La desbordante singladura literaria de El Barco de Vapor y Gran Angular

De izq. a dcha., Lucía Figar, Arlet Hinojosa, Daniel Nesquens, Doña Letizia, Begoña Oro, Ángel Gabilondo y Juan de Isasa

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Fotos: SERGIO CUESTA | Si hay una verdadera literatura hoy en España, y en buena parte de Iberoamérica, es la infantil y juvenil. No solo porque vende, sino por su enorme calidad, el gran número de autores y su amplísimo eco en la educación de niños y jóvenes. Nunca niños y jóvenes han leído tanto, y ahí están los elevados índices de lectura.

Tampoco nunca han tenido la oportunidad de leer libros de tanta calidad. Gran parte de culpa tiene en ello la solidez y la perseverancia de premios como El Barco de Vapor y Gran Angular, que un año más –y ya van 33– insisten en el descubrimiento y reconocimiento de autores y títulos. En esta edición, el jurado ha elegido ganadores a Daniel Nesquens (Zaragoza, 1967), con Mi vecino de abajo (Premio El Barco de Vapor de Literatura Infantil), y Begoña Oro –también zaragozana–, con Pomelo y limón (Premio Gran Angular de Literatura Juvenil). La ceremonia de entrega, que se celebró en la Real Casa de Correos de Madrid el 23 de marzo, se convirtió en toda una reivindicación de la lectura y la educación, con la presencia de la Princesa de Asturias, Doña Letizia; el ministro de Educación, Ángel Gabilondo; la consejera de Educación de la Comunidad de Madrid, Lucía Figar, y el presidente de SM, Juan de Isasa.

Doña Letizia quiso agradecer la labor de todas las personas que se entregan a la tarea fundamental de la educación y “en especial a la Fundación SM y a todo su equipo, que dedican su tiempo y su trabajo a que nuestros niños y nuestros jóvenes lean”. Según dijo citando a García de la Concha, a leer como una “actividad total del espíritu con la que se movilizan la inteligencia, la sensibilidad y los valores morales y estéticos”.

De ahí que Ángel Gabilondo subrayara la necesidad de premios como El Barco de Vapor y Gran Angular para publicar “buenos libros que eduquen” o, según Lucía Figar, además de “difundir y transmitir valores a los niños”, para seguir creando una “cantera excepcional para los nuevos talentos en la literatura”.

Daniel Nesquens, ganador de El Barco de Vapor

Colecciones emblemáticas

Todos ellos, sin duda, son méritos de los Premios El Barco de Vapor y Gran Angular. “Nadie ha hecho más por los autores de la Literatura Infantil y Juvenil en España y en Hispanoamérica que estos premios. Es cierto que luego han llegado otros premios y otras editoriales, pero ninguno tiene la dotación económica de los nuestros ni ha sido capaz de crear un fondo de publicaciones tan emblemático que han contribuido a la educación de millones de niños”.

La frase de Leoncio Fernández, director de la Fundación SM, sirve para resaltar la larga vida de unas colecciones emblemáticas que representan, como ninguna otra, el espíritu de SM, inseparable de las propias bases de los premios, que declaran que su fin es “promover la creación de una literatura para niños y jóvenes que fomente el gusto por la lectura y transmita, con calidad literaria, unos valores humanos, sociales, culturales o religiosos que ayuden a construir un mundo digno”.

Solidaridad, compromiso, fidelidad, amor a lo sencillo, respeto al diferente, conocimiento de Dios. Son algunos de los valores que han difundido algunas de las obras premiadas desde que en 1978 se creara la colección y el premio El Barco de Vapor, que tres años después se amplió al público juvenil con Gran Angular. Especialmente en torno a El Barco de Vapor, se ha creado una mística singular, porque su peso en la educación lectora de cientos de miles de niños es innegable, con títulos premiados que hoy son referentes incuestionables como Fray Perico y su borrico (1979), del inolvidable Juan Muñoz, que es el título más vendido a lo largo de la historia de la colección, con más de un millón y medio de ejemplares.

“Ya hay muchos padres que leyeron ese libro en su infancia que ven cómo hoy sus hijos continúan divirtiéndose con el humor non-sense de este personaje, su burrito y sus compañeros. Un premio que, sin duda, marcó una época, y se ha convertido en un referente en la literatura infantil”, según destaca Elsa Aguiar, gerente editorial de Publicaciones SM.

Junto a ellos, la propia Aguiar recuerda otros “hitos” de la historia de los premios como Lili (1995) de Gonzalo Moure; Historia de un segundo (2010), de Jordi Sierra i Fabra; Ojo de nube (2006), de Ricardo Gómez, o Finis Mundi (1998), que supuso el lanzamiento de una autora como Laura Gallego –tenía 21 años cuando obtuvo el premio– y que simboliza uno de los objetivos fundacionales de los premios: servir de trampolín y hacer cantera entre los autores españoles que comienzan sus pasos en la literatura infantil.

En la ceremonia se entregó a Gallego una placa al superar Finis Mundi la cifra de 100.000 ejemplares vendidos. Leoncio Fernández destaca, además, que guarda con gran cariño el premio a Gallego, porque la autora reconoció al recoger el premio haber sido “una lectora ávida de Barco de Vapor”, por lo que afirma: “Estoy convencido de que como ella, habrá muchos otros lectores, que algún día lograrán ganar el premio”.

Los premios El Barco de Vapor y Gran Angular –que son los de mayor dotación en todo el mundo para el género infantil y juvenil, con 50.000 euros cada uno– se convocan, además de en España, en otros ocho países de Hispanoamérica: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Puerto Rico, sumando entre todos ellos más de 250.000 euros en premios. Pero no son la única apuesta de la Fundación SM para estimular la creación literaria.

Arlet Hinojosa y Begoña de Oro

A ellos se han unido recientemente el Premio Internacional de Ilustración Feria de Bolonia–Fundación SM, el Catálogo Iberoamericano de Ilustración, convocado junto con la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara (México), y el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil. Además, en la ceremonia del pasado día 23 se entregó el sexto Premio Literario Jordi Sierra i Fabra para jóvenes menores de 18 años, que recayó en Arlet Hinojosa (Alicante, 1995) por su novela La leyenda negra, convocado conjuntamente por la Fundación Jordi Sierra i Fabra y la Fundación SM.

Convivencia y nuevas tecnologías

En Mi vecino de abajo, escrito en primera persona, Daniel Nesquens utiliza un lenguaje sencillo y directo, salpicado de su peculiar humor absurdo. La ironía sutil, la imaginación y los juegos de palabras y de ideas hacen de esta obra un relato entrañable para niños a partir de 8 años y para adultos. La obra ganadora del Premio El Barco de Vapor 2011 narra, desde el punto de vista de un niño, su convivencia con “el vecino de abajo”, un islandés, raro y misterioso llamado S. Peltoonen, todo un personaje excéntrico y misterioso que vivía solo, tendía su ropa junto a hojas de lechuga y una chistera de mago, a veces se dejaba barba, otras, bigote; a veces salía con gafas oscuras y guantes negros…

Por su parte, Pomelo y Limón, de Begoña Oro, es una novela “experimental, novedosa e híbrida”, según el jurado que la eligió como ganadora del Premio Gran Angular entre 85 originales. Y es que Oro ha creado una novela total que puede leerse de múltiples maneras, ya sea en papel, en iPad y en e-readers. Pero que, sobre todo, aprovecha las posibilidades de las redes sociales para ir más allá, con personajes con blogs o perfiles en Facebook, que existen realmente y se actualizan, ampliando las posibilidades de la novela.

En el nº 2.748 de Vida Nueva

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