renovar sus estructuras y su orientación”, se señala en ese texto. Por tanto, la AC no ha dejado de existir ni de pensar en su futuro. Respecto a la relación con los nuevos movimientos, considero que todos tenemos nuestro lugar en la Iglesia, todos somos necesarios y nadie puede considerarse preferido.

¿Qué puede aportar personalmente a la AC y a la Iglesia desde el cargo que ocupa? ¿Cómo le gustaría que se recordara su mandato?

Soy una persona sencilla. Lo mejor que puedo ofrecer es lo que siempre he hecho: poner a disposición del movimiento mi persona, la formación que de él he recibido y mi humilde experiencia. Y todo, sin regatear esfuerzos. No sé cómo quisiera que se recordara mi tarea porque solo hace unos meses que estoy aquí. Pero me gustaría que se me recordara por las cualidades que admiro en otros: una persona de oración y enamorada de Jesucristo que realiza un trabajo coherente y bien hecho.

La ACG ha lanzado una iniciativa para que las comunidades cristianas oren en torno al drama del desempleo y pasen a la acción. ¿Qué espera de este proyecto?

La iniciativa, que parte de una propuesta del Sector de Jóvenes, consiste en manifestar la preocupación por la situación de las personas desempleadas. Hemos elaborado tres materiales de trabajo, uno para cada Sector (Niños, Jóvenes y Adultos) para profundizar en las situaciones de paro que estamos viviendo y alumbrarlas a la luz del Evangelio. Esta reflexión se ha ofrecido a otros grupos de la parroquia y de fuera del ámbito de la misma que les pudiera interesar, aunque no estén vinculadas a ACG. Aún es pronto, pero nos consta que se está haciendo la campaña en las diócesis, y esperamos concretarla en acciones que pongan de manifiesto el derecho y dignidad de las personas en el trabajo.

En el nº 2.748 de Vida Nueva

Compartir