Intolerancia

JOSÉ Mª RODRÍGUEZ OLAIZOLA | Sociólogo jesuita

“Tengo ganas de gritar contra la intolerancia faltona que parece cebarse a menudo con los católicos. Contra esa manera de querer imponer las propias convicciones –no religiosas– en nombre de una libertad que se está negando”.


Hace unos días, un grupo de jóvenes asaltaron la capilla de la Universidad Complutense de Madrid, como gesto de protesta por la presencia de un espacio religioso en una oficina pública, con actitudes impropias e insultantes, e incluso delictivas –con tal grado de desfachatez que, pensando que era una gracia más, lo colgaron en YouTube… Hubo reacciones en su contra. Después, el obispo auxiliar de Madrid presidió una celebración que llamaron de desagravio. Y por último, una asociación de estudiantes de izquierdas convocó una cacerolada para protestar por la presencia de dicha capilla. ¿Se habrá acabado aquí la historia?

Los enfoques para tratar de entender esta cuestión son muy distintos. Podemos ir al debate de fondo sobre la libertad religiosa y los espacios públicos; a la pregunta concreta sobre la actuación de las autoridades académicas ante determinados conflictos en las instituciones que dirigen; a la pregunta crítica sobre quién está detrás, azuzando a algunos jóvenes a comportarse así; a la pregunta pastoral sobre cómo puede haber una percepción tan distorsionada y agresiva sobre la religión, y sobre la polarización de discursos y demás; o al comentario irónico sobre la incoherencia de asociaciones no académicas que, desde los despachos que tienen en las universidades, cuestionan que otras asociaciones puedan tener espacios en esas mismas universidades.

Pero, sinceramente, más que entrar en análisis prudentes, razonables y sutiles, tengo ganas de gritar contra la intolerancia faltona que parece cebarse a menudo con los católicos. Contra esa manera de querer imponer las propias convicciones –no religiosas– en nombre de una libertad que se está negando. ¿Ha sido la Iglesia intolerante en muchas épocas? Sin duda. Pero me temo que el fundamentalismo va por barrios, y hay quien debería mirar un poco a su propio vecindario.

jmolaizola@vidanueva.es

En el nº 2.748 de Vida Nueva.

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