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Vive ahora. El arte de envejecer


Un libro de Anselm Grün (Sal Terrae, 2010). La recensión es de José María Arnaiz.

Vive ahora. El arte de envejecer

Autor: Anselm Grün

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Salamanca

Páginas: 200

JOSÉ MARÍA ARNAIZ | Se llega a mayor casi sin darse cuenta. Y una vez ahí, se vive esa realidad con acierto o desatino. Es un arte envejecer y, como tal, se aprende con el ejercicio. Si se logra ser buen artista, los últimos años de la vida pueden ser los más felices. Gran secreto es acertar a vivir bien esa ancianidad. Para ello se precisa sabiduría, coraje, compasión y, de manera especial, desprendimiento. En una época en la que se sobrevalora “lo” joven, es bueno afirmar que ser viejo es ser mucho; es ser otoño, vivir días de cosecha.

Este libro viene marcado por varias afirmaciones claves, que se repiten mucho: vivir es envejecer, es de sabios reconocerlo y muy importante reconciliarse con esa realidad; envejecer es comenzar de nuevo, porque la vida es un continuo morir y nacer de nuevo; todo anciano que lleva una vida en sintonía consigo mismo se convierte en modelo de vida para los demás; se ha unido la sabiduría a la ancianidad, y no solo la que es experiencia de vida, sino la que corresponde a una nueva manera de pensar, de reconocer las cosas en su esencia. Tiempo precioso, pues, para olvidarse de lo trivial y fijarse en lo importante…

Mucho de lo que dice Grün se resume en un proverbio jasídico: “Solo para los simples es la ancianidad un invierno. Para los sabios es el tiempo de la cosecha”. Por supuesto que, si se la considera invierno, comienza uno a quedarse frío. En cambio, si la veo como cosecha, supone que me he trasformado en fruto.

Básicamente, no es una obra sobre la vejez, ni el autor es un médico. Es un gran escritor, alguien que conversa con sus lectores y trata de responder a los signos de interrogación y compartir los de admiración que le presentan. En su análisis usa mucho la categoría “arte”, la misma que empleaba en su libro El arte de ser feliz. Destinatarios de este libro son los ancianos, pero también los jóvenes. Unos y otros lo necesitan y lo encontrarán práctico.

El autor ya llegó a los 66 años, por lo que algunos de los ejemplos que emplea nacen de lo que oye y de lo que siente (p. 39). En sus comentarios se mezcla la reflexión sabia con la ternura (pp. 77-79), sobre todo cuando habla de las relaciones del anciano con hijos y nietos. Se advierte también que ha leído los buenos estudios sobre el tema, especialmente del mundo alemán. Y como buen benedictino, termina con un consejo de san Benito: “Los jóvenes deben honrar a los ancianos y los ancianos amar a los jóvenes”.

En el nº 2.747 de Vida Nueva.

Actualizado
24/03/2011 | 09:21
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