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Jesús de Nazaret (vol. II). Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección


Un libro de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) (Ediciones Encuentro, 2011). La recensión es de Armand Puig i Tàrrech.

Jesús de Nazaret (vol. II). Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección

Autor: Joseph Ratzinger (Benedicto XVI)

Editorial: Ediciones Encuentro

Ciudad: Madrid

Páginas: 400

ARMAND PUIG I TÀRRECH | El Santo Padre ha cumplido su palabra y le ha sido concedida la fuerza necesaria para cumplirla. El resultado es un espléndido volumen –el segundo de una trilogía– sobre Jesús de Nazaret, que lleva como subtítulo Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. Tras un primer volumen, publicado hace cuatro años (2007), y que cubría los misterios de la vida de Cristo desde su bautismo en el Jordán hasta la transfiguración, llega ahora (2011) un segundo momento de este gran itinerario interior, espiritual e intelectual de Benedicto XVI.

El Papa continua la contemplación de la figura de Jesús como aparece en los evangelios canónicos y se detiene en el nudo central de los acontecimientos que configuran su vida: pasión, muerte y resurrección. Son nueve capítulos y una “Perspectiva” final sobre la ascensión y la parusía: 1. entrada en Jerusalén y purificación del templo; 2. discurso escatológico; 3. lavatorio de los pies; 4. oración sacerdotal; 5. última cena; 6. Getsemaní; 7. el proceso; 8. crucifixión y sepultura; 9. resurrección de Jesús de entre los muertos.

En total, casi 350 páginas de texto, densas pero muy leíbles, didácticas y, a su vez, “profesorales”, escritas por alguien con la forma mentis de un teólogo y capaz de expresar su fe, la fe de la Iglesia.

El Papa consolida con este segundo volumen una forma de escribir sobre Jesús que se sitúa en la vía de la denominada por él mismo “exegésis teológica” o, si se quiere, “teología bíblico-canónica”. La primera afirmación que se realiza en esta vía es que el acceso a Jesús debe hacerse a través de los cuatro evangelios canónicos, ya que solo ellos nos dan la verdadera y última imagen de Jesús, el Jesús “real”.

Esto no significa anular de un plumazo las investigaciones exegéticas, mayoritariamente histórico-críticas, como si los resultados de doscientos años de búsqueda interpretativa pudieran ser obviados. Por el contrario, este libro integra no pocos momentos de diálogo científico con exégetas, sobre todo del área alemana (católicos y protestantes), pero también de otras áreas (por ejemplo, el sacerdote norteamericano J. P. Meier). Las posiciones de los exégetas merecen una valoración atenta y precisa pero, como es natural, no siempre concordante. Es evidente que las fuentes fundamentales históricas sobre Jesús, las que cubren el 95% de lo que podemos saber sobre él, se encuentran en los evangelios canónicos.

A partir de ellos, y con la ayuda de la crítica histórica, el Papa se propone “reconstruir la figura de Jesús” y, por tanto, no puede dejar de lado “la historicidad real de los acontecimientos históricos esenciales” (p. 125). Su obra, que aúna el Cristo de la fe y el Jesús de la historia, es un ejemplo luminoso de cómo es importante “determinar si las convicciones de fondo de la fe son históricamente posibles y creíbles” (p. 127).

Por otra parte, la aproximación del Papa a la figura de Jesús es la aproximación de los evangelios canónicos; en efecto, los cuatro evangelios integran en un todo articulado historia y fe, fe e historia. La originalidad de la escritura evangélica consiste en que se constituye a partir de la tradición de Jesús y de la recepción interpretativa que de ella hacen las comunidades cristianas primitivas, la Iglesia de los inicios del cristianismo.

Por esta razón, la opción metodológica del Papa, que no excluye los análisis exegéticos sobre el Jesús de la historia, se identifica de hecho con el tipo de texto con el que están elaborados los relatos evangélicos. En este sentido, la utilización del cuarto evangelio, al lado de los sinópticos, es compartida por diversos exégetas que subrayan el valor estrictamente histórico de muchos de los datos que ofrece el cuarto evangelio.

Citemos a Charlesworth o a Bauckham, a Hengel (+) y a Söding, a Segalla y a quien firma estas líneas, entre otros. En una palabra, no parece descabellado afirmar que los cuatro evangelios canónicos son textos construidos según una “exégesis teológica” de la tradición de Jesús. En ellos, el dato histórico transmitido es tratado con la veneración que merece la “historia de Jesús” y con la libertad que proporciona la recepción de una tradición viva que se configura en el seno de unas comunidades que le confiesan como Hijo de Dios, Mesías y Señor.

Deudor del Vaticano II

La segunda afirmación que realiza la vía de la “exégesis teológica” se refiere a la hermenéutica de la fe. En este punto, el papa Benedicto (Joseph Ratzinger) se muestra deudor del Vaticano II y, concretamente, cita en el prólogo el número 12 de la constitución Dei Verbum, dedicado a la interpretación de la Sagrada Escritura. Allí se lee que es tarea de los intérpretes de los textos bíblicos dilucidar “el contenido y la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe”. Difícilmente, encontraríamos en un libro una aplicación más exacta de estos principios hermenéuticos.

La obra del Papa sobre Jesús es un ejemplo magnífico de concreción de estos criterios interpretativos, realizada, además, sobre el tema mayor con el que puede confrontarse un teólogo o un exégeta: los misterios de la vida de Cristo. Sin embargo, él no se limita a reelaborar la teología medieval al respecto. Es consciente del cambio de contexto histórico, existencial y espiritual, y por ello se sitúa en un terreno mixto, que no es el de las vidas de Jesús ni el de las cristologías sistemáticas. Su obra es una lectura de los evangelios y de toda la Escritura, que busca proponer el encuentro personal con Jesús mostrando la certeza de su historicidad y la verdad última a la que llega quien medita sus palabras y entra en comunión con él.

La razón histórica no puede quedarse sola ante la tarea delicada y crucial de trazar los rasgos esenciales de la figura de Jesús de Nazaret. Una lectura puramente histórica de Jesús presenta unos límites evidentes, ya que no logra captar la globalidad de Alguien que supera las coordenadas en las que se mueve la investigación histórica. Sin recursos suficientes y con “una racionabilidad históricamente condicionada”, una lectura de carácter histórico se muestra tan necesaria como insuficiente. Hay que dar un paso más. El Papa lo formula y lo practica así: la exégesis bíblica debe “volver a reconocerse como disciplina teológica, sin renunciar a su carácter histórico” (pp. 6-7). Esta es la tarea de una exégesis responsable que se abre y culmina en una “hermenéutica de la fe… que es conforme al texto y puede unirse con una hermenéutica histórica consciente de sus propios límites” (p. 7).

El Papa ha querido “conjugar estas dos hermenéuticas”, y es harto probable que su obra marque un hito en el gran debate que abrió la Ilustración, que comportó el divorcio entre dogma e historia, entre verdades contingentes y verdades eternas. Hay que aproximar y poner en contacto otra vez los dos polos, es preciso mostrar cómo en cada caso las dos hermenéuticas no se contraponen, sino que se complementan y se articulan en una síntesis que es fecunda y que rompe más de dos siglos de desencuentros y rivalidades. Empieza un tiempo nuevo, en el que la sensibilidad hermenéutica será decisiva para proceder a la fusión de horizontes –el de la historia y el de la fe– en una interpretación de calado que sepa dar razón de la naturaleza de los textos del Nuevo Testamento, particularmente de los cuatro evangelios.

Una reflexión final. Un anciano Papa, cuya edad se encuentra en la década de los ochenta, ha sido capaz de escribir dos libros que han dado la vuelta al mundo y que han ayudado espiritualmente a muchas personas. Ahora falta solo una tercera publicación, más bien pequeña, sobre la infancia de Jesús, para completar la trilogía inicada en el año 2004. La fe no conoce fronteras de edad y de trabajo, de condición y de energías. La responsabilidad de anunciar a Jesús al mundo de hoy, sobre todo a esta Europa afectada por su lejanía de Dios. El Papa, servidor del Evangelio, parece haber encontrado un modo de escribir que ha abierto los corazones de muchos y ha levantado la admiración de muchas personas, algunas con conocimientos exegéticos notables. Se diría que hay un designio escondido de Dios en algo que resulta inaudito e infrecuente: un gran profesor y teólogo que, aparentemente, ya lo había dicho todo, ahora, como Papa, ha tomado la palabra con convicción y su mensaje ha dado la vuelta al mundo. Este hecho debe ser motivo de reflexión: la fuerza del Espíritu actúa en los corazones de quienes han recibido el bautismo y son hijos de la Iglesia, y ha impulsado una obra teológica, exegética y espiritual que da lo que promete y promete lo que solo Dios puede dar.

En el nº 2.748 de Vida Nueva.

Actualizado
01/04/2011 | 08:59
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