Beato Chaminade, misionero en un tiempo nuevo

En 2011 se cumple el 250º aniversario del fundador de la Familia Marianista

JOSÉ MARÍA ARNAIZ, SM | La celebración de los 250 años de presencia y de acción significativa en la Iglesia y en la sociedad del P. Guillermo José Chaminade (1761-1850), fundador de la Familia Marianista, llega en un momento oportuno de la historia de los marianistas. Oportuno para iniciar un período de revitalización. Así será si acertamos a volver al corazón de nuestro carisma y entrar en el espíritu que nos dio el ser y que Chaminade nos dejó.

Por lo mismo, estamos invitados a vivir este acontecimiento con memoria purificada y agradecida, y con una fe que actúa por la caridad y consolida una esperanza que nos permite lanzarnos animosos hacia el futuro. Nos toca retomar lo vital de nuestra fundación marianista y situarlo en el contexto de hoy.

Queremos que esta celebración se convierta en un año santo, en una gran fiesta, de las que llevan al compromiso, que es la mejor acción de gracias. Al P. Chaminade le tocó pasar página en la historia. Vio varios ocasos; y en las noches oscuras alcanzó a percibir los albores. En la frontera entre dos épocas supo hacerse camino hacia el nuevo tramo de la historia y vivir con audacia y lucidez en una revolución sociocultural y política. Por eso es maestro de aquellos a quienes les toca abrir brechas. Recibió la gracia del vino nuevo y acertó a encontrar los odres nuevos. Bien puede ser patrono de los que les toca ser misioneros en tiempo nuevo.

Chaminade es nombre de colegio, de universidad, de calle o de plaza; es título de libro, marca de vino, ya que hizo su vida en Burdeos. Pero es, sobre todo, etiqueta de maestros en el espíritu; de fundador y misionero de María, de hombre de Dios. Es una forma más de encarnar el Evangelio; de trasmitir un carisma, de hacer comunión, de recordar con fuerza la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad, y de multiplicar cristianos. Concibió unas instituciones originales y, con ellas en la  mente y en el corazón, hizo un camino de vida cristiana, y más concretamente de santidad, y propuso un método de formación en la fe. Su proyecto sigue vivo porque en él hay semillas del Espíritu. Ese proyecto fue, en su tiempo, y sigue siendo hoy, una alternativa a la realidad sociocultural y religiosa en que vivimos.

La persona de un beato y el patrimonio que él deja a su familia espiritual, si es fundador, no es exclusivo de su familia religiosa, en este caso la marianista. Es un regalo del Espíritu y aire fresco para toda la Iglesia y la sociedad. Compartir su testimonio de vida y su mensaje es lo que quiero hacer desde estas páginas. Su beatificación, hace poco más de diez años, nos sirvió a los marianistas para presentar en sociedad y en la Iglesia un rostro original de santidad y de humanidad: el del P. Chaminade con dimensión universal; un rostro que traspasa la realidad de la Familia Marianista para convertirse en patrimonio de todos los que buscan orientación para ser misioneros de tiempos difíciles.

Ese rostro fue el que se descubrió en la Plaza de San Pedro en la mañana del domingo 3 de septiembre del año 2000; el que mostró y describió el Papa a los creyentes ante la faz del mundo en la homilía de esta celebración. A los actuales marianistas nos toca saber volcar la figura de nuestro fundador en moldes de Iglesia universal, de sociedad desafiante y de la cultura de nuestros días, de educador de jóvenes, de servidor de pobres, de líder que sustituye barreras por horizontes.

Por mi parte, en los días de esta celebración, escucho cinco importantes llamadas. Para algunos y en algunas partes, son de vida o muerte:

  • Acierten a vivir este momento como tiempo de contradicción; para superarla bien y florecer, hay que convertirse en signos de contradicción; ni más ni menos. Son días para pasar y hacer pasar de la muerte a la vida. Esa es la mayor y mejor contradicción, ya que nos lleva a la resurrección. Ese era su mensaje: “Es cuestión de recomenzar con decisión y de hacer algo determinante para gloria de Jesucristo” (Cartas, n. 22).
  • Denlo todo; la vida solo así rebrota, las ramas secas se convierten en gérmenes si cerca hay alguien que entra en el dinamismo del Evangelio según el cual el que pierde la vida la va a encontrar si cree “que aún hay sol en las bardas”. El espíritu del P. Chaminade es para tiempos difíciles: “Mi confianza está puesta en el Señor y en su Madre, para quienes yo quiero vivir y dar la vida” (Cartas, n. 1.308).
  • Cuando llega la crisis, lo difícil, no queda más que volver a Jesús, colocarle en el centro, en el corazón; y el corazón, en el centro del Evangelio. La vuelta a Jesús fue propuesta espiritual y pastoral decisiva del P. Guillermo José. Él aparece en la escena de la Iglesia y de la Familia Marianista para que nos volvamos a Jesús; y Jesús está en el corazón de María (Lc 2, 19). Ahí le encontramos. Esa urgencia sintió el fundador: “Me encuentro en Francia casi como en una tierra extranjera. No sé casi qué decir y qué hacer” (Cartas, n. 575).
  • Si en algo es maestro el padre Chaminade, es en oración. Entrar en su escuela de oración es responder a un aspecto fundamental de su propuesta. Nos invita a encarnar la Palabra. Con lenguaje de nuestros días, nos quiere haciendo la lectura orante de la Palabra. Cuando eso se practica, se enciende nuestro corazón como les pasó a los de Emaús. “Hay que amar lo que se cree; la fe, y sobre todo la fe del corazón, es un gran don de Dios; por ello siempre necesitamos decir: Señor, auméntanos la fe” (Cartas, n. 164).
  • La lectura de la historia de la Iglesia que ha hecho el P. Guillermo José es muy sencilla. Siempre que la Iglesia ha querido dar un paso nuevo ha acudido a María; se ha convertido en una Iglesia mariana, se ha vivido una nueva anunciación. Con esa visión, nos recuerda con mucha convicción que “nosotros somos los misioneros de María… A ella le están reservadas nuevas batallas” (Cartas, n. 1.163) y, por supuesto, nuevas victorias. Y exige lo que fue opción clara del P. Chaminade: “Cada uno de nosotros ha recibido de María un mandato para trabajar por la salvación de nuestros hermanos del mundo”.

Al P. Guillermo José le podemos presentar y en él podemos ver un gran peregrino de la fe. Vivió días de una durísima revolución civil y religiosa en su país. Con esa revolución, todo se removió en él y en torno a él. Por eso sintió la necesidad de fundar.

Su pensamiento, su proyecto y pasión nos sirven en nuestros días para caminar por nuestro mundo y alcanzar la misma meta que él se propuso: multiplicar los cristianos. Año de gracia, año del P. Chaminade. Que, en estos días, el P. Chaminade esté cerca de nosotros y nos sea propicio.

¿Cómo hacer que un sacerdote francés muerto en 1850, sea un hombre que marque nuestro rumbo en el siglo XXI?

Siguiendo sus pasos. Porque él supo entrar en el mundo de su tiempo con decisión y fuerza. En efecto, en plena revolución y difíciles días del Burdeos del terror, decidió plantar cara, se negó a prestar juramento a la Constitución Civil del Clero y continuó su misión y sus tareas de evangelización aun con riesgo de su vida. Cuando vuelve del exilio en 1800, mira de frente la realidad, sin nostalgia. Imaginó entonces una forma distinta de vivir la fe en comunidad y con presencia activa y transformadora en el mundo. Así, en cierto modo, “reinventó” la Iglesia.

Optó por basar en los laicos su intento de nueva evangelización, la que necesitaba la Francia descristianizada. Para ello, creó “la congregación mariana”, inspirada en lo que ya existía, en los jesuitas, pero con mucha fuerza misionera e intensa actividad social y fuerte relación comunitaria. Para ello, crea una especie de Instituto secular, “el Estado”, dos congregaciones religiosas: las de las religiosas y los religiosos. Al hacer todo esto, respondía a una inspiración recibida en Zaragoza.

Allí, en los días de exilio, adquirió una gran convicción: la vitalidad del cristianismo pasa por una nueva evangelización puesta bajo la protección de María, madre de todos los creyentes. Vio que la Iglesia del siglo XIX no se relanzaría sobre los mismos presupuestos y bases que la anterior a la revolución. En ella hay que innovar y emprender caminos nuevos. Para ello, buscó inspiración en María.

Creativo y práctico a la vez, sueña y procede con realizaciones concretas. En plena crisis de pensamiento y vida cristiana en Francia, elabora el credo del momento y lo confiesa y transmite. Menos conocido que otros pensadores de esos días, será, sin embargo, más profundo. A todos sus seguidores les confió la misión de estar al servicio de los jóvenes y de los pobres, destinatarios preferidos de la obra que iniciaba.

Pero la mayor de las modernidades del padre Chaminade es la que comparte con los santos de entonces y de ahora. Sabía que nada grande se puede hacer en el ámbito de la vida espiritual y de la misión sin la oración, sin el aliento del creyente, que lo mete en el seno del amor, de las obras grandes. Para entender y vivir esta realidad, se precisa entrar en una escuela de oración, y eso monta el P. Chaminade. Solo así se entiende el carisma marianista y solo así uno se confirma en que la persona, el proyecto, el camino hecho por el P. Chaminade es válido para hoy día.

Pliego íntegro, en el nº 2.748 de Vida Nueva.

Compartir