Serafín Béjar: “Contemos la historia de Jesús como si fuera la nuestra”

Teólogo, autor de ‘¿Cómo hablar hoy de la resurrección?’

JAIME VÁZQUEZ ALLEGUE |  Serafín Béjar (1974), sacerdote granadino y profesor de Cristología en la Facultad de Teología de Granada, compatibiliza su actividad docente con la pastoral como vicario de Santa Fe. Además, saca tiempo para escribir. En 2008 publicó Dios en Jesús. Ensayo de cristología. Ahora acaba de aparecer su última obra, ¿Cómo hablar hoy de la resurrección? (Ediciones Khaf), un libro que toca de lleno la experiencia de Dios y la teología cristiana. Se trata de un estudio riguroso, pero con una intención divulgativa muy clara.

Vamos más allá, ¿cómo se puede hablar hoy de resurrección ante otras religiones, o cómo hablar de la resurrección a quienes han abandonado la fe?

Contando la historia de Jesús como si fuera nuestra propia historia. Esta es la pretensión fundamental del libro. He usado como mapa de viaje de nuestro tiempo el relato de los discípulos de Emaús y he intentado coger de la mano al lector para hacerle descubrir que, narrando la historia de Dios, se está contando la historia de cada uno de nosotros. Creo que puede ser una forma válida de hablar de la resurrección de Jesús; también para gentes de otras religiones. El abandono de la fe quizá pueda explicarse por el hecho de que la Iglesia no siempre ha sabido encontrar un puente sólido entre la resurrección de Jesús y la vida concreta de cada persona. 

Abordamos el “cómo” hablar hoy de la resurrección. ¿No necesitaríamos conocer también el “dónde” o el “a quién”?

¿Dónde? En este tiempo incierto que parece abrirse después del fracaso de la razón ilustrada. ¿A quién? A un interlocutor que ya no confía en los grandes relatos ideológicos.

Resurrección, salvación, vida eterna, paraíso… ¿Se pueden considerar sinónimos a la luz del mensaje de Jesús?

Los testigos primeros de la resurrección de Jesús se encontraron con un problema de lenguaje: ¿cómo hablar de lo que no se puede hablar? ¿Cómo poner palabras a un pedazo de cielo que ha entrado en nuestra tierra? Por esto, para contar al mundo la experiencia que estaban viviendo con Jesús, después de su muerte en cruz, utilizaron un lenguaje muy simbólico, hecho de metáforas. Por ejemplo, la palabra “resurrección” significa “despertar” de un sueño; en este caso, del sueño de la muerte. Así, esos conceptos, con matices distintos, hay que entenderlos desde esta clave simbólica que pretende nombrar lo innombrable.

Demostración científica

Se puede demostrar que Jesús existió, que vivió en la Jerusalén del siglo I, que murió en la cruz… ¿Qué pasaría si la ciencia demostrara su resurrección?

La resurrección de Jesús, por su propia naturaleza, escapa a una constatación puramente científica. A Dios no se le puede “demostrar”, y la resurrección de su Hijo, tampoco. Sin fe, no es posible encontrarse con Cristo resucitado; sin un corazón abierto, no se puede reconocer al Resucitado entre nosotros. Por tanto, hablamos de niveles distintos de realidad.

¿Lázaro resucitó con una resurrección igual a la de Jesús o tenemos que hablar de distintos modelos de resurrecciones?

Lo que aconteció a Lázaro no es propiamente una resurrección, sino una revivificación. Lázaro, al retornar de la muerte, regresó a su anterior forma de vida y, por tanto, volvió a morir. Jesús es aquel que, habiendo sido despertado de la muerte, es glorificado a la derecha del Padre y ya no muere más. En este sentido, los primeros testigos de la resurrección utilizaron diversos modelos simbólicos para intentar recoger la riqueza que suponía la resurrección de Jesús. Principalmente, y simplificando, podemos hablar de dos modelos: uno horizontal, de resurrección, y otro vertical, de ascensión.

Y después de la resurrección, ¿qué hay?

La resurrección como vida… Y una vida abundante.

EN ESENCIA:

Un libro: El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez.

Una película: Las invasiones bárbaras, de Denys Arcand.

Un personaje de la historia: F. Dostoievski.

El día más feliz: cualquiera con presencia.

Un deseo: futuro para todos.

Un compromiso personal: pensar a Dios.

Un reto: vivir sin miedo.

En el nº 2.747 de Vida Nueva

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